Palacio Nacional
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El Palacio Nacional ubicado en la Colonia Centro - Centro Histórico dentro de la Alcaldía Cuauhtémoc en La Ciudad de México, es la Sede del Poder Ejecutivo Federal de la República Mexicana. Forma parte de las 49 Maravillas de la Ciudad de México. Además de ser un edificio digno de admirarse por su gran arquitectura de estilo barroco novohispano, guarda un legado doblemente significativo. Tiempo antes de levantarse como una de las primeras edificaciones de La Nueva España, este lugar era llamado por los mexicas in altepetl iyoloco, es decir, "en el corazón de la ciudad",[1] ya que ahí se erguía el gran palacio del hombre más poderoso que existió sobre Mesoamérica, Moctezuma Xocoyotzin, gobernante máximo del pueblo mexica. Desde entonces este sitio, sea cual fuere la edificación que ahí existiese, ha sido el centro de la vida política y económica del país y Patrimonio de la humanidad desde 1987.
Este inmueble pertenece a nuestra lista de las 49 Atracciones turísticas más visitadas.
La historia de México se puede leer en las piedras que lo conforman. Su construcción fue evolucionando con los siglos, desde palacio prehispánico, pasando por fortaleza medieval, hasta el estilo neocolonial que ostenta en la actualidad. Pero siempre ha conservado su fuerte presencia, dignidad y armonía en el entorno de la majestuosa Plaza de la Constitución, que también llamamos Zócalo.
Durante los años de la conquista, Hernán Cortés lo utilizó como segunda residencia privada y años después de la muerte de Cortés, la Corona española la adaptó como sede de la autoridad virreinal, Palacio Real o Palacio de los Virreyes de La Nueva España. Durante todo el periodo colonial, su aspecto, decoración y riqueza arquitectónica fue mejorando debido a los constantes trabajos de remodelación, con el objeto de darle el aspecto y funcionalidad que la corte virreinal deseaba para cumplir sus expectativas. En esta época, que abarca varios siglos, el palacio sobrevivió a terremotos e inundaciones tan grandes y largas como la de 1555 y, en especial, la de 1629 en la que la ciudad estuvo bajo las aguas por varios años, cuando incluso se llegó a pensar si sería mejor desplazar la sede del gobierno a otra ciudad en tierra firme, como Coyoacán, Tacuba, o Tacubaya. Además de los fenómenos telúricos y metereológicos y por representar el poder político de la Nueva España, el palacio sufrió terribles incendios y destrozos provocados por distintos conflictos de orden político, religioso y social, como los de 1624 y 1692, por lo que tuvo que ser reconstruido casi totalmente, en varias ocasiones.
Ya en el siglo XVIII, el Palacio Real recibió una de las mejores y más grandes remodelaciones de su historia, con la creación de nuevos edificios dentro del mismo, salas, patios, alumbrados públicos, servicios de limpia de canales, la instalación de la Academia de Artes de San Carlos y la construcción del Jardín Botánico, admirado por todos hasta el día de hoy. Proclamada la independencia, el Palacio siguió adaptando su forma a las necesidades del México Independiente, posteriormente al Primer Imperio Mexicano, al México de las revueltas y motines, intervenciones extranjeras, pronunciamientos y revoluciones, en las que el Palacio sufrió, una y otra vez, destrucción y desolación. El México independiente y las reformas liberales que llevaron al país a la modernidad, cerraron por completo el sistema virreinal y comenzó la lucha ideológica entre liberales y conservadores que culminó con la segunda intervención francesa y la imposición del imperio de Maximiliano de Habsburgo en México. Finalmente, con la caída de Maximiliano, la República fue restaurada por Benito Juárez en 1867, que ocupó el palacio hasta su muerte en 1872.
Durante el mandato de Porfirio Díaz, el Palacio Nacional se actualizó con los mejores lujos y avances de la época y fueron retiradas del palacio varias dependencias gubernamentales, dejando sólo las oficinas de la Presidencia de la República, las Secretarías de Hacienda y de Guerra, el Senado y dos cuarteles. En el año de l884, Díaz decide cambiar su residencia al Castillo de Chapultepec y a partir de esa época, el Palacio Nacional se consolidó como "El Primer Edificio de la Nación", cuando Díaz mandó traer la campana que hizo sonar el cura Miguel Hidalgo en la Parroquia de Dolores al iniciar la lucha de independencia mandando construir especialmente un nicho arriba del balcón central para albergarla. La campana se tañó nuevamente el 15 de septiembre de 1896.
Durante los años de la Revolución Mexicana, el palacio fue testigo de los procesos democráticos del país, cuando el 6 de noviembre de 1911, fue proclamado en el Salón de Embajadores, Francisco I. Madero, como presidente de México, puesto al que fue obligado a renunciar tras el golpe de estado y cuartelazo conocido como la Decena Trágica, evento en el que el Palacio Nacional sufrió nuevamente múltiples desperfectos con la pólvora de fusiles y cañonazos de los golpistas.
El Palacio Nacional, como testigo fiel y primer protagonista de la historia de México, fue utilizado por décadas del siglo XX como oficinas del ejecutivo para eventos protocolarios y actualmente regresó a ser residencia del presidente de la República, reafirmándose como sede de la autoridad máxima de la nación y núcleo político de la historia nacional.
El Palacio Nacional como Sede del Poder Ejecutivo Federal[editar | editar código]
El edificio llamado Palacio Nacional, que es sede del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos, se encuentra inscrito, con fecha 115 de julio de 1994, en el folio real número 34360 del Registro Público de la Propiedad Federal. Sus colindancias son: al Norte, la calle de Moneda, al Sur, la calle de Corregidora, al Este, la calle de Correo Mayor y al Oeste, la Plaza de la Constitución.
Existe un "Reglamento para el uso y conservación de las áreas, objetos y colecciones del Palacio Nacional", que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el martes 14 de noviembre de 2000, siendo presidente de la República Ernesto Zedillo Ponce de León. La reforma más reciente, se publicó el 18 de diciembre de 2006, siendo presidente Felipe Calderón Hinojosa.
La Conservaduría del Palacio Nacional fue una unidad administrativa dependiente de la Presidencia de la República que se creó para que el Palacio Nacional reciba el mantenimiento adecuado para su conservación y protección de sus áreas, objetos y colecciones y entre sus responsabilidades están las de tomar las medidas necesarias y establecer los lineamientos para al protección integral del inmueble, la celebración de actividades culturales y ceremonias de las dependencias alojadas, para la intervención en vanos, paramentos, puertas, ventanas, subdivisión de espacios o para la colocación de cualquier tipo de instalación o traslado de objetos y colecciones. También la decisión respecto del uso de las áreas que no hayas sido asignadas por el Presidente de la República a alguna dependencia, emitir las normas para las áreas de visita y la administración de los museos alojados en el Palacio Nacional.
Áreas Protocolarias de la Presidencia de la República[editar | editar código]
Ubicadas en el ala sur del primer piso, ocupan los salones que asoman a la Plaza de la Constitución y la calle de Corregidora. Inicialmente fueron espacios utilizados como habitaciones de los virreyes y alojaron el aparato administrativo de la Corona. Más adelante fueron también residencia de presidentes y del emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa. Cuentan con abundantes objetos decorativos y obras de arte, que en su gran mayoría se produjeron en la época del Segundo Imperio y en el esplendor del Porfiriato.
Galerías de los Mandatarios[editar | editar código]
Son cuatro y están localizadas en el tercer piso, dispuestos alrededor del Patio de Honor. Están cerradas con ventanales que sirven de antesala a los salones presidenciales. Son de arquitectura estilo colonial, pisos de parquet, lambrines de maderas talladas sobre los muros bajos y vigas de madera que sostienen los techos.
Salón Juárez[editar | editar código]
Este salón recibe su nombre, porque por ahí caminaba diariamente el presidente Juárez para dirigirse de sus habitaciones familiares, al norte del edificio, hacia el Despacho Presidencial. Se utiliza exclusivamente para dar acceso, por el Patio Central, a las recepciones oficiales y audiencias especiales. Ubicado en la entrada de los corredores, es el espacio que antiguamente tenía la Conserjería. Cuenta con un lambrín de madera tallado y las paredes y el plafón son de yeso liso. Lo adorna y alumbra un candil francés, de bronce y cristal de estilo Luis XVI y entre los elementos decorativos de este salón destaca el óleo del revolucionario y reformador agrario Emiliano Zapata realizado por Antonio Albanés García
Galería de los Insurgentes[editar | editar código]
Contigua al Salón Juárez, situada en el corredor poniente, la galería de los Insurgentes, a la que convergen todos los salones de recepción, recibe este nombre porque en su interior cuenta con los retratos de Miguel Hidalgo y Costilla, por Antonio Fabrés, José María Morelos, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Matamoros, por José Obregón, Nicolás Bravo y Agustín de Iturbide por Petronilo Monroy y sirve de antesala a los salones presidenciales. El emperador Maximiliano de Habsburgo fue el iniciador de este reconocimiento pictórico, cuando en 1865 se realizaron algunos óleos de los que aquí se encuentran. Esta colección se llamo originalmente como la Galería de Iturbide. Tiene un sólido techo de vigas coloniales de donde penden cuatro candiles franceses de bronce y cristal de Bacará elaborados en siglo XIX. También tiene cuatro esculturas de madera de origen francés y estilo neoclásico. El corredor tiene cuatro columnas de nogal que sostienen cada una un arbotante de bronce.
Galería de los Embajadores[editar | editar código]
En esta sala se encuentran los retratos de Nezahualcóyotl, Cuauhtémoc, Mitl, Guadalupe Victoria, Mariano Arista, Ignacio Comonfort y Benito Juárez. Cuenta con cuatro candelabros de bronce de trece luces cada uno, de origen austriaco que ostentan el águila imperial y descansan sobre una base de madera de la época de Maximiliano. También cuenta con dos candiles de la misma época y otro de manufactura mexicana contemporánea. Además hay dos arbotantes de pie, de bronce cincelado sobre pedestales de mármol blanco dos tibores de talabera de Puebla.
Galería de los Presidentes[editar | editar código]
Situada en los pasillos del primer piso del área de gobierno, creada por el Presidente Manuel Ávila Camacho en 1945 y recibe este nombre porque en sus muros se encuentran pinturas de los personajes que han dirigido nuestro país. Están elaboradas por pintores mexicanos contemporáneos como Esperanza y Fernando Leal, Salvador Almaraz y Carlos Tejeda. Tiene dos candiles de bronce dorado y porcelana estilo ecléctico del Segundo Imperio, que cuelgan de una viguería de cedro que descansa sobre zapatas de la misma madera. La adornan cinco candelabros de pie en bronce dorado y porcelana con motivos chinos, que ostentan al igual que los candiles, el escudo imperial y fueron fabricados en Hollenbach, Viena en 1865. Al fondo del corredor hay un extraordinario tibor de talavera de Puebla sobre un pedestal de mármol y sobre otras columnas de mármol hay vasos de alabastro de estilo italiano clásico de principios del siglo XIX.
En estas áreas se encuentran los salones Azul, Verde y Morado, llamados así por los colores de la tapicería en sus muros, asimismo se ubican ahí los salones de Embajadores y de Recepciones, además del Despacho Presidencial.
Salón Azul[editar | editar código]
Localizado entre el Salón Verde y la Biblioteca se halla el Salón Azul, conocido anteriormente como Salón de Audiencias. Es usado exclusivamente para recepciones oficiales y audiencias. Diseñado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado, su extraordinario plafón se destaca por su belleza. Fue realizado para los festejos del Centenario de la Independencia. Con un estilo ecléctico que dominaba la época porfiriana, unos frisos curvos separan el plafón de las paredes. Aparecen las iniciales RM (República Mexicana) en una cadena de guirnaldas y el águila del Escudo Nacional con motivos griegos y romanos. En la parte inferior del friso una serie de figuras lo ornamentan. El salón está iluminado por un excelente candil estilo Luis XV de sesenta luces y tres arbotantes de cristal cortado de quince luces cada uno. El rectángulo central del plafón está dividido en tres secciones, al centro una pintura al temple de forma oval, de A. Mendoza (1905), representa a un ángel d estilo romántico. Alrededor, casetones florales y coronas doradas sobre un fondo de color almagre.
El mobiliario lo conforman dos mesas de madera de nogal con cubierta de mármol, una escultura en bronce que presenta una escena de cacería, conocida como "La jauría" de P.J. Mené. Un sillón para varias personas y veinticuatro sillones individuales de madera de nogal, tapizados en una fina seda azul. Lo adornan enormes espejos biselados de origen francés de tiempos del Segundo Imperio. En cada puerta hay una columna y un dosel de madera de cedro, que mandó a hacer el presidente Plutarco Elías Calles. Los frontones están adornados con águilas del Escudo Nacional. Aquí se puede admirar en uno de sus muros, un cuadro de Simón Bolívar, con el título "Libertador de Colombia y Perú".
Biblioteca Presidencial[editar | editar código]
Contigua al Salón Azul, se localiza la Biblioteca Presidencial, que es probablemente uno de los espacios más reducidos del Palacio. Tiene un plafón impresionante por la combinación de los colores y las formas, elaborado en yeso con figuras decorativas. Las grandes puertas están adornadas con cortinas de terciopelo rojo y flecos dorados. Al centro del rosetón del plafón, pende un enorme candil francés del Segundo Imperio de treinta y seis luces, del siglo XIX. Al fondo se ubican dos libreros tallados en madera con aplicaciones de bronce, estilo Luis XVI. Al centro se encuentra una gran mesa de estilo ecléctico con tintes del Renacimiento francés, de madera de encino y cubierta con cuero marroquí, al igual que las sillas. Todo el piso es de parquet, con figuras geométricas al estilo Art Deco.
Salón Verde[editar | editar código]
Este lugar era conocido como el Primer Salón de Audiencias y como Segunda Sala de Ayudantes. Después se llamó Salón de los Secretos, por ser el lugar donde se reunían los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Al centro de la bóveda, están pintados al temple, dos ángeles que sostienen un medallón con las iniciales RM (República Mexicana), ornamentado con motivos florales.
También en los lunetos del plafón podemos apreciar unas pinturas al temple, realizadas por F. Rodríguez, que representan la pintura, la escultura, la medicina, la música, la poesía, la geometría, la justicia y la arquitectura, ejecutados en plena época porfiriana.
Este salón se ilumina por una de las piezas de mayor valor en la decoración del Palacio, que consta de un candil francés a cuarenta y cinco luces, de cristal de Bacará del siglo XIX. Entre el mobiliario tenemos, además del sillón presidencial y dos sillas ministeriales, seis sillas y catorce confortables sillones y taburetes de madera de nogal con tapicería en color verde. La consola con luna biselada es de caoba y cubierta de mármol rojo. Sobre su repisa hay un busto de "Diana, la Señora de las Fieras" labrada en mármol blanco, de origen italiano, posiblemente entre 1901 y 1940. También lucen dos ánforas de alabastro con base de mármol, también de origen italiano. Al centro de las sillas, sobre una mesa francesa estilo Luis XVI, de diversas maderas, incrustaciones de bronce y cubierta de mármol con betas rosadas, posa un jarrón de porcelana verde con aplicaciones de bronce, fabricado en Sèvres Francia a mediados del siglo XIX. En las paredes del Salón Verde, podemos apreciar el cuadro de Carlos III de Borbón que Porfirio Díaz encargó al pintor Leandro Izaguirre y en otra de pared, se encuentra un retrato de del presidente estadounidense George Washington, un entorno iconográfico muy recurrente en la decoración del Palacio Nacional.
Salón Morado[editar | editar código]
Antes Sala de Ayudantes y hoy el Salón Morado. Formaba parte de la Galería de Iturbide y es utilizado exclusivamente para recepciones oficiales del Presidente de la República y como lugar de informes especiales a los medios de comunicación. El nombre de salón morado se atribuye a que los decoradores seleccionaron un color tenue de morado para revestir las paredes de este recinto, justo para que combinara con un jarrón de porcelana y bronce, de estilo ecléctico de principios del siglo XX, que perteneció a la segunda esposa del General Díaz, doña Carmen Romero Rubio de Díaz.
Cuenta con dos mesas de estilo renacentista, una al este y otra al oeste del recinto. De madera labrada y cubierta de piel. En una se posa una escultura en bronce de estilo clasicista conocida por el nombre de "Escultura Ecuestre del gran conde", de origen francés del siglo XIX. Sobre la otra mesa, se levanta una escultura de estilo clasicista en bronce y base de mármol rojo que representa a las "Adoradoras de Baco", de autoría de Clodion, siglo XIX. Un cuadro que adornan el muro del fondo retrata a Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo, realizado por Carlos Tejeda en 1946.
La iluminación está a cargo de unas bellísimas piezas. Del hermoso plafón de estilo renacentista, pende un candil francés a cincuenta y dos luces, en bronce dorado y cristal, estilo Primer Imperio. Lo acompañan cuatro arbotantes para cinco luces, con figuras de ángel.
Salón de Embajadores[editar | editar código]
Este salón también formó parte de la Galería de Iturbide y se destina exclusivamente para recepciones oficiales y audiencias especiales del Presidente de la República.
De manera especial, se utiliza para la presentación de cartas credenciales de los embajadores acreditados ante el gobierno de la República Mexicana. Está comunicado con el Salón de Recepciones y con la Galería de los Insurgentes, que actúa como antesala.
Tiene una superficie de 192 metros cuadrados y su plafón está formado por casetones de estuco ornamentados. Cuelgan del techo dos magníficos candiles a sesenta luces cada uno, de prismas de cristal cortado estilo María Luisa, complementados por dos arbotantes a quince luces.
El piso está trabajado con siete maderas diferentes dibujando figuras geométricas. Los muros están revestidos con lambrines de madera entablerada en su pare inferior, a un tercio de altura. Los vanos y ventanas están adornados con cortinas y galerías de seda.
En este recinto ha sido testigo de grandes acontecimientos históricos. Aquí se llevó a cabo la solemne ceremonia de firma del Acta de Independencia de México, el 4 de octubre de 1821. Aquí también estuvo expuesto el cuerpo del Presidente Juárez, antes de ser trasladado al Cementerio de San Fernando y el 10 de septiembre de 1921, se llevó aquí el brillante acto del Primer Centenario de la Consumación de la Independencia. Dos importantísimas obras que lo adornan son, Alegoría de la Constitución de 1857, realizado por Petronilo Monroy en 1869 y Miguel Hidalgo y Costilla, por Antonio Fabrés, en 1904.
Salón de Recepciones[editar | editar código]
Este es el recinto más espacioso del Palacio Nacional. Cuenta con una superficie de 240 metros cuadrados. Está reservado para uso exclusivo de recepciones oficiales y audiencias. El recinto se comunica por cuatro puertas dobles y ocupa el largo de cinco ventanales con sus balcones hacia la Plaza de La Constitución. En uno de ellos, llamado el balcón presidencial, se encuentra la Campana de la Independencia, colocada ahí desde el 14 de septiembre de 1896.
El techo de este recinto tiene una antigua viguería de cedro elaborada desde la época colonial. Su madera la obtuvieron de los bosques de Tacubaya. La iluminación está a cargo de un candil a setenta y cinco luces y otros dos a sesenta, con prismas de cristal cortado estilo María Teresa. Lo complementan cinco arbotantes a quince luces cada uno, sujetados a media altura sobre las paredes que están revestidas de un tapiz amarillo claro entramado de seda.
El piso es de parquet, de siete maderas diferentes en formas geométricas, colocado desde la época porfiriana. Cuenta también con un lambrín de madera entablerada a poco menos de la mitad de la altura al igual que las puertas y ventanas, sobre los que están colocados unas cornizas y frontones que sujetan galerías y cortinas color marfil. Sus muros están decorados con piezas de arte muy destacadas. Al fondo, "Nicolás Bravo perdonando a los prisioneros realistas en e Palmar, Veracruz", del artista veracruzano Natal Pesado, 1892, "La Aprehensión de Cuauhtémoc", realizada por Joaquín Ramírez en 1893 y "Un episodio de la Batalla del 5 de mayo de 1862, del pintor Primitivo Miranda.
Despacho Presidencial[editar | editar código]
Este recinto fue empleado antes del periodo del presidente Calles como sala privada y de descanso, pero hoy representa el corazón político del Palacio Nacional. Es espacioso y de forma rectangular, el estilo de los muebles es del Renacimiento italiano y lo que destaca es primordialmente el Sillón Presidencial con el Escudo nacional al respaldo y un imponente librero detrás de él, en el muro sur. Este librero de maravilloso tallado, tiene a sus costados dos figuras femeninas llamadas cariátides y remata sus tallados con un águila devorando una serpiente que se eleva al frente. Guarda algunos libros que han marcado la historia de nuestro país, empastados estilo siglo XIX. Al centro, dividiendo las cuatro puertas con cristales, una guirnalda de flores. Luce en la consola un busto de José María Morelos y Pavón.
El plafón es sencillo y sobrio, en cuadrados dorados sobre blanco y es adornado con un imponente candil de bronce y cristal para cuarenta luces, probablemente, el más grande del Palacio y a los lados, cuatro arbotantes de bronce para cuatro luces. En la pared lateral luce un cuadro al óleo que retrata al general Guadalupe Victoria, primer Presidente de México, (1824-1829). Sobre otra de las paredes, pende un reloj de Boule estilo Luis XV, con incrustaciones de carey y rematado por el Escudo Nacional en bronce.
Salón de Acuerdos[editar | editar código]
Anteriormente llamado Sala de Ministros y hoy, en este recinto, se celebran importantes juntas de trabajo que deciden el futuro de nuestro país. La decoración se diseñó en la época de Porfirio Díaz pero sufrió varias modificaciones en tiempos de Lázaro Cárdenas.
Las paredes están revestidas de un entramado de seda color marfil. La iluminación se destaca por un inmenso y bello candil en bronce labrado a veinte luces, estilo dieciochesco que data de la segunda mitad del siglo XIX y a los lados seis arbotantes estilo Luis XIV de principios del sigo XX.
Los sillones estilo Luis XIV, están realizados en madera de palisandro con incrustaciones en bronce. La mesa está cubierta con cuero ruso. La imponente Silla Presidencial, está forrada del mismo paño que los 18 sillones ministeriales y tienen en el respaldo el Escudo Nacional bordado con hilo de oro.
Antecomedor Presidencial[editar | editar código]
Está situado junto al Salón Comedor y es de manufactura mexicana. Del plafón tallado en madera de cedro y caoba, pende un candil de cristal de Bacará para 15 luces y las paredes laterales las adornan dos arbotantes para cinco luces. La mesa y las sillas en maderas de nogal y éstas, tapizadas con motivos florales en guinda. A los lados tiene dos aparadores con cómodas, cristaleros y lunas que forman el conjunto. El piso es de maderas de caoba, cedro, naranjo y ébano de la época porfiriana, dando un aspecto muy bello de mosaico. Este recinto se utiliza para comidas privadas o como área de desahogo y servicio de banquetes del Salón Comedor y como resguardo de vajillas y cristalería .
Salón Comedor[editar | editar código]
Esta Sala fue decorada en 1901 y ha sido testigo de elegantes banquetes e importantes juntas de trabajo. El estilo Regencia, mediando la sobriedad y la exageración, domina la decoración del recinto. Esta mediación se muestra en el impresionante plafón de forma rectangular divido en tres partes. La central, que es la mayor, contiene tres conjuntos ornamentales de donde penden tres excelsos candiles franceses de cristal de Bacará, el central a treinta luces y los laterales a dieciocho. Las otras dos superficies están adornadas con un tallado rectangular. El plafón se une a las paredes por medio de un friso curvo, una moldura lisa, una de ovos y un cordón enlazado de palmetas y hojas de acanto. Los tapices de los muros, y sillones es de un fino brocado de seda guinda. La iluminación lateral la constituyen siete arbotantes de bronce y cristal, estilo Imperio.
El mobiliario está complementado por dos aparadores, una chimenea de madera de encino de Alsacia, tallada con aplicaciones de lámina cincelada, mármol rojo y verde y una luna que refleja el candil central, dos mesas de encino talladas y cubiertas de mármol negro, dos trinchadores con espejos. Sobre la parte central de la chimenea se posa un magnífico reloj de Boule en madera y bronce. En el centro, una enorme mesa de encino para 90 personas. Dos fabulosos aparadores estilo Luis XIV, de madera de encino de Alsacia tallada, con tres espejos, talladas con ornamentaciones de follajes, enmarcan la gran chimenea. Este Salón es usado exclusivamente para invitados del Presidente de la República y para representantes de diferentes grupos mayores de 50 personas.
Salón Morisco[editar | editar código]
Este Salón es llamado así por le decoración y ornamentación que evoca las formas del arte islámico. Diseñado durante el Porfiriato, después de haber servido como Salón Fumador en la Colonia.
Tiene un plafón cupuliforme ricamente ornamentado, al igual que los muros y el lambrín. Los vanos son en forma de herradura con arranques descansados en columnas color turquesa de remates dorados. Del centro de la cúpula pende un candil de bronce con dos pantallas de cristal. El ajuar se integra por un sofá rinconero, cuatro sillones, seis sillas, un sofá recto y un taburete, tapizados en tela de gobelino beige claro. Una mesa octogonal de ocho patas, un aparador, dos mesitas y cuatro rinconeras hexagonales en marquetería con aplicaciones de concha nácar sobre camellos y otras dos, más grandes, sobre elefantes.
Este salón también es de uso exclusivo del Presidente de la República para trabajo personal, audiencias privadas con grupos pequeños.
Elevador Presidencial[editar | editar código]
Está ubicado en la esquina surponiente del Palacio. De estilo Art Nuoveaue fabricado por la empresa Otis Elevator Company, es uno de los tres primeros elevadores que se trajeron a la Ciudad de México. Cabe mencionar que desde 1901 que se instaló, sólo ha tenido dos reparaciones leves. El cambio de la palanca de manejo, en 1943 y el retapizado del asiento del elevadorista entre 1958 y 1964. El reloj fue sustituido y se le agregaron cristales polarizados a la puerta superior durante el mandato de Luis Echeverría Álvarez.
En las puertas corredizas se presentan las iniciales R.M. de República Mexican, mismas que hay en las ventanas y a los lados del reloj. La herrería tiene aplicaciones de bronce pavonado.
El elevador da servicio a los tres niveles y es de uso exclusivo que determine el conservador del Palacio Nacional.
Áreas Protocolarias de la Secretaría de Hacienda Y Crédito Público[editar | editar código]
La parte norte del Palacio Nacional está bajo la custodia de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Sus magníficos salones poseen un enorme valor artístico, además de la historia que guardan de nuestro país.
El despacho del Secretario de Hacienda, es un espacio hexagonal con dos libreros empotrados estilo moderno con reminiscencias del plateresco. La iluminación corre a cuenta de un candil francés y arbotantes en bronce. El piso es de parquet con diseño en cuadros y octágonos. Su plafón es de estilo Francisco I y tiene un lambrín en madera con racimos de uvas labaradas.
Al fondo del torreón norte, hay un elevador más moderno que el presidencial.
La Sala de Juntas del secretario tiene lambrines en los muros. Las puertas están encristaladas y biseladas en estilo clásico. En uno de los muros pende un retrato de Miguel Hidalgo y Costilla pintado por Tiburcio Sánchez en 1884.
El Salón de Recepciones o también llamado Salón Verde es utilizado también como sala de recesos en las convenciones de trabajo. Su estilo sobrio exhibe muchos objetos artísticos ente los que destacan los dos tibores austriacos de dos metros de altura estilo mayólica, de colores predominantemente en rojo y la sala de madera labrada y tapizados en brocado verde.
El Salón de los Escudos, o Salón de los Pasos Perdidos, como se le conoció anteriormente albergó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación entre 1825 y 1853. Después fue antesala del Salón Panamericano y hoy funciona como Sala de Recepciones de la oficina del secretario de Hacienda. En los muros se exhiben los escudos de algunas naciones americanas y las armas de varias provincias de la Nueva España. El decorado es al estilo Francisco I, con vigas coloniales de cedro. Posee un friso decorado con motivos vegetales en relieve. En la parte inferior de los muros, tienen lambrines de madera de encino.
En la planta baja se encuentra el Salón de los Retratos, que en la época virreinal fue el espacio destinado para la Cárcel de la Corte, a la que se entraba por una puerta más chica que la actual Puerta Mariana. A finales del siglo XIX se anexó a las oficinas de la Secretaría de Hacienda. En esta sala están exhibidos en sus muros los retratos de algunos destacados ministros de Hacienda y en otro muro hay una copia al óleo, hecha por Francisco de Paula en 1881, del Perdón de los belgas o "Intercambio de prisioneros".
Salón Panamericano[editar | editar código]
El nombre de este recinto se debe a que durante la presidencia de Porfirio Díaz, se llevó a cabo en este salón, el Segundo Congreso Panamericano de 1902, con 32 representantes de países de América Latina, cuyas banderas aún se exhiben en el recinto. Este congreso tuvo por objeto, adherirse a la Convención de La Haya, resolver los conflictos de manera pacífica y crear el Banco Panamericano. Está localizado en el tercer piso frente al Patio de la Tesorería y durante el porfiriato fue decorado en estilo neoclásico victoriano.
Es un rectángulo paralelo a la Plaza de la Constitución cuyos plafones están formados por casetones geométricos mientras el perímetro descansa sobre una bóveda de rincón de claustro apoyada en una cornisa de un entablamiento al rededor de los muros y capiteles. Tiene cinco ventanas que dan a la Plaza Mayor que están revestidas de cornisas en estuco. Los tramos del muro entre pilastras están revestidos con tapiz de seda. El piso es de parquet de diversas maderas con diseños en rombos.
En el centro del salón, al frente, hay un busto de Cristóbal Colón y cuatro de bronce de personajes destacados dentro del ministerio de Hacienda, como Matías Romero, Manuel Payno, Miguel Lerdo de Tejada y José María Iglesias. Dentro de los elementos decorativos encontramos las águilas republicanas con las alas extendidas y las iniciales R.M.de República Mexicana. También al centro del plafón hay un cordón rodeado por abejas en la parte central y cuatro escudos que representan la agricultura, la ganadería, la industria y el comercio. En el remate de las columnas se aprecian leones con cabeza de águilas. Esta remodelación fue diseñada por el arquitecto Antonio Rivas Mercado.
Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público[editar | editar código]
Recientemente ubicada en el ala noreste del Palacio Nacional, en la calle Moneda, se ubica la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Su arquitectura es muy semejante a los salones presidenciales. Para los remates de puertas y plafones se realizaron trabajos en estuco y yesería con motivos alusivos a la Secretaría de Guerra y Marina, como detalles de armas, escudos y brújulas, como un dios Poseidón cercado por varios delfines emergiendo de las aguas. en otros sitios sobresalen detalles nacionalistas del águila republicana del siglo XIX.
Salón Guillermo Prieto (Antiguo Salón de la Tesorería)[editar | editar código]
Este salón se inauguró el 21 de marzo del 1891, como Tesorería General de la Nación, pero hasta 1926, el arquitecto Manuel Ortíz Monasterio construyó el actual salón para instalar las oficinas de la Tesorería de la Federación, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles.
El salón exhibe varios estilos arquitectónicos, pero predomina el art decó. El piso tiene influencias del arte romano imperial, realizado en mosaico veneciano blanco, verde, negro y rojo. El plafón está cubierto con un tragaluz sobre trabes de concreto apareadas, terminadas en cartabón, que incluyen cabezas de león en relieve de bronce y bajorrelieves de magueyes en flor. Entre los pisos que forman la altura del salón se observan ventanas decoradas con motivos de hojas de laurel.
El gran espacio central se dejó habilitado para el público y se colocaron al fondo siete cajas con una cancelería tallada en caoba de estilo neobarroco. En el salón anexo se encuentran otra serie de dieciocho cajas de mármol con hierro forjado rematadas con lámparas que simulan mecheros de ónix.
Al interior del salón se encuentran dos bóvedas de acero construidas, una de ellas, por la compañía estadounidense Mosler International y se accede a ella por una exclusa fabricada por Remington & Sherman. Es de destacar que el salón no cuenta con ventanas, porque las paredes, los muros, el piso y el techo con tragaluces están protegidos con acero, al igual que los dos pisos de gavetas y las cajas de sus 231 compartimientos. La segunda bóveda, al sur del salón, fue elaborada en Hamburgo por H. C. E. Eggers Co. El interior contiene cajones empotrados en las puertas y una serie de gavetas en varias líneas, con muebles de cuatro o más compartimientos para depositar dinero y valores.
Biblioteca Fondo Histórico de Hacienda "Antonio Ortiz Mena"[editar | editar código]
Esta biblioteca se localiza en el ángulo noreste del Jardín de la Emperatriz, que fue inaugurada en 1928 de la manera que hoy se le conoce. Antes fue utilizado este espacio para diversos usos. Antiguamente ahí se instaló la primera sala de fundición en América o Herrería de la Real Casa de Moneda, que en una de sus ampliaciones se le construyeron tres grandes bóvedas, una central más amplia y las dos laterales más chicas, para lo que también sirvió de capilla en la época virreinal. Después de removida la Casa de Moneda del Palacio Nacional, fue el Taller de Impresión de Estampillas y Valores, y más tarde, fue utilizada como bodega de papel. Aún puede verse en su amplia belleza, lo que fue la fragua de la Casa de Moneda, hoy convertida en la estupenda Biblioteca de Hacienda.
La Nave cuenta con cuarenta metros de largo por casi siete de ancho. Está dividida por siete medias muestras que sostienen arcos torales. Tiene cinco grandes ventanas y los mismos tragaluces que permiten la entrada de luz natural, lo que lo ha hecho un espacio perfecto para todas las laboriosas tareas que ahí se han desempeñado a lo largo de estos siglos.
Escalera de la Emperatriz[editar | editar código]
La construcción de esta escalera fue ordenada por Maximiliano de Habsburgo a los arquitectos hermanos Agea. Se encuentra al norte del Salón de la Tesorería, junto al primer Patio Mariano. Cuando fue inaugurada, los constructores hicieron bajar por ella a todo el batallón de infantería a paso de carga, con el fin de demostrar su resistencia. Los escalones están apenas empotrados por un extremo en el muro y por el otro se apoya libremente sobre el siguiente peldaño, en un plano diagonal que corre a lo largo de la unta y que hace de cada elemento una dovela, así el tramo se vuelve un arco y los empujes quedan absorbidos en los apoyos. Luce un bello barandal de hierro forjado estilo siglo XVIII y los paramentos son de cantera.
Jardín Botánico o Jardín de la Emperatriz[editar | editar código]
En la parte sur del Palacio Nacional, se encuentra el hermoso Jardín Botánico o Jardín de la Emperatriz. Está justo detrás del Patio de Honor y su historia se remonta a la época prehispánica, ya que su espacio ocupa sólo una pequeña parte de lo que fueron los jardines de las Casas de Moctezuma y después de la Conquista, cuando Cortés destruyó esas casas, conservaron estos mágicos espacios, aunque en un tamaño más reducido.
En la época virreinal, los jardines fueron cuidados, limpiados y embellecidos y ahí celebraban grandes fiestas al aire libre. En el siglo XVII, se declaró Jardín Botánico, inaugurado en 1788.
En épocas del Segundo Imperio, ese jardín se conoce también como Jardín de la Emperatriz, ya que ella y su esposo el Emperador Maximiliano de Habsburgo realizaron varias reformas y obras de mejoramiento del mismo. Se dice que en esta época mandaron construir un invernadero de metal y cristal destinado a las especies de sombra, y adornaron el lugar con estatuas de bronce y fuentes de mármol.
Los Patios[editar | editar código]
En el Palacio Nacional hay diversos patios que son punto de distribución y encuentro de diversas épocas históricas, además de ser protagonistas de grandes ceremonias cívicas muy importantes.
Patio Central[editar | editar código]
Sobre el acceso principal del Palacio Nacional se encuentra el Patio Central. Se emplea actualmente para ceremonias especiales como la fiesta del "Grito de Independencia", o cuando se ofrece una recepción a los Jefes de Estado que visitan nuestro país. En este patio se conmemoró el centenario de la iniciación de la Independencia, el viernes 23 de septiembre de 1910.
Es de forma cuadrada y tiene diez bellos arcos en cada lado. Consta de tres niveles de arquerías que corresponden a cuatro pisos. Los arcos son de medio punto con impostas y arquivoltas, menos en el último piso que tiene un sencillo modulado clásico. Las puertas que dan a los corredores están unidas por zócalos de piedra, también los marcos. En 1926 comenzó la construcción del último piso bajo la dirección del arquitecto Alberto J. Pani, que remata el edificio con unas hermosas cornisas.
Al centro del patio, luce una hermosa fuente octogonal tallada en mármol de Carrara, que se corona con una escultura de bronce conocida como "Pegaso", obra del mexicano Humberto Peraza, que evoca las virtudes que debe tener un mandatario: inteligencia, prudencia y valor.
Esta fuente fue colocada en el patio, a manera de restituir una que existió en la época colonial y para darle un toque de elegancia y sobriedad. Fue diseñada en 1972 inspirada en antiguos grabados de la original. Para su elaboración se utilizaron piezas de bronce y mármol y es el centro del patio que en su piso se delinean unas angostas fajas de mármol de Santo Tomás.
El Patio central se comunica con los patios a los que da acceso la Puerta Mariana, al norte, mientras que al sur se encuentra el Patio de Honor. Y a la izquierda de la puerta central que da entrada a este patio, se encuentra la Escalera Principal con los murales de Diego Rivera.
Patios Marianos[editar | editar código]
Son tres patios que se localizan al norte del Patio Central y toman su nombre en honor del presidente Mariano Arista, quien ordenó en 1852 retirar el cuartel de esa área y construyó una puerta también conocida como Mariana, que conduce a la Plaza de la Constitución. Los patios están comunicados entre sí por unas arcadas. Todos ellos son de estilo neoclásico. En el primer patio se colocaron seis bustos de bronce de exministros de Hacienda: Miguel Lerdo de Tejada, Juan Antonio de la Fuente, Melchor Ocampo, Matías Romero, Luis Cabrera y Guillermo Prieto.
Mientras se efectuaban las obras de remodelación en el segundo Patio Mariano, se hicieron unos importantes descubrimientos arqueológicos correspondientes a las Casas Nuevas de Moctezuma. Se trata de los basamentos del antiguo palacio que hoy están debidamente conservadas y resguardadas, pero se pueden observar por una ventana arqueológica. El tercer Patio Mariano es más chico, lleva a la escalera que conduce al museo que rinde homenaje al presidente Benito Juárez.
Escalera de Honor[editar | editar código]
Esta monumental escalera permite la entrada y salida del Presidente de la República y sus invitados especiaels. Está ubicada en la parte oriente del Patio de Honor y también permite el acceso a las oficinas de la Presidencia de la República, a las cuatro Galerías: de Presidentes a los lados sur y oriente, de Emperadores al lado norte, de Insurgentes al poniente, así como a los salones de recepciones del tercer piso. Su arquitectura es sobria y elegante de trazos simples que constan de tres planos oblicuos, sustentados sobre arcos escarzanos de cantera. La construcción inicial contaba con un barandal es de fierro y escalones de mármol, que se sustituyeron entre 1940 y 1946 por mármol de cantera de chiluca y el barandal de fierro por una balaustrada de bronce.
Patio de Honor[editar | editar código]
El bellísimo Patio de Honor fue uno de los tres patios originales construidos en tiempos de la Colonia. Se llega a él a través de la puerta lateral del sur, llamada Puerta de Honor. Su forma es un trapezoide de pequeñas dimensiones y está rodeado de una arquería de cantera distribuida en tres niveles, que en realidad son cuatro pisos, por corresponder la planta baja y el mezanine a la parte inferior. Los arcos están cubiertos por cristales en su nivel medio, mientras que en los niveles inferior y superior, están abiertos los corredores al aire libre.
Las puertas y ventanas de la planta baja están ligadas con sus correspondientes del mezanine, muy a la manera de la arquitectura colonial. Por la arquería del segundo nivel, que corresponde al tercer piso, se pueden apreciar los cuadros de la Galería de los Emperadores.
Recinto de Homenaje a don Benito Juárez[editar | editar código]
Este recinto se encuentra dentro del segundo Patio Mariano y fue construido en las que fueron las habitaciones del presidente y su familia durante los últimos años de su vida. El museo que aquí se encuentra fue inaugurado por Porfirio Díaz el 18 de junio de 1887 y la placa conmemorativa se develó en la misma habitación donde expiró el presidente Juárez. Posteriormente, en 1891, con motivo del 84 aniversario del natalicio del "Benemérito de las Américas", se colocó una estatua del estadista, realizada por el escultor Miguel Noreña.
En 1957, con motivo de los festejos conmemorativos del centenario de la promulgación de la Constitución Liberal de 1857, el presidente Adolfo Ruiz Cortines inauguró un recinto para rendir un tributo al hombre y al personaje histórico que consolidó la República, convirtiéndose en la piedra fundamental del pensamiento político y social de México hasta nuestros días.
El Museo es una representación del ambiente cotidiano del presidente Juárez, su salón familiar, el despacho y su recámara. Guarda una valiosa colección de objetos, pinturas y documentos donados, en su mayoría, por los descendientes del presidente y muestra el escenario histórico y político que le tocó vivir al mandatario Juárez. Cuenta adicionalmente con una biblioteca especializada en temas relacionados con la Reforma y el imperio de Maximiliano.
Recinto Parlamentario[editar | editar código]
En el primer piso del Palacio Nacional, el Recinto Parlamentario fue el sitio donde se alojó la Cámara de Diputados durante gran parte del siglo XIX. Su construcción se inició en 1826, en el mismo lugar donde había una sala de representaciones teatrales usada en tiempos virreinales, llamada Salón de Comedias. Cuando la Cámara abrió en 1829, en su primer periodo de sesiones se llevó a cabo la toma de protesta de Vicente Guerrero como presidente de México. Otros episodios de la historia del país han tenido lugar en ese recinto, informes presidenciales, juramentos de presidentes, promulgación de leyes, decretos, reformas y códigos, entre los que destaca la Constitución de 1857.
Durante el impresionante incendio de 1872, el recinto quedó en cenizas, por lo que tuvo que ser reconstruido para honrar la memoria de la Constitución Liberal y los hombres que la promulgaron en el centenario de esa fecha. En 2002 se montó una exposición permanente en el vestíbulo de la Cámara, donde se muestran los códigos fundamentales que dieron origen a la República Mexicana, pinturas y documentos de los Constituyentes en las que plasman sus ideas más importantes.
La arquitectura del recinto es de influencia neoclásica y se recuerda el frontón exterior que originalmente resaltaba sobre los techos del Palacio Nacional. Se advierte en la decoración alguna influencia de la masonería en la vida política del país durante el siglo XIX, como las garzas, rosetones de ocho picos y el "Ojo de la Sabiduría", rodeado de 33 rayos dorados, que luce en la cúpula del salón.
Al centro de dos columnas, revestido de terciopelo rojo y ornado con una galería de cortinaje rematado con flecos dorados, se resguarda una copia facsimilar del Acta de Independencia firmada el 28 de septiembre de 1821. Bajo este dosel hay una mesa y tres sillones reservados para el Presidente de la Cámara de Diputados y sus secretarios. A los lados se encuentran dos podios para las intervenciones de los diputados y para dar lectura a los acuerdos en las sesiones de trabajo.
Museo Nacional de las Culturas[editar | editar código]
De la manzana que ocupa el Palacio Nacional, sobre la actual calle de Moneda, posiblemente uno de los más bellos es el edificio del Museo Nacional de las Culturas. Por su arquitectura y belleza fue declarado monumento histórico nacional el 9 de febrero de 1931.
En la época virreinal fue construido para albergar la Casa Real de Moneda o Casa Real de Fundición, establecida en la Nueva España en 1535. Siglos después, en 1852, resguardó parte de la Secretaría de Hacienda, en 1853 la Suprema Corte de Justicia y en 1865 el Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia. Tiempo más adelante, una porción del mismo fue ocupada por el Taller de Impresión de Estampillas y Valores y el Correo Mayor en 1885.
En épocas de Porfirio Díaz, se inauguró como Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía y años después se le añadió el Museo Militar. En 1944, el presidente Manuel Ávila Camacho fundó el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, a donde se llevaron las colecciones históricas que se resguardaban en este sitio. Durante más de veinte años, el edificio resguardó al Museo Nacional de Antropología, hasta que en 1964, fue llevado a las actuales instalaciones en el Bosque de Chapultepec. Hasta el año de 1966, el citado inmueble fue convertido en el actual Museo Nacional de las Culturas.
El paso del tiempo y la diversidad de funciones que el inmueble ha desempeñado, no ha impedido que en él se conserven todavía los rasgos originales de su arquitectura original. El corredor que conduce a la entrada del edificio tiene un par de arcos y escaleras enmarcadas por arcos menores.
En la fachada sur se aprecia un portón de elaborada herrería y la imagen de Felipe V, arcos y ventanas cerradas con un muro ciego. La fachada norte tiene tres niveles de balcones enmarcados con cantera, el central con un escudo, en la parte superior, seis gárgolas de piedra en forma de león y en algunas fachadas se observan relojes de sol tallados en cantera.
El Museo Nacional de las Culturas cuenta con catorce salas dedicadas a: la Prehistoria, Mesopotamia, Egipto, Israel, Grecia, Roma, Arqueología de América, Mares del Sur, China, Japón, Corea, África, Norteamérica y Sureste de Asia. Su objetivo es mostrar la gran pluralidad de culturas en el mundo. [2]
Historia[editar | editar código]
Siglo XVI[editar | editar código]
La Ciudad de México-Tenochtitlan[editar | editar código]
Fundada dos siglos antes, el 13 de marzo de 1325, a la llegada de los conquistadores europeos la gran ciudad de México-Tenochtitlan era una creciente metrópoli en su máximo esplendor. Contaba ya con una extensión entre 10 y 15 km2 y entre 150 y 200 mil habitantes, extendiendo su poderío hacia el sur hasta zonas remotas de América Central. Era una bellísima urbe ubicada en una isla al centro de un sistema lacustre, que se comunicaba hacia las orillas por calles de tierra bien trazadas e innumerables canales y acequias donde circulaban únicamente canoas, complementada por pequeñas veredas de tierra firme que corrían entre ellas. Las 4 calzadas principales de la ciudad eran rectas, de varios kilómetros de largo por 20 metros de ancho aproximadamente, servían para agilizar la circulación peatonal y las mercancías que no podían transportarse por agua; eran lo suficientemente altas para salvar la superficie del lago y tenían varios cortes unidos por puentes que facilitaban el cruce de los demás transportes acuáticos. Estas calzadas eran, al sur la de Iztapalapa, sin duda la de mayor tráfico, que comunicaba con los pueblos de Coyoacán, Churubusco, Iztapalapa, Xochimilco y Chalco, al norte la que comunicaba con otra calzada hacia el Tepeyac, al poniente la de Tacuba y al oriente, una calzada corta que remataba en un embarcadero en el señorío de Texcoco.[3]
El propio Hernán Cortés, en su Segunda Carta de Relación enviada al Rey Carlos V, menciona la existencia de esta gran ciudad que aún no conocía: "Enviada a su sacra majestad del emperador nuestro señor, por el capitán general de la Nueva España, llamado don Fernando Cortés, en la cual hace relación de las tierras y provincias sin cuento que ha descubierto nuevamente en el Yucatán del año de diez y nueve a esta parte, y ha sometido a la corona real de Su Majestad. En especial hace relación de una grandísima provincia muy rica, llamada Culúa, en la cual hay muy grandes ciudades y de maravillosos edificios y de grandes tratos y riquezas, entre las cuales hay una más maravillosa y rica que todas, llamada Tenustitlan, que está, por maravilloso arte, edificada sobre una grande laguna; de la cual ciudad y provincia es rey un grandísimo señor llamado Mutezuma [...]".[4]
Y ya después de haber conocido la gran ciudad, la detalló así: "Dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras,[...] y en dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas. Y la una de estas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada.[...]. Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada, y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquiera parte que quisieren entrar a ella, hay dos leguas. Tiene cuatro entradas todas de calzada hecha a mano, tan anchas como dos lanzas jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba".[5] Porque para dar cuenta, [...] de las grandezas, extrañas y maravillosas cosas de esta gran ciudad de Temixtitan, del señorío y servicio de este Mutezuma, señor de ella [...] serán de tanta adminación que no se podrán creer.[6]
Los mexicas vivían y cultivaban sus productos agrícolas en chinampas sobre el lago, método de cultivo sumamente productivo que permitía explotar al máximo las limitadas porciones de terreno con un rendimiento muy alto, de tal manera que además de ser sus casas, eran también su método de manutención y comercio. Había dispuestos por varios puntos de la ciudad, embarcaderos para desplazar sus mercancías y grandes plazas o mercados llamados tianguis donde podían realizar ventas o intercambios comerciales. En épocas de mayor florecimiento de su economía, incorporaban a su vida social la producción artesanal.[7]
La ciudad se organizaba a partir de un cuadrángulo donde se encontraban los adoratorios de sus dioses, el espacio sagarado, un vasto conjunto ceremonial en el que destacaba el Templo Mayor. El cuadrángulo estaba delimitado por un rectángulo que lo rodeaba donde la población llevaba sus ocupaciones diarias, el ámbito profano, los calpulli o barrios. Estos eran la base territorial de la ciudad y en ellas se desarrollaban las relaciones comunitarias, por medio de los barrios se pagaban los tributos a los señores, se repartían las tierras y se distribuían las tareas colectivas. Había cerca de 80 calpullis al rededor del centro ceremonial de la ciudad y estaban organizados por un grupo de ancianos que eran los responsables de distribuir la tierra a quien la labrara, recolectaban los tributos y organizaban los contingentes para las campañas militares que requiriera su tlatoani.[8]
Moctezuma Xocoyotzin[editar | editar código]
Moctezuma Xocoyotzin (en náhuatl Motecuhzoma Xocoyotzin, Moctezuma el joven), fue hijo de Axayácatl, sexto tlatoani mexica y Izelcoatzin, hija de Nezahualcóyotl, señor de Texcoco. Se destacó desde muy joven por su gran dominio de las armas y una exitosa carrera militar, en la que mantuvo una política enérgica hacia una sólida administración central y reguló el sistema tributario, por lo que a la muerte de su tío Ahuízotl durante la inundación en 1502, fue nombrado supremo gobernante o tlatoani de Tenochtitlan. Durante su mandato se enfocó en guerrear contra algunas regiones enemigas que aún no acataban el sometimiento a su régimen, como los señoríos de Tlaxcala, Xoconochco y los purépechas, lo que nunca consiguió en definitiva.
Bernal Díaz del Castillo, en su libro Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, describió su personalidad de la siguiente manera: "Era el gran Montezuma de edad hasta cuarenta años y de buena estatura y bien proporcionado, y cenceño, y pocas carnes, y el color ni muy moreno, sino propio color y matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, y pocas barbas, prietas y bien puestas y ralas, y el rostro algo largo y alegre, y los ojos de buena manera, y mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor y cuando era menester gravedad; bañábase cada día una vez, a la tarde; las mantas o ropas que se ponía un día, no se las ponía sino de tres o cuatro días; tenía sobre doscientos principales de su guarda en otras salas junto a la suya, y éstos no para que hablasen todos con él, sino cuál y cuál, y cuando le iban a hablar se habían de quitar las mantas ricas y ponerse otras de poca valía, mas habían de ser limpias, y habían de entrar descalzos y los ojos bajos, puestos en la tierra, y no mirarle a la cara, y con tres reverencias que le hacían y le decían en ellas: Señor, mi señor, mi gran señor, primero que a él llegasen; y desde que le daban relación a lo que iban, con pocas palabras les despachaba; no le volvían las espaldas al despedirse de él, sino la cara y ojos bajos, en tierra, hacia donde estaba, y no vueltas las espaldas hasta que salían de la sala".[9]
El Palacio de Moctezuma[editar | editar código]
Pocos años antes de la llegada de los conquistadores y después de haber superado a sus propios aliados, Moctezuma se había convertido en el supremo emperador del Cem Anáhuac o "tierra firme" y centró todo el poder en su persona. Así que se dio a la tarea de organizar la construcción de las casas reales. Ocupó para ello toda la manzana de lo que hoy es el Palacio Nacional, más la actual calle de Corregidora, por donde corría la Acequia Real de Palacio, una parte de lo que fuera la Plaza del Volador y el recinto de la antigua Universidad, hoy el edificio de la Suprema Corte de Justicia de La Nación.[10]
Los relatos describen que contaban con 20 puertas de acceso que daban, gran parte de ellas, directo a la plaza y sobre la puerta de la entrada principal había un águila abatida por un tigre con las uñas dispuestas para hacerla presa. El palacio contaba con un una salida privada por un pasadizo hacia una acequia, por donde podría salir secretamente al lago.
Al interior estaban, la Sala de Audiencias, los tribunales, el recinto del Consejo de Guerra, las oficinas administrativas, almacenes, talleres y prisión para cautivos de guerra. Según los relatos de fray Bernardino de Sahagún, por información que le proporcionaron algunos indígenas supervivientes, había un Salón del Consejo o Tlaxitlan, donde el emperador escuchaba la opinión de los principales nobles y gente especializada en política y sociedad. Existían dos edificios para la atención de los problemas de justicia, uno para los nobles, tecpilcalli y otro para la gente común, teccalli.
Tenía un un número aproximado de cien cámaras, salas y aposentos muy grandes y lujosos para visitantes distinguidos y el mismo número de baños, que eran alimentados al igual que las fuentes de los patios interiores, de agua dulce que llegaba directo de los manantiales de Chapultepec a través de un largo acueducto. Sus bellas paredes interiores eran de mármol y piedra negra con vetas rojas, otras de piedra blanca y traslúcidas. Las cámaras tenían los techos de madera de cedro bien labrada, palma, cipreses, pinos y otras maderas, algunas estaban esteradas y muchas con paramentos de algodón, de pelo de conejo y de pluma.
Para su servicio contaba con más de mil mujeres entre esclavas, criadas y señoras, y para los alimentos contaba con cientos de jóvenes que llegaban a diario con frutas, carnes, pescado y vegetales para los platillos que se preparaban para él y toda su corte.[11]
En el palacio también se encontraban las reservas de grano que utilizaban para los años de las malas cosechas. En este lugar había representaciones de elementos asociados con la fertilidad y la abundancia. Estos graneros además de hacer la vida más segura para los pobladores del reino, eran también utilizados para proveer de alimento a los invitados especiales e ilustres de palacio.
Aquí un breve párrafo de la Segunda Carta de Hernán Cortés a Carlos V, mencionando el palacio:
"Tenía dentro de la ciudad sus casas de aposentamiento, tales y tan maravillosas que me parecería casi imposible poder decir la bondad y grandeza de ellas, y por tanto no me pondré en expresar cosa de ellas más de que en España no hay su semejable".[12]
Había un lugar muy hermoso, que se dice que era el más destacado, con un oratorio cubierto de gruesas placas de oro y plata adornadas con rubíes y esmeraldas. Contaba además con un lugar para la enseñanza de la música, el Mixcoacalli, donde reunían a los mejores músicos del imperio, salas de danza y teatro y un recinto para la planeación urbanística llamado Cuicacalli o Casa del Canto.
Como complejo deportivo-religioso, había un Tlachtli o Cancha de Juego de Pelota, con dos muros paralelos muy altos con unos aros de piedra, por donde hacían pasar la pelota. En este lugar le fue anunciado por los adivinos mexicas a Moctezuma que pronto vendría gente extraña, de donde nace el sol, para quitarle su reino y sus riquezas. También en este sitio, desde el mirador de su palacio, vio la señal en el cielo que corroboraba el funesto presagio.
Encuentro de dos Mundos[editar | editar código]
Los hombres de Cortés no detuvieron su camino ni dudaron en su anhelo de llegar hasta el corazón mismo de la tierra que querían para ellos. Sabían que para tomar estas tierras, deberían someter a la sede del actual imperio. Después de largos recorridos desde las costas, en los que se encontraron con diversos pueblos dominados por los mexicas, advirtieron del gran hartazgo que muchos de ellos tenían por el tremendo yugo que les representaba pagar los numerosos tributos al tlatoani Moctezuma. Cortés y sus hombres fueron conociendo tierras mexicanas ansiando llegar a la gran ciudad que le decían que existía más allá de las montañas, donde reinaba el Huey tlatoani. Durante su camino hacia la capital, Moctezuma, sabiendo ya de su llegada y tratando de evitar que siguieran adentrándose, les enviaba constantemente emisarios con regalos de oro, piedras, plumería y les invitaba a regresar a sus tierras, pero Cortés y sus hombres, lejos de desanimarse o acatar las sugerencias del emperador, observaban perplejos las muestras de la gran riqueza que se les aguardaba y llenos de avaricia y deseo de aventura, siguieron su destino hasta que finalmente llegaron a la gran Tenochtitlan.
Bernal Díaz del Castillo, en su libro Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, narra su llegada a la Ciudad de México y el memorable primer encuentro de Hernán Cortés con Moctezuma Xocoyotzin, el 8 de noviembre de 1519, de la siguiente manera:
"Íbamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y puesto que es bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían, unos que entraban en México y otros que salían, y los indios que venía a ver, que no nos podíamos rodear de tantos como vinieron, porque estaban llenas las torres y cués y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros. Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México".[13]
"Ya que llegábamos cerca de México, adonde estaban otras torrecillas, se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle de brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y el color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchiuis, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello. Y el gran Montezuma venía muy ricamente ataviado, según su usanza, y traía calzados unos como cotaras, que así se dice lo que se calzan; las suelas de oro y muy preciada pedrería por encima en ellas; [...] y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma, barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas porque no pisase la tierra. [...] Y como Cortés vió y entendió y le dijeron que venía el gran Montezuma, se apeó del caballo, y desde que llegó cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos. El Montezuma le dió el bienvenido, y nuestro Cortés le respondió con doña Marina que él fuese él muy bien estado; y paréceme que Cortés, con la lengua doña Marina, que iba junto a Cortés, le daba la mano derecha, y Montezuma no la quiso y se la dió a Cortés. Y entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margaritas, que tienen dentro de sí muchas labores y diversidad de colores y venía ensartado en unos cordones de oro con almizque porque diesen buen olor, y se le echó al cuello el gran Montezuma, y cuando se le puso le iba a [a] abrazar, y aquellos grandes señores que iban con Montezuma le tuvieron el brazo a Cortés que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio ".[14]
La Conquista[editar | editar código]
Moctezuma hospedó a los nuevos visitantes en el palacio de su padre Axayácatl, (hoy el edifico del Nacional Monte de Piedad) demostrando haberlos recibido en son de paz. Los llenó de atenciones y regalos, mandó a que los alimentaran bien y les pidió que descansaran, pero Cortés, sorprendido por el excelente recibimiento y ante la sospecha de que tenían un plan en su contra, tomó preso y sometió al emperador en su propia casa. Así ejerció el poder discretamente durante más de seis meses. El mismo capitán lo relata en sus propias palabras dirigidas al rey Carlos V de esta manera:
"En las cuales dichas cosas, y en otras no menos útiles al servicio de vuestra alteza, gasté de 8 de noviembre de 1519, hasta entrante el mes de mayo de este año presente, que estando en toda quietud y sosiego en esta dicha ciudad, teniendo repartidos muchos de los españoles por muchas y diversas partes, pacificando y poblando esta tierra. [...]" En esta gran ciudad estuve proveyendo las cosas que parecería que convenía al servicio de vuestra sacra majestad, y atrayendo a él muchas provincias y tierras pobladas de muchas y muy grandes ciudades y villas y fortalezas, y descubriendo minas, y sabiendo e inquiriendo muchos secretos de las tierras del señorío de este Mutezuma como de otras que con él confinaban y él tenía noticia; que son tantas y tan maravillosas, que son casi increíbles, y todo con tanta voluntad y contentamiento del dicho Mutezuma y de todos los naturales de las dichas tierras, como si de ab initio hubieran conocido a vuestra sacra majestad por su rey y señor natural".[15]
Es difícil entender cuál fue el misterioso motivo que tuvo Moctezuma para permitir la entrada de los extraños sin la menor contemplación hacia todos los lugares del palacio, incluso al los que eran exclusivos para su persona y dejarlos deambular por todas partes, además de dejarlos ir y venir por las tierras de pueblos cercanos comenzando su labor de conquista. Sahagún mencionaba que en la recámara de Moctezuma, llamada Totocalco o "Lugar de la Casa del Ave", los españoles se maravillaban con tantas riquezas y con absoluta desvergüenza tomaban todo cuanto les daba la gana mientras Moctezuma sólo observaba su burda conducta. Esto sin duda alguna, permitió a los conquistadores actuar con desmedida y creciente codicia y al no encontrar oposición a estas actitudes, se les hizo muy fácil tomar posesión y control de todo cuanto veían.
A principios de mayo de 1520, Cortés fue avisado en palacio por mensajeros de Moctezuma que habían desembarcado en las costas de Veracruz, unos navíos con cerca de 80 caballos, 800 soldados y algo de artillería. Diego Velázquez, gobernador en jefe de la isla Fernandina, había tenido noticias de los mensajes y cartas de relación que Cortés había enviado directamente al rey sin haberlo notificado a él primero, lo que tomó como una afrenta y celoso de sus intereses envió al capitán Pánfilo de Narváez y una nutrida tropa a detenerlo. Cortés le mandó entonces mensajeros para que mostrara la provisión del rey Carlos V, por donde debiese entregarle las tierras y que si alguna traía, que la presentase ante él y ante el cabildo de la Villa de la Vera Cruz. Pero como dicha provisión no existía, de inmediato organizó un contingente de indígenas aliados y guerreros españoles para ir al encuentro de Narváez al pueblo de Cempoala, donde se encontraba guarecido y antes de que se adentrara a la capital. Cortés llegó a Cempoala y esperó la noche para atacarlo por sorpresa, en breve batalla lo hizo preso y convenció después a muchos de sus seguidores a unírsele, argumentando que sólo él y sus hombres, estaban actuando al servicio de su Real Majestad Carlos V y que cualquiera de ellos que no se le uniera sería un traidor y tratado como tal.
Aprovechando la ausencia de Cortés en el palacio de Axayácatl, Pedro de Alvarado apoyado por los demás conquistadores y algunos indígenas tlaxcaltecas, sintiéndose cada vez más empoderados por la permisividad de Moctezuma, perpetraron la gran Matanza en el Templo Mayor en contra de numerosos nobles mexicas durante las fiestas del renacimiento de Tezcatlipoca. Esto encendió el repudio general entre el pueblo que comenzó una tremenda batalla dirigida por Cuitláhuac, hermano de Moctezuma Xocoyotzin y valeroso guerrero que ya empezaba a reunir a la gente para defender su ciudad de los intrusos y derrocar al temeroso tlatoani que parecía defenderlos a ellos en contra de su propio pueblo. Los españoles huyendo de la multitud se refugiaron en el palacio de Axayácatl, pero los guerreros mexicas bien armados combatieron con fortaleza prendiendo fuego a los 4 bergantines españoles y lanzando piedras con hondas y grandes lanzas hacia el palacio.
En Cempoala, Cortés fue notificado del ataque mexica, por lo que presuroso envío capitanes a Tlaxcala a reunir gente y salió de inmediato a la ciudad llegando por el extremo oriente del lago. En el poblado de Texcoco recibió un mensajero de Moctezuma que le pidía que no se enojara por el ataque perpetrado, que no era su voluntad haber hecho tal batalla, que esperaba que llegara pronto para seguir gobernando como antes y que él mismo calmaría a su pueblo para que terminara el enfrentamiento.
Cortés, ya más confiado, entró a la ciudad por canoa ese mismo mediodía del 24 de junio, pero extrañado por la soledad de los caminos y que todos los puentes de las calzadas se encontraban levantados, pero inocentemente pensó que era así por el temor de lo que habían hecho los mexicas en su contra y que entrando él los asegurarían de inmediato. Llegó a la fortaleza sin que alguien lo detuviera, fue recibido con gran alegría por su gente y sintieron que todo había pasado, pero al día siguiente un mensajero que había mandado Cortés a avisar de las buenas nuevas a Veracruz, regresó de inmediato y muy mal herido, gritando a avisarle que la gente por cientos venía de guerra a atacar el palacio nuevamente. Esa gran multitud llegó a los pocos minutos con gritos y alaridos de furia lanzando piedras, flechas y lanzas largas con mucha fiereza. Las batallas duraron varios días y los mexicas no aminoraron el ataque, que disminuía un poco por la noche, pero al día siguiente arremetían contra ellos con más bravura que el día anterior. Según las crónicas de Cortés, después de días de combate Moctezuma pidió que lo sacaran a las azoteas del palacio para hablarle a los capitanes mexicas con el objeto de convencerlos de detener la guerra y así lo hicieron, pero los combatientes continuaban lanzando piedras y alguna le dio en la cabeza hiriéndolo de muerte. Cortés hizo sacar su cuerpo ya sin vida para mostrarlo a la gente esperando que se dieran por vencidos, pero la lucha no cesó. Otras versiones sostienen que el gran Moctezuma murió sin que se supiera claramente si fue por alguna pedrada o si fue asesinado por los mismos españoles, para tratar de finalizar la batalla. Así que los intrusos, sin esperanzas de salir victoriosos, tuvieron que huir de la ciudad con tal de salvar sus vidas la noche del 30 de junio de 1520. Esta noche es conocida como "La Noche Triste", llamada así por los conquistadores en su derrota, pero justo es decir que fue una noche triunfal para el pueblo mexica, en la que obligaron a los españoles a abandonar su palacio.
Esa batalla estuvo llena de innumerables hazañas, heridos, muertos y estrategias de guerra por ambos bandos, pero en todas hubo grandes muestras de valor y patriotismo mexica defendiendo su ciudad. Cortés mismo narró a Carlos V, cómo en la huída intentó al mismo tiempo de salvar sus vidas, extraer los regalos recibidos y los tesoros sustraídos del palacio. Aquí un fragmento:
"y tomé todo el oro y joyas de vuestra majestad que se podían sacar y púselo en una sala y allí lo entregué con ciertos líos a los oficiales de vuestra alteza, que yo en su real nombre tenía señalados, y a los alcaldes y regidores y a toda la gente que allí estaba, les rogué y requerí que me ayudasen a lo sacar y salvar, y di una yegua mía para ellos y se cargó tanta parte cuanto yo podía llevar".[16]
Los españoles tomaron camino por el rumbo de Tacuba y se dirigieron hacia Tlaxcala guiados por un natural de ese pueblo aliado. Los mexicas los persiguieron todo el camino y les fueron haciendo la guerra hasta que hambrientos, heridos y maltrechos llegaron a Gualipán, en tierras Tlaxcaltecas el domingo 8 de julio de 1520, donde fueron bien recibidos y reparados.
Después de esta tremenda lucha en Tenochtitlan, el palacio fue retomado y limpiado de todos los destrozos, los cuerpos removidos y comenzadas las obras de reparación de los muros y torretas, fuentes y salones. Así se llevó a cabo la ceremonia de nombramiento de Cuitláhuac como nuevo tlanoani, ya enfermo de muerte debido a la terrible viruela que empezaba a azotar la ciudad. A la muerte de Cuitláhuac, fue Cuauhtémoc, hijo de Ahuizotl y primo de Moctezuma Xocoyotzin quien quedó al frente del pueblo mexica.
Durante los 10 meses de exilio de Cortés y sus tropas en tierras tlaxcaltecas, concibieron una estrategia de contraataque y en mayo de 1521 se instalaron a las orillas del lago, por la ciudad de Texcoco para comenzar un sitio naval contra Tenochtitlan. Suspendieron el suministro de agua potable que llegaba de Chapultepec y cortaron todas las entradas a la isla. Botaron trece bergantines en el lago para rodearla, desde donde atacaron con cañones. Cortés dividió su ejército de 8,000 indígenas tlaxcaltecas además de los guerreros españoles en tres grupos, desde el poniente Pedro de Alvarado, desde el sur Cristóbal de Olid y desde Iztapalapa Sandoval, además desde Chalco y Huejotzingo otros contingentes similares. La batalla mexica, ahora era contra el tiempo y su propia resistencia, ya que el enemigo no estaba al alcance para luchar cuerpo a cuerpo y su superioridad numérica era aplastante. Padecieron hambre y sed además del sufrimiento por la viruela, enfermedad desconocida en América que a esas fechas se había propagado sin control en la ciudad, supuestamente originado por un esclavo de raza negra que había llegado en las embarcaciones de Narváez, así que tras 80 días sitio quedaron absolutamente derrotados. Algunos historiadores sostienen que Cuauhtémoc deliberó con su Consejo la rendición con el fin de evitar mayores sufrimientos. Así que salió de la ciudad en una canoa por el rumbo de Tlatelolco, cuando fue capturado por el capitán García Holguín, hecho que define la Caída de Tenochtitlan en manos de los conquistadores el 13 de agosto de 1521.
Nacimiento de La Nueva España[editar | editar código]
Hernán Cortés en su calidad de gobernador y pese a las recomendaciones de los demás conquistadores que le pedían que lo hiciese sobre tierra firme, decidió establecer la ciudad española sobre las ruinas de México-Tenochtitlan. No habría mejor forma de imponer su superioridad, que hacerlo sobre las ruinas de la antigua ciudad para borrarla completamente y edificar sobre sus templos para sustituir la fe pagana por la fe cristiana y comenzar ahora, la conquista ideológica.
Los soldados españoles gozaban del triunfo y la emoción de apoderarse de espacios que nunca soñaron tener y se volcaron a disponer de indígenas para construir casas que recibieron por sus méritos en la reciente guerra. Pero al terminar la lucha, la ciudad había quedado destrozada. Los cadáveres, tanto de los caídos por ambos bandos, como de los muertos por la epidemia de viruela, estaban esparcidos por doquier provocando una pestilencia insoportable, por lo que Cortés ordenó abandonar algún tiempo la ciudad hasta que los indígenas la limpiaran y la dejaran en condiciones para ser habitada y reconstruida. Esta tarea duró varios meses de un indigno trabajo para los mexicas sobrevivientes. Trabajar en destruir su ciudad y sus templos, por órdenes de unos auténticos extraños que ahora eran los dueños de todo cuanto había, significó al mismo tiempo, destruir su propia identidad, su enorme orgullo de raza, toda su historia y tradiciones y ésto costó aún más vidas que la propia guerra. En pocos meses de ignominioso trabajo indígena, murió también el espíritu, el orgullo y la gloria, de la hasta esa fecha, indomable gran Ciudad de México-Tenochtitlan.
Mientras duraron las labores de limpieza, Cortés estableció su residencia temporal, unas leguas al sur en el vecino pueblo de Coyoacán y desde ahí empezó a despachar como gobernador, a repartir solares para sus soldados y a planear el trazo de la nueva ciudad con la ayuda de Alonso García Bravo y Bernardino Vázquez de Tapia, que proyectaron una Plaza Mayor al sur del Templo Mayor.
Como una de las principales preocupaciones de los conquistadores era la de preservar la seguridad de la ciudad que estaban eligiendo como su residencia, la primera edificación pública terminada fue el Edificio de las Ataranzas, construcción en la que guardaban los bergantines con los que asediaron la ciudad. Cortés afirmó que no había conocido ninguna que la igualara. Ese edificio de Ataranzas fue el que inspiró arquitectónicamente a diseñar los demás palacios y casas de los conquistadores, incluyendo la de Cortés.
Ya durante los días de la Conquista, Cortés se había apropiado de los fastuosos Palacios de Axayácatl y Moctezuma, que habitó alternadamente de 1519 a 1520 y ya consumada La Conquista, las adquirió oficialmente como una gratificación de la Corona española por los servicios recibidos. Estos dos edificios eran definitivamente los mejores de la ciudad, ya que el Templo Mayor no era habitable, en primer lugar, porque ese lugar estaba destinado para la construcción de la nueva catedral y en segundo lugar, porque su demolición fue la más lenta y complicada. Se dice que fue terminada hasta 1538 por la magnificencia de su edificación. A estas casas se le les llamó Casas de Cortés, la de Axayácatl (casa vieja) por ser la primera que se construyó y la de Moctezuma (casa nueva).
Así que, terminada la limpieza de la ciudad a principios de 1522, el emblemático Palacio de Moctezuma quedó totalmente derruido y sobre sus escombros, o aún más, utilizando algunos de ellos como cimiento, se comenzó en 1523 la construcción del nuevo edificio. Esta obra la planeó Cortés mismo, junto con Martín de Sepúlveda y Juan Rodríguez de Salas, quien realizó la traza original tipo español.
Se comenzaron a habitar las casas casi inmediatamente, dejando el pueblo de Coyoacán e instaló el Cabildo en la Casa Vieja en 1524. En este mismo año, Cortés tuvo que partir a Las Hibueras en busca de Cristóbal de Olid, para someterlo y disolver el plan que había urdido con Diego Velázquez en su contra. Para ésto, Cortés pensó haber dejado en buen resguardo la ciudad, la artillería y las atarazas a un gobernador suplente, con alcaldes y mayordomos para que nadie se alzase en México ni en otras provincias. A esta misión llevó a Cuauhtémoc y varios indígenas principales, quienes nunca más volvieron. Pero en ausencia de Cortés, nada tuvo orden en México y los encargados de guardarlo fueron víctimas de la codicia comenzando las traiciones y amenazas, tanto, que algunos tuvieron que salir de la ciudad con tal de salvar sus vidas y otros se apropiaron de la Casa Vieja buscando el tesoro que supuestamente se guardaba en ella. En 1526, ante el falso rumor de la muerte de Cortés, Gonzalo de Salazar, a quien dejó encargado de recaudar las rentas y los tributos en especie pertenecientes a la Corona, se apropió de su casa y de todo lo que había en ella, aclamándose Gobernador y Capitán General de la Nueva España, pero el 31 de mayo de ese mismo año, recibieron la noticia del regreso de Cortés y todos sus seguidores lo abandonaron inmediatamente. El Palacio Real, como era nombrado en ese tiempo, sufrió enormes deterioros en esas revueltas.
El emperador Carlos V le había otorgado a Cortés el cargo de Gobernador, Capitán General y Justicia Mayor de la Nueva España, pero fue notificado del desmedido lujo del que se rodeaba el nombrado gobernador y tratando de evitar una excesiva concentración de poder en sus manos, lo despojó de sus cargo y ante continuas pugnas políticas, la Corona optó por encargar el gobierno de la Nueva España a una Primera Audiencia presidida por Nuño de Guzmán, quien tomo para su despacho, la mismísima Casa vieja o Palacio Real, mandando quitar los escudos de armas de las fachadas. Ahí le inició un juicio de residencia a Cortés, que partió a España para defender sus intereses ante el rey, obteniendo cierto éxito en ello, al hacerse de unas cédulas para que le restituyeran sus bienes y el nombramiento de marqués del Valle de Oaxaca, con el que se confirmaban todas sus propiedades en 1528 y 1529. Sin embargo, en los hechos, las cédulas tuvieron poco valor y lejos de ver terminada su defensa, apenas estaba iniciando con ello.
Al llegar a México en 1530, se encontró con la sorpresa de que por mandato de la Reina quedaba prohibida su entrada a la ciudad, obligándolo a permanecer en Texcoco. Todas estas diferencias con la Corona eran de esperarse, por la desmedida autoridad que se adjudicó desde los primeros años de la Nueva España y cómo lo había aprovechado para hacerse de una fortuna incalculable y un poder político incomparable. Sin embargo la Primera Audiencia también cayó en excesos y corrupción y el rey nombró una Segunda Audiencia en ese mismo año, con diversos oidores, entre ellos el destacado clérigo Vasco de Quiroga y Sebastián Ramírez de Fuenleal como presidente, que fue instruido para pagar una renta justa por el uso del predio a Cortés y ordenado para que se trazaran las casas bajo la dirección de éste mismo. La Casa Vieja desde entonces fue conocida como Casa de la Audiencia y se le pidió a Cortés que él habitara entonces la Casa Nueva, es decir, la antigua casa de Moctezuma, misma que ya estaba en obras.
Estos años fueron de tremenda lucha con la Reina, tanto para defender sus propiedades, como las rentas que recibía por las tiendas de los portales, mientras al rey le mandaban constantemente cartas enumerando las enormes riquezas y suntuosas casas del marqués, al igual que lo acusaban de la tiranía que practicaba contra los naturales de la zona, para que le hicieran los trabajos de albaliñería, minería y otras tareas sin remuneración alguna, para la construcción de su nueva casa.
Todos estos argumentos, afirmaban contundentemente y dejaban patente ante toda la sociedad, que la autoridad en la Nueva España residía en los Reyes de España y no en las personas que los habían conquistado y la intervención de la Segunda Audiencia fue determinante en la protección de los indios, sobre todo en las tierras que estaban en la jurisdicción del marquesado de Cortés.[17]
El Virreinato. Gobernantes que intervinieron de manera importante en la construcción del Palacio[editar | editar código]
Antonio de Mendoza 1535-1550[editar | editar código]
La Segunda Audiencia no pudo resolver los conflictos pendientes y el inicio del virreinato como forma de gobierno cambió la historia de la propiedad de las casas de Cortés. El primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza, llegó a encargarse de los problemas más apremiantes, como la sublevación de los indios zacatecos en Jalisco, y por el momento, no le dio importancia a las propiedades en pugna, porque para eso aún estaba la Casa de la Audiencia. Pero más adelante, en 1537, él mismo acordó pagar a Cortés la deuda atrasada por las rentas y con la tranquilidad que le dio ese acuerdo, pudieron festejar en La Casa Real, Residencia Virreinal y Real Audiencia, las fiestas por la paz entre Carlos V y Francisco I.
La Casa Nueva entonces fue la sede del Gobierno del Estado y Marquesado del Valle de Oaxaca, ya que desde ahí despachaba Cortés los asuntos de gobierno, pero esos fueron tiempos de un importante asedio para el marqués. Inconforme por el nombramiento del virrey y por la política que éste inició en su contra, viajó nuevamente a España en 1540 para abogar por su persona ante el rey. A su partida, no quiso detener las obras de construcción de su palacio y dejó instrucciones a su mayordomo Francisco de Santa Cruz, que consultaran con Juan Rodríguez, porque con él había platicado la manera en la que quería que se construyera su casa. Además desde allá dispuso que lo obtenido de las rentas de las tiendas se gastara en la construcción del Hospital de la Concepción, que él había fundado y terminada esta obra, las ganancias se destinaran a colegio de Coyoacán. Quedó varios años en España esperando una respuesta, hasta que en su lugar encontró la muerte en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla en 1547, a la edad de 62 años. En su testamento, repartió sus propiedades y destinó dotes para sus tres hijas, entre otras disposiciones, como fueron las Casas de Cortés y el mayorazgo para su hijo Martín. Sus restos mortales fueron trasladados a México en 1566, donde permanecen actualmente.[18]
Martín Cortés, ahora segundo marqués del Valle, siguió gozando las rentas de la Casa Vieja y las tiendas mientras que el Palacio de Moctezuma aún estaba inconcluso. Aunque existía la traza original en planos, sólo tenía obra terminada en la parte frontal que daba a la Plaza Mayor por lo que empezó a sufrir ocupaciones clandestinas en las áreas baldías. En 1550 solicitó que se le reintegraran sus solares, pero el Ayuntamiento le solicitó los títulos de propiedad, mismos que no existían, por lo que no logró conservarlos quedándose sólo con la porción que estaba edificada.
Martín Cortés se vio en problemas económicos por diferencias con su hermano Luis y la herencia de su padre, al igual que con el pago de las dotes de sus hermanas. Así que, muerto el rey Carlos V en 1558, le solicitó al nuevo rey Felipe II en 1561, permiso para alquilar e hipotecar las propiedades. Felipe II, de manera muy astuta y queriendo obtener con esta situación un lugar apropiado para la sede del virreinato, le negó el permiso, pero a cambio le permitió vender a la Real Corona Española la Casa del Marquesado del Valle. En 1561 se concretó la operación por 34,000 pesos castellanos de los cuales se le descontaron 9,000 que le habían dado a su padre como anticipo para la exploración del Mar del Sur, que nunca se efectuó.
En 1562 finalmente la Corona Española tenía una sede para el virreinato. Don Antonio de Mendoza mandó el traslado inmediato de algunas dependencias y visualizó la oportunidad de construir ahí las habitaciones y oficinas para el virrey y para los oidores, almacenes de la artillería, cajas reales y la cárcel.[19]
Luis de Velasco y Castilla 1551-1564 (primer periodo)[editar | editar código]
Don Luis de Velasco fue el segundo virrey de la Nueva España y el primero en ocupar el palacio en 1563. Encargó al arquitecto oficial del virreinato, Claudio Arciniega, la continuación de la obra a partir de la original de Cortés, que contaba con tres patios y posteriormente con cuatro, contando con las últimas remodelaciones. Mandó a realizar la adaptación de las habitaciones de los virreyes y las que debieran hospedar a la Real Audiencia, para lo que mandó traer a doscientos indígenas jornaleros y 50 oficiales semanales, de las cabeceras de México, Tetzcoco, Tacuba y demás pueblos vecinos, según datos registrados en el Códce Osuna. En este tiempo se le empezó a llamar Casa Real, o Palacio Real, aunque aún tenía terrenos baldíos por construir.
Pero contrario a las expectativas que la sociedad novohispana tenía acerca de una gran remodelación del Palacio al estilo europeo, la Corona limitó los recursos para su edificación a 150,000 maravadíes y éstos deberían obtenerse de las sanciones económicas aplicadas a los súbditos en los tribunales y no disponerse de los fondos de la Real Hacienda. Para proveerse de recursos, el virrey planeó varias estrategias de renta de los lugares baldíos, que no le resultaron porque esos terrenos estaban en muy mal estado, además de que sufrían constantemente inundaciones que mantenían su suelo demasiado fangoso. El Palacio también sufrió en ese tiempo el resquebrajamiento de la sección norte. El virrey pudo estar en palacio muy poco tiempo ya que falleció el año de 1564, dejando un buen recuerdo por su justicia, energía y amor por los indios.[20]
Gastón de Peralta y Bosquet, marqués de Falces 1566-1568[editar | editar código]
A la muerte de Luis de Velasco, se trasladaron a vivir en palacio los oidores de la Real Audiencia y los terrenos de lo que había de ser la Cárcel aún no estaban definidos. Pero hubo un acontecimiento que aceleró su ubicación, ya que el antiguo dueño de la Casa Real, Martín Cortés, fue acusado de conspiración contra el Rey, entre otros hijos de conquistadores y encomenderos y su propio hermano Luis. Fueron encerrados como presos en el palacio, se colocaron rejas de hierro en las ventanas y dispusieron guardias para su resguardo. El nuevo virrey Gastón de Peralta, tuvo que enfrentar estos hechos, liberando a Luis Cortés y a un integrante de ese grupo de insubordinados llamado Simón Pereins, pintor flamenco al que le fueron encargados unos trabajos de decoración en los muros del palacio con escenas militares, que hicieron quitar al poco tiempo. Estas decisiones fueron motivo de la destitución del virrey en 1567 y fue mandado de regreso a España.
En ese tiempo de difícil atmósfera social, la cárcel fue terminada de construir a marchas forzadas. Se destinaron más de mil trabajadores para dejarla lista y poder albergar a los simpatizantes del movimiento de insurrección. Además las obras siguieron sin descanso para dar alojamiento con gran lujo a toda la corte virreinal y al aparato administrativo de la época.
Martín Enríquez de Almansa y Ulloa 1568-1580[editar | editar código]
Mientras el siguiente virrey llegaba a la Nueva España, el gobierno quedó bajo las órdenes de la Audiencia en la misma Casa Real. Ya durante la administración del virrey Enríquez de Almansa se hicieron remodelaciones muy importantes, como la construcción de la Casa de Moneda, para lo que mandó traer de la Casa Vieja la antigua fundición que existía desde tiempos de Cortés y la instaló en el Palacio Real estableciendo como asiento definitivo la casa de fundición y acuñamiento de la Corona. Para su construcción dispusieron del espacio norte del Palacio que daba a la calle del Arzobispado, que había permanecido baldío y se aprovecharon las grandes vigas y materiales de las ataranzas de Cortés que se estaban desmoronando y con ellas edificaron la citada Casa de Moneda. También se construyeron algunos locales comerciales. En 1576 ya se utilizaban para oficiales plateros, 50 tiendas como siempre estuvo planeado y estas rentas ayudaron a reunir recursos para continuar con los proyectos del palacio.
Bajo su mandato, llegaron nuevas órdenes religiosas a la Nueva España como las de los Hospitalarios de San Hipólito y la Compañía de Jesús. También creó formalmente el Tribunal del Santo Oficio o la Inquisición.
El Palacio Real fue creciendo, se construyeron habitaciones y oficinas del Virrey, también las de los oidores y funcionarios. Ahí se administraba justicia mayor, se concentraban los tributos al Rey, se fundían los metales preciosos, se acuñaban monedas y se concentraba a los responsables de los delitos graves.[21]
Álvaro Manríquez de Zúñiga, marqués de Villa-Manrique 1585-1590[editar | editar código]
En 1585, el conjunto de edificaciones dentro de Palacio era monumental, pero todavía había algunas actividades que demandaban construcciones y adecuaciones. Para el periodo de Alvaro Manriquez, se iniciaron otras obras en la Capilla Real, donde destacó la magnífica bóveda que terminó de construirse hasta inicios del siglo XVII.
Según los relatos del oidor Alonso de Zorita en sus escritos de "La Visión de la Historia de la Nueva España", en este año el palacio contaba con tres puertas que daban a la Plaza Mayor; la primera era la del virrey y la Real Audiencia, la segunda al lado norte, la más pequeña, daba acceso a la Cárcel de la Corte y la tercera para los oficiales de la Real Hacienda; había dos puertas laterales, la primera que daba a la calle del Arzobispado llamada "La puerta de los cuarteles del Parque" y la otra daba a la calle del Parque, llamada "Jardín del Parque". También contaba con cuatro patios; el primero de la Real Audiencia, habitaciones para los secretarios de lo civi y la Cárcel de Corte; el segundo de los aposentos del virrey con su capilla, sus salas de armas, oficios de los secretarios de gobernación y del crimen y un corredor con veinte arcos que terminaba en la huerta; el tercero de las viviendas de los oficiales de la Real Hacienda y el cuarto patio de la Casa de Moneda, que era un espacio abierto entre el Palacio y el Arzobispado.[22]
También se menciona la acequia que estaba a un lado del Palacio, que se aprovechó para hacer un canal por el margen del edificio, con puentes levadizos a modo de castillo medieval. Estaba planeada su estructura para que fuera toda una ciudad de intensa actividad. La salud de Manríquez se vio comprometida en 1580, por lo que pidió que lo relevaran del cargo y fue enviado al Perú.
Siglo XVII[editar | editar código]
Virreinatos en los que la apariencia del Palacio tuvo cambios representativos[editar | editar código]
Luis de Velasco y Castilla, marqués de Salinas 1607-1611 (segundo periodo, segunda etapa)[editar | editar código]
En estos tiempos los lujos iban creciendo. No obstante que la casa no tenía mucho refinamiento arquitectónico, su aspecto fue mejorando cada año debido a los trabajos constantes de remodelación, para darle a palacio el aspecto que la corte virreinal deseaba para sus expectativas.
Francisco García Guerra (arzobispo de México) 1611-1612[editar | editar código]
Cuando García Guerra era Fraile, tenía fama de ser una persona piadosa y humilde, que lo fue llevando a subir en las preferencias, tanto de la sociedad como del clero, hasta que llegó a ser arzobispo y después fue nombrado virrey de la Nueva España, se olvidó un poco su humilde postura. Durante su gobierno mandó construir una pequeña plaza de toros, donde se celebraban corridas cada viernes. Estaba ubicada en algún punto del espacio abierto de la calle del Arzobispado, donde el suelo era fangoso.
Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Galves 1621-1624[editar | editar código]
Cada virrey que habitó el palacio fue dejando su propia huella, desarrollando diversas obras de remodelación. Pero todo este trabajo desarrollado durante largos años y mediante el esfuerzo y trabajo de miles de obreros, artistas, decoradores y artesanos, se vio perdido en 1624. Disputas generadas por la lucha de los espacios de poder entre el alto clero y los representantes de la monarquía, en particular el virrey Carrillo de Mendoza con el arzobispo Juan Pérez de la Serna, provocaron un tremendo tumulto popular en la Plaza Mayor y particularmente en el Palacio Real el 15 de enero de ese año. Se agolpó una multitud en la Plaza Mayor gritando maldiciones al virrey y uno de sus allegados se refugió en el Palacio, provocando que la multitud se volcara ante las puertas del Palacio a disparar proyectiles que tomaron de la obra de la Catedral que estaba en construcción y antorchas que provocaron un gran deterioro en el edificio. Al día siguiente, el virrey no tuvo satisfacción con los hechos y provocó un segundo enfrentamiento, ahora ya preparado con una tropa bien nutrida que disparaba desde las azoteas. Esta vez encendieron las puertas y todo lo que pudiera arder en el Palacio, hasta que uno de sus adeptos lo convenció de abandonar el inmueble, así que tomó las ropas de algún muerto cualquiera y se vistió co ellas para salir del Palacio, confundiéndose con la gente, hasta llegar al convento de San Francisco para refugiarse. El Palacio quedó envuelto en llamas y los daños fueron invaluables, lo que no se quemó fue saqueado. El lugar quedó inhabitable y la Audiencia tuvo que volver a habitar la Casa Vieja de Cortés. Afortunadamente la Caja Real se salvó de la turba.[23]
Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralbo 1624-1635[editar | editar código]
En 1624 Pacheco y Osorio fue nombrado virrey, con la tarea apremiante de reconstruir el Palacio. El arquitecto encargado fue Juan Gómez de Trasmonte que dirigió las obras de reparación de la Casa de Moneda, azoteas, corredores y construyó un capitel para instalar el reloj principal. En 1628 se construyó el segundo piso el aposento del virrey, con doce balcones con barandales de herrería que daban hacia la Plaza Mayor. Al año siguiente, en 1629, la ciudad sufrió la primera gran inundación de la época colonial, por lo que el mismo arquitecto Gómez de Trasmonte tuvo que dirigir la reparación de los muros que se resquebrajaron por la terrible humedad y reedificó la cocina por completo. Y para 1931 se terminó la construcción en la esquina noroeste del Juzgado de Provincia. Estas modificaciones le dieron a la fachada su extensión definitiva, era una cuadra completa, de la Plaza Mayor a las calles de La Acequia (hoy Corregidora) y del Arzobispado (Moneda) a del Parque (Correo Mayor).[24]
Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Caldereita 1635-1640[editar | editar código]
Durante su administración se reedificó la Sala del Acuerdo.
Diego López de Pacheco, duque de Escalona 1640-1642[editar | editar código]
En este periodo se construyó cerca de la puerta norte, el famoso "Salón de la Virreina" y al centro de la fachada se levantó un remate coronado con almenas para resguardar el reloj principal.
Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque 1653-1660[editar | editar código]
El virrey Fernández de la Cueva decidió remodelar la sección de vivienda de los virreyes y encargó traer de España finísimas telas para los aposentos de su familia, amplió los accesos a los patios para comunicarlos, suprimió escaleras, reparó los ductos de agua para las fuentes de los patios y reparó el reloj principal. En una noche de 1659 los presos de la Cárcel de Corte incendiaron el techo de los calabozos, pero los guardias evitaron que el fuego se propagara hacia las habitaciones. Las reparaciones fueron dirigidas por Luis Gómez de Trasmonte, hijo del arquitecto predilecto de los virreyes, que había heredado el oficio de su padre.[25]
Antonio Sebastián Álvarez de Toledo, segundo marqués de Mancera 1664-1673[editar | editar código]
En esta administración se realizaron algunas reparaciones por las malas condiciones en las que se encontraba el palacio, debido a la gran inundación de 1629 y algunos temblores. La de la Casa de Moneda, que se había construido sobre terrenos fangosos de la Calle del Arzobispado, así que se apuntaló con troncos de ahuejotes, árboles de largos troncos traídos de Xochimilco. Otros reforzamientos se realizaron en toda la estructura de muros y torretas.
Algo importante que destacar, es que después del motín de 1624, se decidió que cada virrey se encargara de las adaptaciones y nuevas construcciones que se realizaran y el mobiliario y la decoración, era retirado al término de cada gestión. Pero no era así, cuando el nombramiento caía en obispos o arzobispos.
Gaspar de Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galves 1688-1696[editar | editar código]
El año de 1691 fue catastrófico para la Nueva España. La intensidad de las lluvias provocó la pérdida de los cultivos y por consiguiente un terrible desabasto general de maíz y trigo en todo el país, que afectó por igual a criollos, indios y mestizos. Por relatos de don Carlos de Sigüenzay Góngora en su relación del "Alboroto y motín de México, del 8 de junio de 1692", sabemos el virrey, previendo las consecuencias que la escasez podría provocar, ordenó surtir la alhóndiga de granos para hacer frente a la emergencia, pero el acto fue interpretado por el pueblo, como una medida de acopio y especulación. En consecuencia, el virrey dispuso el repartimiento de los granos, pero se originó una gran aglomeración frente a la alhóndiga, provocando un caos entre los desesperados hambrientos que se disputaban los granos. Los guardias trataron de imponer el orden aporreando a algunas mujeres que luchaban desesperadamente por conseguir alimentos para su familia, así que a alguien de la multitud, se le ocurrió armar un grupo de personas para ir a presentarle el cuerpo de una india de Tepito, supuestamente muerta por las agresiones en la alhóndiga, al arzobispo Francisco de Aguilar y Seijas, pero no lo encontraron, entonces el grupo se dirigió a la Casa Real a pedir cuentas al virrey, a quien tampoco pudieron localizar.
El grupo se dividió en dos y una parte fue a Tepito con el supuesto cadáver, mientras la otra parte se quedó en la plaza gritando maldiciones al virrey, mientras las piedras empezaron a caer por todos lados y a llover sobre el palacio; el personal de palacio trató de calmar la multitud auxiliado por algunos soldados, pero sólo encendió más el coraje de los indios que mató a dos subalternos, provocando la retirada del contingente hacia el interior del palacio, ordenando el cierre inmediato de todas las puertas. En la plaza, los dirigentes del levantamiento se armaron de material combustible de los puestos de madera de la plaza, la horca, y la picota[26], para arrimar a las puertas y quemar el palacio. El fuego avanzó por todas partes y en minutos todo el palacio estaba en llamas, alcanzando también los edificios del Ayuntamiento. Los amotinados aprovecharon para saquear todo lo que pudieron, cajones y pasillos, mientras los soldados, percatándose que era inútil seguir combatiendo, se dedicaron entonces a tratar de sofocar el incendio y salvar sus vidas. Otros voluntarios y vecinos de la ciudad ayudaron a salvar lo que se pudiera del patrimonio del palacio, documentos, ropas, joyas, muebles y algunos objetos que fueron llevados al Arzobispado, donde también se habían refugiado la esposa del Virrey, doña Elvira de Toledo, y algunas personas de su corte. Por la noche, ya terminado el terrible evento, entraron a la plaza, el conde de Santiago de Calimaya y otras personas enviadas por el Virrey, para evaluar los daños, que se estimaron en más de tres millones de pesos. Al día siguiente, el Virrey se presentó en la plaza y la muchedumbre lo recibió con vítores. De inmediato se dictó sentencia de muerte para algunos indios culpables del motín, que pudieron ser capturados la noche anterior. Con este evento, el Palacio Virreinal tuvo que entrar en proceso de reconstrucción y los virreyes se mudaron para volver a ocupar la Casa Vieja de Cortés.[27].
En este final de siglo, el Palacio Nacional se encontraba seriamente dañado por los constantes temblores y las persistentes inundaciones, ya que la zona de origen lacustre, parecía no querer ceder su naturaleza. La inundación de 1555 y en especial, la de l629, fueron el motivo de que se llegara a pensar si tendrían que mover la sede del gobierno hacia otra ciudad vecina como Coyoacán, Tacuba y Tacubaya, pero se insistió en la permanencia sobre la antigua Tenochtitlan, seguramente por motivos políticos, religiosos y culturales. Era importante para la autenticidad de la Colonia, establecerse en el mismo lugar de la ciudad sometida.
Los recursos para las obras, ya desde tiempos atrás, se habían convertido en una dificutlad, ya que la Real Hacienda había determinado que los gastos de remodelaciones del palacio, corrieran a cargo de cada virrey, por lo que, con permiso o sin él, se tomaron algunos recursos de la misma y la Audiencia hizo lo propio con recursos obtenidos de diversas multas e impuestos que se generaron para el proyecto, argumentando que todos habían participado en la destrucción del palacio, incluso, se pidieron precios favorables a los caleros de la zona y se cambió comida, por trabajo de miles de indios de los barrios vecinos.
El Proyecto fue encargado a Diego de Valverde, quien dirigió la administración de la obra y la inspección de los cimientos, junto con Jaime Francisco Franck, constructor del fuerte de San Juan de Ulúa, quien hizo algunas modificaciones al proyecto original. Los recursos que se necesitaban para la edificación del nuevo palacio eran tan altos, que las obras tuvieron que detenerse más de una vez por completo, hasta recaudar más fondos.
El Rey nombró a un grupo de arquitectos para supervisar las obras y la transparencia de las finanzas del arquitecto Valverde, que fueron todas cumplidas a satisfacción y aún más, los supervisores Juan Zepeda, Antonio Mejía y Pedro de arrieta, le encomendaron al mismo Valverde la demolición de toda la parte vieja del Palacio, para que fuese reconstruida bajo sus mismos procedimientos. En 1697, el nuevo Virrey José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma y de Tula, decidió habitar el palacio, sin haberse terminado siquiera sus habitaciones, por lo que puso más énfasis en terminarlas.[28]
Siglo XVIII[editar | editar código]
Virreinatos en los que la apariencia del Palacio tuvo cambios representativos[editar | editar código]
En la pintura panorámica de la Plaza Mayor de Cristóbal de Villalpando, se presenta la fachada del Palacio Real, donde se aprecia concluida la parte norte correspondiente a las habitaciones de los virreyes, mientras que la sección sur, se encuentra parcialmente levantada y con dos niveles aún por demoler. El pintor aprovechó para presentarnos la contrastante realidad en la que se vivía en la Nueva España. Unos privilegiados criollos que sostenían una vida palaciega a costa del trabajo y los recursos de la mayoría mestiza e india. El Palacio Real, con todas las comodidades, lujos, perfumes de maderas finas y limpieza y, por el otro lado, en La Plaza Mayor, los puestos de los comerciantes que habían improvisado letrinas públicas que usaban al aire libre sin ningún empacho, junto a puestos de comida llenos de olores a manteca quemada. Motivos suficientes para entender el por qué de los conflictos y levantamientos sociales.
Juan Francisco de Güemes, primer Conde de Revillagigedo 1746-1755[editar | editar código]
Un importante acontecimiento sucedió en el Imperio Español, que dio un giro importante a la vida de la Nueva España y con ella a la del Palacio Real. La casa de los Austria dejaba la Corona en manos de los Borbón, lo que representó para la Corona Española la época de mayor esplendor y bonanza. El Virrey advirtió que después de 62 años del motín, el palacio todavía no estaba terminado, así que dispuso planear mejor los recursos y disminuir la corrupción con la creación de las Intendencias. Comenzó la obra construyendo una gran Sala de Armas, ante la amenaza de guerra con Inglaterra.[29]
En esta época, la amenaza de destrucción la representaban los temblores, que despertaron inquietud entre los habitantes de la ciudad. En 1787, hubo un gran movimiento telúrico que dañó fuertemente el Palacio Real en su conjunto. Las paredes se cuartearon y se quebraron muchos arcos.
Juan Vicente de Güemes y Pacheco, segundo Conde de Revillagigedo 1789-1794[editar | editar código]
Al llegar al poder virreinal, en 1789, el Palacio también requería de obras urgentes. Pero en esta ocasión, el Conde, con una especial sensibilidad social, pensó que las obras en torno al edificio no serían suficientes para mejorar el aspecto. El desorden y el caos prevalecían en la Plaza Mayor, las propias autoridades permitían que cualquier conductor entrara con su carroza a los patios para lavarlas en sus fuentes; en la planta baja se rentaban habitaciones como bodegas de los tenderos de la Plaza; las esquinas de los corredores eran utilizadas como letrinas, dando un olor, aspecto e insalubridad muy importantes y como no había alumbrado, al caer la noche, aquello era una guarida de ladrones. Así, que por primera vez, además de reparar los techos de los corredores, la fuente del patio principal, el reloj de la fachada y las salas del Cuerpo de Guardia de Infantería y diseñar el Jardín Botánico, se mandó construir de inmediato el primer alumbrado público tanto en las calles cercanas como en el propio Palacio, estableció el servicio de limpia en la ciudad y en los canales y reubicó los muchos cajones y puestos comerciales en los que se vendía una gran diversidad de artículos. En las ocasiones que se llevaba a cabo alguna ceremonia importante en la Plaza, los cajones los retiraban y se reintegraban al término de las mismas. Durante las festividades de la proclamación del Rey Carlos IV, en 1789, los cajones fueron retirados por última vez para dejar ahí desde entonces la Plaza del Volador, mercado que popularmente adquirió el nombre de El Parián.
Al final de su gestión, en 1794, su magnífica obra estaba a punto de culminar, y sin proponérselo, dejó el marco propicio para cerrar una etapa histórica muy importante en la Nueva España. El Virreinato.[30]
Siglo XIX[editar | editar código]
Los principios del México independiente[editar | editar código]
José Joaquín Vicente de Iturrigaray y Aróstegui de Gaínza y Larrea 1803 -1808.[editar | editar código]
En el año de 1808 llegaron las noticias al Palacio Real. El Rey Carlos IV había abdicado en favor de su hijo Fernando. Napoleón obligó a éste último a devolver la corona a su padre, quien fue forzado a su vez, a renunciar en favor del francés. Así nombró Napoleón como Rey de España a su hermano José.
La noticia conmovió a la Nueva España y se iniciaron de inmediato los conflictos para decidir lo que había que hacer, mientras el virrey hacía planes para reinar el nuevo país independiente con el nombre de José I. El 9 de agosto se llevó a cabo una junta con las autoridades y corporaciones, donde se pronunciaron muchos de los presentes en contra de esta idea. Francisco Primo de Verdad, expuso que a falta de un gobierno legítimo español, la autoridad residía en el pueblo y sus legítimos representantes serían los ayuntamientos y que ellos debían proteger los territorios hasta que Fernando VII fuera liberado, por lo que se le proclamó Rey a éste en la Plaza Mayor, en medio de grandes festejos. Este evento desencadenó numerosas diferencias sociales. Los criollos, en la eterna discrepancia frente a los peninsulares, pensaban que era momento de independizarse del Imperio Español y este fue el antecedente del ataque que sufrió el Palacio Nacional la noche del 15 de septiembre de l808, cuando los peninsulares poderosos del mercado de El Parián, apoyaron a un vizcaíno de nombre Gabriel de Yermo, para que con un grupo de criados armados, se apoderaran del Palacio y tomaran preso al virrey José de Iturrigaray y Arióstegui, llevándolo al Palacio de la Inquisición para hacer creer que lo detenían por hereje, mientras llevaron a su familia al Convento de San Bernardo.
Tomado el Palacio, la multitud se dedicó a su saqueo y destrucción de todo cuanto había, tratando de encontrar algo que incriminara al virrey en alguna conspiración.
Pedro Garibay 1808 -1809[editar | editar código]
Francisco Javier de Lizana y Beaumont (obispo de México) 1809-1810[editar | editar código]
Francisco Javier Venegas, marqués de la Reunión y de Nueva España 1810-1813[editar | editar código]
Félix María Calleja del Rey, conde de Calderón 1813-1816[editar | editar código]
Juan Ruiz de Apodaca 1816-1821[editar | editar código]
Juan O´Donojú 1821[editar | editar código]
México Independiente[editar | editar código]
Al triunfo de la Independencia, el Palacio Real cambió su nombre al actual, Palacio Nacional, dando por terminada la etapa colonial y abriendo una nueva etapa en la vida de México como nación libre, soberana e independiente. El aspecto exterior del Palacio en ese momento era imponente por sus dimensiones. La fachada principal tenía ciento noventa metros de largo, con numerosas ventanas perfectamente alineadas, rejas y balcones de hierro de Viscaya. El balcón central era lo más prominente en él, tenía un barandal de bronce desde donde se podían apreciar los espectáculos en la Plaza Mayor, reuniones de cofradías, desfiles y comitivas.[31]
El Primer Imperio Mexicano[editar | editar código]
El 28 de septiembre de 1821, un día después de la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, se proclamó la independencia del país en este recinto. El 4 de octubre de 1821, se crearon las primeras Secretarías de Estado: Hacienda y Crédito Público, Relaciones Exteriores e Interiores, la de Justicia y Negocios Eclesiásticos y la de Guerra y Marina.
El 24 de febrero de 1822 se inauguraron las sesiones del Congreso Constituyente recién conformado y el 21 de mayo del mismo año, Agustín de Iturbide prestó juramento en el congreso como emperador, supuestamente debido a que las masas habían pedido la corona para él y presionaron al congreso para instaurar la monarquía como una nueva forma del estado. Es así como el Palacio Nacional fue sede del Primer Imperio Mexicano.
El emperador Iturbide y sus aspiraciones monárquicas no tuvieron mucho éxito. El 31 de octubre disolvió el Congreso por una supuesta desobediencia y en su lugar nombró a cuarenta y cinco diputados. La oposición al gobierno del emperador fue muy vigorosa desde el principio, encabezada por Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, antiguos insurgentes que se sintieron engañados con su actitud. Antonio López de Santa Anna apoyó a los republicanos emitiendo el Plan de Casa Mata, con el que declaraba ilegal la elección del emperador, que finalmente fue lo que ayudó a que Iturbide depusiera su cargo el 19 de marzo de 1823 y posteriormente fuera expulsado a Italia.
Establecimiento de la República Mexicana[editar | editar código]
El 7 de noviembre de 1823, se inauguró el nuevo congreso, teniendo como resultado La Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos sancionada el 4 de octubre de 1824. El 10 del mismo mes, tomaron posesión los mandatarios elegidos, Guadalupe Victoria como presidente y Nicolás Bravo como vicepresidente.
La Constitución Mexicana, en su Artículo 4 establecía que "[...] la nación mexicana adopta para su gobierno la forma de República representativa, popular y federal"; asimismo, disponía que el supremo gobierno de la República se dividía para su ejercicio en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. De esta manera el Palacio Nacional se convertía en la sede del nuevo diseño institucional del país, albergando a las cámaras recientemente creadas. Entre otras disposiciones tras la Independencia de México, fue la creación de una sede para los poderes de la Unión. Así fue como se estableció que la Ciudad de México sería la capital del país el 18 de noviembre de 1824. Para ello se constituyó un Distrito Federal asignándole un círculo de dos leguas (8,800 kilómetros) a partir de la Plaza principal de la ciudad. La hermosa urbe contaba con 170,000 habitantes y las actividades se desarrollaban principalmente a rededor de la Plaza Mayor o Plaza de la Constitución, como se le empezó a llamar en el siglo XIX.[32]
Se comenzaron los trabajos de construcción de las cámaras. La Capilla de los Virreyes se modificó para alojar ahí a la Cámara de Senadores y la que había sido Sala de Comedias, se adaptó como Cámara de Diputados. Así, el Palacio Nacional se consolidaba como el núcleo más importante de la administración de la República Mexicana.
En 1828 se presentaron las siguientes elecciones presidenciales. Las posturas presentadas estuvieron representadas por Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero, quedando como triunfador el primero. Pero apenas unos días después de ser electo, Santa Anna le levantó exigiendo la sustitución del presidente electo por el General Vicente Guerrero, dando como resultado las numerosas revueltas y guerras civiles que se protagonizaron en México. En 1829 hubo un hecho determinante que enalteció la imagen del presidente Santa Anna. Una expedición española comandada por el brigadier Isidro Barradas desembarcó en Tampico con el objeto de reconquistar México. Santa Anna derrotó la tropa española, por lo que fue conocido como El héroe de Tampico. En este año, el país tuvo tres presidentes: Vicente Guerrero, José María Bocanegra y Pedro Vélez. De 1830 a 1832 el Presidente mexicano fue Anastasio Bustamante, en 1832 también subieron al poder sucesivamente, Melchor Múzquiz y Manuel Gómez Pedraza y en 1833, don Valentín Gómez Farías.
Las Intervenciones[editar | editar código]
Desde que se tomó la determinación, en 1831, de sacar la cárcel de Palacio Nacional, se hizo suponer que sobrevendrían acciones que dignificarían su aspecto y funcionalidad, pero la guerra civil de 1832 sumió al país en la quiebra, así que postergaron las reformas. Esta fue la época en la que Antonio López de Santa Ana, ocupó varias veces la silla presidencial con un congreso que peleaba por sentar las bases legales de la nación. Tomó el poder por primera vez el 16 de mayo de 1833 al 3 de junio del mismo año, por segunda ocasión, del 18 de junio al 5 de julio del mismo año, por tercera ocasión del 27 de octubre al 15 de diciembre del mismo año y por cuarta ocasión del 24 de abril de 1834 al 27 de enero de 1835. Cada vez que dejaba el poder, lo asumía su Vicepresidente Valentín Gómez Farías, su predecesor, y así lo hicieron alternadamente durante algunos años. A partir de 1833 fue el hombre de Palacio, aunque no viviera ahí, ya que las tareas de la administración las delegaba a su vicepresidente, él tomó las riendas del ejército nacional. Santa Anna prácticamente vivía en su hacienda en Veracruz, pero mandó reparar y embellecer las habitaciones presidenciales en el Palacio Nacional para darle majestad a su investidura.
En 1832 se suscitó un incidente que más adelante constituiría el principio de un gran conflicto internacional. Un restaurantero francés llamado Remontel, que tenía su negocio en Tacubaya, recibió alguna vez como comensales a algunos oficiales del presidente que consumieron unos pasteles se fueron sin pagar la cuenta, sin tener la versión precisa, parece que además ocasionaron algún daño en las instalaciones, por lo que el francés pedía una indemnización por sesenta mil pesos. Adicionalmente a este caso, hubo un fusilamiento de un ciudadano francés en Tampico acusado de piratería. La tensión entre ambos países ocasionó un conflicto llamado "La guerra de los pasteles".[33]
En 1835 asumió la presidencia de la República Miguel Barragán. La Nueva España se había convertido ahora en México, con la enorme totalidad de su territorio, mientras que España tardó en reconocer la independencia de todos esos territorios hasta el 28 de diciembre de1836, con los Tratados de Córdoba, firmados por Iturbide, en los que España conservaba Cuba, República Dominicana, Puerto Rico y las Filipinas. México tenía una extensión más grande que su capacidad de control sobre ella y por ese motivo Texas encontró suficientes argumentos para desear su independencia, por lo que comenzó su lucha para lograrlo.
1836 fue un año muy agitado; el presidente Barragán, muy querido por el pueblo mexicano, falleció en sus habitaciones de Palacio, apenas tres meses después de sentar las bases constitucionales hacia un régimen centralista en México. Santa Anna no tuvo tiempo de regresar a la capital, ya que la declaración de independencia de Texas lo puso al frente de las tropas para frenar a los rebeldes, mientras en la capital no lo esperaron para sancionar en la sede parlamentaria las Siete Leyes Constitucionales el 30 de diciembre de 1836, un nuevo código que además de anular el régimen federal abrió las puertas de Palacio a Anastasio Bustamante. Lo sucedió en el poder José Justo Corro, de 1936 a1937 y después Anastasio Bustamante de 1837 a 1839.
Primera Intervención Francesa[editar | editar código]
En 1838 no se había encontrado una solución al conflicto llamado "La Guerra de los Pasteles", por lo que Francia tuvo el pretexto perfecto para emplazar con diez barcos la Isla de los Sacrificios, amenazando con invadir el territorio si México no cumplía las condiciones y pagaba las demandas, plasmando un ultimátum con fecha de vencimiento al 15 de abril. Como no fueron aceptadas sus demandas, abrieron fuego contra el fuerte de San Juan de Ulúa y el Puerto de Veracruz, que fueron tomados finalmente el 21 de noviembre. Por parte del gobierno mexicano, no se aceptaron las demandas, por lo que declaró la guerra a Francia el 30 de noviembre de 1938 e inmediatamente pidió a Santa Anna ponerse al frente de las tropas ante la ofensiva francesa. Se dispuso inmediatamente a defender el país de la invasión francesa, pero su primera lucha tuvo resultados infortunados. Cuando las tropas desembarcaron dispararon sus cañones con los que hirieron a Santa Anna, perdiendo una pierna y algunos dedos de una mano, pero ordenó una rápida evacuación del puerto hacia la zona de Pocitos, donde se resguardaría la población y él se recuperaría de las heridas. Esto le dio gran fama y prestigio militar, lo que lo llevó de nuevo a la presidencia y asumió el poder por quinta ocasión del 23 de marzo de 1839 hasta el 10 de julio del mismo año, cuando tomó el cargo Nicolás Bravo por unos meses, después Anastasio Bustamante de finales de 1839 a 1841.
"La Memorable jornada del 15 al 27 de julio de 1840", se le llamo al episodio de la historia, cuando un grupo de militares que apoyaban el restablecimiento del federalismo asaltaron el Palacio Nacional. El Presidente Bustamante fue arrestado en sus habitaciones y los sediciosos se pertrecharon en el Palacio para responder al ataque de las tropas del gobierno. Después de 12 días de intensa lucha, los federalistas depusieron las armas. En este ataque, el Palacio sufrió grandes deterioros y saqueos; los balcones y muros mostraban las huellas del intenso tiroteo y el torreón sur quedó casi totalmente destruido. Bustamante fue sustituido por Francisco Javier Echeverría en 1841. Y por sexta ocasión, Santa Anna tomó el poder del 10 de octubre de 1841 al 26 de octubre de 1842. Lo retomó de nueva cuenta Nicolás Bravo de finales de 1942 a principios de mayo del año 1943.
Por séptima ocasión, regresa a la presidencia, del 14 de mayo al 6 de septiembre de 1843, cuando los Estados Unidos plantearon la incorporación de Texas a su territorio, por lo que Santa Anna, al no querer enfrentar la descalificación pública, se retiró de la escena política, poniendo de pretexto la muerte de su esposa, Doña Inés García y Martínez de Uscanga y a los 40 días del fallecimiento de su esposa, Santa Anna contrajo nupcias con Dolores Tosta y Gómez, creando un escándalo que contribuyó a aumentar su descrédito por lo sucedido con Texas y tuvo que exiliarse un tiempo en La Habana, Cuba.
Intervención Estadounidense[editar | editar código]
En 1844 estuvieron a cargo de la presidencia varios personajes. Por octava ocasión, Antonio López de Santa Anna del 4 de junio al 12 de septiembre, Joaquín de Herrera, Valentín Canalizo y José Joaquín Herrera. En 1846, fueron tres presidentes: Mariano Paredes y Arrillaga, Nicolás Bravo y José Mariano Salas.
Desde los inicios del siglo XIX el presidente Monroe había establecido los principios de la política exterior norteamericana, posición conocida como la Doctrina Monroe, resumida en la frase "América para los americanos". El ambiente de desorden político y social que reinaba en México, aunado al afán expansionista del presidente norteamericano James K. Polk, que ya había puesto los ojos en Alta California y Nuevo México, hacía del territorio mexicano un suculento botín. Los políticos mexicanos, que todavía se negaban a aceptar la Independencia de Texas y menos aún, su incorporación a los Estados Unidos de Norteamérica, fueron las causas del deterioro de las relaciones entre los dos países. Pero aún empeoraron más, cuando el gobierno mexicano no recibió al embajador norteamericano enviado a comprar los territorios mencionados por la cantidad de 15 millones de dólares. Polk presionó al Congreso para declarar la guerra a México, mientras otro incidente que aceleró el proceso para la declaratoria oficial, fueron algunas guerrillas entre contingentes estadounidenses en suelo mexicano, en los linderos del Río Bravo, que Polk astutamente hizo parecer culpable de ellas a México. Esto desató finalmente la guerra en mayo de 1846.
Iniciadas las hostilidades en el norte de la República Mexicana, el presidente Valentín Gómez Farías hizo llamar de nuevo a Santa Anna para tomar las riendas del conflicto armado, pero batalla a batalla se hizo sentir la diferencia, tanto del armamento, como de la preparación de las fuerzas de cada ejército. La "Batalla de la Angostura" fue la más cercana a tener éxito, pero se retiró inexplicablemente a un paso de derrotar a Taylor. En Veracruz perdió la Batalla de Cerro Gordo, por errores de estrategia militar. Santa Anna, se exilió en Colombia después de estas derrotas.
El humillante Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el que México perdió los estados de Alta California y Nuevo México, (hoy California, Arizona, Nevada, Colorado, Utah y parte de Wyoming), fue firmado por el Congreso a cambio de la cantidad anteriormente ofrecida por el gobierno estadounidense de 15 millones de dólares.
Del 2 de abril de 1847 Pedro María de Anaya toma la presidencia y repite Santa Anna por décima ocasión del 20 de mayo al 16 de septiembre de 1847. Y fue precisamente el año de 1847, de tristísima memoria, que como resultado de la invasión estadounidense, el 14 de septiembre se arrió la bandera mexicana que había dejado el gobierno de Santa Anna y se izó la de los Estados Unidos de América. La ciudadanía en la capital se indignó y no se hizo esperar la respuesta. Las calles se convirtieron en escenarios de lanzamientos de piedras que eran lanzadas desde las azoteas a los soldados invasores y de francotiradores ocultos en las torres de los templos, que disparaban causándoles considerables bajas.
La rabia alcanzó a personajes como el fraile Celedonio Domeco de Jarauta, que montado en su brioso caballo y una bandera trigarante en lo alto de su mano derecha, entró a la Plaza Mayor por la calle de Plateros, mientras una descarga de fusilería estadounidense, mayor a la que él lo acompañaba, logró dispersar la multitud. Las agresiones siguieron, por lo que el General Scott amenazó con volar las casas de los alrededores del Palacio Nacional, por lo que se lanzó una proclama, que se fijó en las esquinas, pidiendo calma a la población, mientras se lograba una negociación más favorable. Las agresiones se detuvieron, pero la población evitaba pasar por la Plaza para no sufrir la vergüenza y el coraje de ver la bandera yankee ondeando en su Palacio Nacional. [34]
Las mejoras en el Palacio Nacional entre las Intervenciones[editar | editar código]
En 1850, durante la presidencia de don José Joaquín Herrera, el General don Mariano Arista, en su carácter de Secretario de Guerra, comenzó a realizar algunas mejoras en el inmueble. Ordenó cambiar los accesos. A la puerta central y de Honor, se les adosaron garitones a ambos lados, quitando los viejos faroles y la herrería que los sustentaban. Y decidió desaparecer la discordante puerta de la Cárcel, que ya estaba convertida en el cuartel de la Guardia de los Supremos Poderes, cambiándola por una gran puerta, que debido a él fue nombrada como Puerta Mariana. Al interior, suprimieron las fuentes de los patios y uno de ellos, el que se conocía como Patio Arista, se embelleció e instaló al rededor de éste, los Juzgados del Ramo Civil. Don Mariano Arista gobernó de enero de 1851 a enero de 1853, y esta obra se concluyó a mediados de su mandato, en el año de 1852.
En su décimo primer y último periodo presidencial, Antonio López de Santa Anna estableció una dictadura terrible, respaldada por la aristocracia, el clero y el ejército. Además de suprimir la libertad de expresión, a través de un plebiscito fraudulento, se le nombró dictador vitalicio con el título de Alteza Serenísima, facultándolo a designar a su heredero. Muy sonado y penoso fue el caso, que durante los trazos de la frontera entre Estados Unidos de Norteamérica y México, se asignó el Valle de la Mesilla a México, pero como lo necesitaban para el paso del Ferrocarril Transpacífico, enviaron al general James Gadsden a ofrecerle al presidente diez millones de pesos, con el que se adjudicaron también ese territorio de 76,000 kilómetros cuadrados. Pocas fueron las mejoras en el Palacio Nacional debido a la inestabilidad económica que imperaba en el país, pero hubo también momentos de júbilo y fiestas para celebrar algunos acontecimientos. En 1853 hubo una muy sonada y opulenta, con motivo de la restauración de la Orden de Guadalupe, ofrecida por el conde De La Cortina, a iniciativa del presidente, que vestía con lujosas capas, adornos de oro, medallas y condecoraciones. Esta celebración comenzó a las diez de la mañana con un desfile hacia la Basílica de Guadalupe, encabezado por el "Gran Maestre", quien iba sentado en una elegante carroza tirada por seis caballos retintos, bajo la mirada en las calles del pueblo que contemplaba divertido el espectáculo de lujosos carruajes y cocheros. El recorrido terminó a las tres de la tarde, culminando con una gran comida y al día siguiente se llevó a cabo un gran baile de gala en medio de una fastuosa decoración y asistida por lo más granado de la sociedad de la capital, vestidos con uniformes militares y civiles, adornados con medallas, condecoraciones y excelsas joyas. El centro de atención era "Su Alteza Serenísima", sin imaginar que en menos de dos años estaría dejando esa vida de lujos y excesos que se daba a costa del sufrimiento y hambre de los mexicanos.
La proclamación del Plan de Ayutla, encabezado por Juan Álvarez, antiguo insurgente militado bajo las órdenes de Morelos, representó todas las inconformidades provocadas por la dictadura que calificaban de atentatorios de la independencia y libertad nacionales, pero Santa Anna pensó que podría sofocar la insurrección con facilidad, confiado en su leal ejército y de atraer con halagadoras promesas a don Ignacio Comonfort, integrante del movimiento de Ayutla, pero viendo lo inútil de su intento, abandonó el Palacio Nacional y huyó de la ciudad en 1855 hacia Europa. Ante la fuga del dictador, un grupo se dirigió al palacio con la intención de asaltarlo, pero la guardia armada lo impidió, por lo que entonces se lanzaron hacia las residencias de los antiguos ministros y saquearon de nuevo la capital, mientras se definía la situación política del país.[35]
Constitución de 1857[editar | editar código]
Los hombres del gobierno que surgieron de la Revolución de Ayutla, fueron una generación que intentaba borrar todo recuerdo del viejo régimen colonial. Deseaban crear instituciones modernas bajo un sistema republicano y democrático defendiendo por sobre todas las cosas, la libertad y el derecho a la propiedad, al trabajo y a la empresa como caminos para el progreso del país. Al triunfo de la revolución de Ayutla fueron designados como presidentes interinos, Martín Carrera, Rómulo Díaz de la Vega y Juan Álvarez Benítez, que fue nombrado por los representantes de las provincias y territorios reunidos en Cuernavaca. Ocupó el puesto del 4 de octubre al 11 de diciembre de 1855 y su máxima importancia radica en que bajo su mandato, el país inició la reforma liberal y se presentó la convocatoria para un nuevo Congreso Constituyente, que inició sus actividades en febrero de 1856. Integró a su gabinete a liberales destacados como Benito Juárez en el Ministerio de Justicia, Ignacio Comonfort en el de Guerra, Miguel Lerdo de Tejada en Fomento, Ponciano Arriaga en Gobernación y a Guillermo prieto en Hacienda. Todos ellos presionaron a Álvarez a proceder con toda energía en forma anticlerical. También dió a conocer la famosa Ley Juárez o Ley de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación del Distrito Federal y Territorios, misma que suprimió a todos los tribunales especiales, menos los eclesiásticos y militares. Estos acontecimientos no fueron del agrado de todos aquellos que vieron en las reformas una amenaza contra sus intereses y la presión social obligó al presidente a renunciar.
Ignacio Comonfort lo sucedió en el puesto y trató de suavizar el movimiento liberal. Se terminó de redactar la flamante Constitución de ideología liberal por el Congreso Constituyente de 1857 y fue jurada por el presidente Comonfort y miembros de su gabinete, entre los cuales estaba Gómez Farías, quien vio realiados los ideales por los que tanto había luchado, el 5 de febrero del mismo año, estableciendo las garantías individuales a los ciudadanos mexicanos, suprimiendo los fueros religiosos y militares.[36][37]
Esta constitución se inspiró en la filosofía de la Revolución Francesa y en la Constitución Política de los Estados Unidos de Norteamérica. Establecía un sistema republicano, representativo y federal dividido en tres poderes: Ejecutivo (con un presidente y un vicepresidente); Legislativo (el Congreso); Judicial (La Suprema Corte de y los Juzgados). Suprimía la reelección y dividía la república en estados y dos territorios.
Desde los balcones del Palacio Nacional se han festejado, hasta este momento histórico, cuatro Constituciones. En menos de setenta años se han escrito las de 1812, 1824, 1836 y en ese momento, la nueva de 1857. Una monárquica, otra centralista y dos federalistas. Sus historias siempre han estado ligadas al gran Palacio Nacional, que ha sido desde tiempos prehispánicos, el símbolo de los poderes políticos mexicanos.
La Guerra de Reforma[editar | editar código]
A partir de la promulgación de la Constitución de 1957, el clero consideró lesionados sus intereses y la atacó desde la misma sede pontificia. El Papa Pío IX declaró oficialmente que la Constitución y todo lo que se pretendía era una obra impía y un ataque a la religión, rechazando tales disposiciones y lanzando la excomunión para quienes juraban obedecer esas leyes. El clero mexicano secundó la crítica papal y exigió la retaractación para quienes ya hubiesen jurado ovediencia a la Constitución. En los hogares mexicanos, las madres, esposas e hijas presionaron a éstos para desconocer las disposiciones, entre ellos, el mismo presidente Comonfort. Como resultado de estos malestares generales, surgió la llamada Guerra de los Tres Años o Guerra de Reforma (1857-1860), que habría de resolver en los campos de batalla las diferencias ideológicas de los partidos mexicanos. El presidente en funciones era Ignacio Comonfort, quien inició su cargo el 1 de diciembre de 1857 y pese a que había jurado cumplir con la Carta Magna y debido a las presiones familiares y del clero, abjuró la Constitución, encarceló a los liberales puros más notables, entre ellos al Lic. Benito Juárez y quiso dar a su gobierno un aspecto conservador. Sin embargo, el 17 de diciembre del mismo año estalló en Tacubaya un levantamiento encabezado por don Félix de Zuloaga, de filiación conservadora, al grito de "Religión Fueros". Dicho Plan de Tacubaya desconocía el gobierno de Comonfort. Ante tales hechos, el Presidente nuevamente se amedrentó y admitió la Constitución y liberó a Juárez, que tenía en aquel entonces los cargos de ministro de Gobernación y presidente de La Suprema Corte de Justicia de la Nación. Como Comonfort fracasara en el intento de sofocar la rebelión de Tacubaya, renunció a la presidencia y fue a Veracruz, donde se embarcó para el extranjero.
Los conservadores, triunfantes por la rebelión de Tacubaya, se apoderaron del gobierno de la capital, poniendo como presidente al general Félix Zuloaga. Mas por ley, el señor Juárez, dados los cargos que ostentaba, era el Presidente legal de la República Mexicana en ausencia del presidente Comonfort. Consciente de ello, fue a Guanajuato, donde comunicó a todos los gobernadores de los estados la vigencia de su cargo ofical como Presidente de la República, disponiéndose a defender la Constitución a toda costa.
Así comenzó la Guerra de Reforma, en la que habrían de destacar como generales conservadores experimentados Echegaray, Woll, Robles Pezuela, Zuloaga, Miramón y Osollo, Márquez, Mejía y Cobos, mientras por parte de los liberales brillarían Mariano Escobedo, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza, Ramón Corona, Santos Degollado, Leandro Valle, Garza, La Llave, Miguel Blanco y Porfirio Díaz, hechos y madurados al calor de la intensa lucha.
Al llegar a Guanajuato, Juárez inició un amargo peregrinar acompañado por un grupo de amigos y colaboradores, quienes pronto fueron llamados "la familia enferma" por las condiciones modestas en que viajaban, dentro del histórico carruaje. En Guadalajara, Juárez estuvo a punto de ser fusilado, se embarcó a Manzanillo, tocó Panamá, Cuba, Nueva Orleáns y desembarcó en Veracruz, con el respaldo del gobernador de la entidad. La Guerra de Reforma, provocada por la Constitución, cobró gran importancia, destacando en ella militares notables por ambos bandos.
Obligado por las circunstancias, Juárez expidió Las Leyes de Reforma en Veracruz, cuyos principales ordenamientos fueron: separar la Iglesia y el estado, nacionalizar los bienes del clero , suprimir las órdenes religiosas, secularizar los cementerios, otorgar libertad de cultos, libertad de imprenta, secularizar los hospitales e instituciones de beneficencia y reglamentar la instrucción pública. Tales disposiciones recrudecieron la contienda y Miramón bombardeó Veracruz.
Por su parte, después del ordenamiento de estas leyes, Juárez oficializó los antiguos tratados internacionales pendientes y ordenó suspender el pago de las deudas por dos años, debido a la precariedad de la nación.
Como epílogo de esta etapa sangrienta, ocurrieron las muertes de tres destacados liberales: Ocampo, Degollado y Leandro Valle, que fueron arteramente ejecutados por los conservadores que se empeñaban en prolongar la lucha, hasta que Gonzáles Ortega obtuvo la victoria final en Jalisco.[38]
La Segunda Intervención Francesa[editar | editar código]
La suspensión por dos años del pago de la deuda exterior (82 millones de pesos) acordada por el Lic. Juárez, tras la Guerra de Reforma fue el pretexto perfecto que encontraron los países que deseaban expandir sus fronteras. Tal era el caso de Inglaterra, manifestado claramente durante la época victoriana, cuando se hizo de algunas tierras en los territorios de ambos continentes. Adicionalmente, la ambición de Napoleón III, quien por entonces gobernaba Francia, quien consideró fácil aventurarse a invadir nuestro territorio para convertirlo en una colonia y por último, el deseo oculto de España para volver a conquistar nuestra patria y vengar la expulsión de su ministro y de nuncio papal, ordenado por Juárez.
Además, las gestiones de malos mexicanos, como José María Gutiérrez Estrada, Juan Nepomuceno Almonte y José María Hidalgo, quienes desde hacía diez años suplicaban humildemente ante las cortes europeas el envío de un príncipe "que viniera a poner orden en nuestro país", más las intrigas de algunos extranjeros, como el hermano de Napoleón III y del banquero Jecker, aprovecharon la influencia de la española Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y consiguieron reunir en Londres una convención formada por Inglaterra, Francia y España en octubre de 1861, acordando firmar un pacto para la defensa de sus intereses, comprometiéndose a la ocupación de fortalezas y puestos militares, sin intervenir en la política interior de México ni en la posesión de zonas del país. Estados Unidos se negó a participar en dicho plan, ya que se encontraba muy ocupado en su Guerra de Secesión.
Como resultado de ese plan, en diciembre de 1861 desembarcaron en Veracruz seis mil doscientos soldados españoles procedentes de Cuba y en enero de 1862 Francia envió tres mil soldados e Inglaterra ochocientos marinos. Juárez comisionó a don Manuel Doblado , quien concertó con los representantes los Convenios de La Soledad; Inglaterra y España aceptaron las ofertas de pago y se retiraron de nuestro país, pero Francia se desentendió de dichos convenios y prosiguió la invasión atacando Puebla, que fue defendida heroicamente por los liberales encabezados por Ignacio Zaragoza el 5 de mayo de 1862. Esta victoria tuvo repercusión internacional y sirvió para demorar un año la invasión francesa. En 1863 Puebla fue sitiada de nuevo por los franceses. Defendida por González Ortega, capituló honorablemente tras dos meses de lucha. Los franceses entraron e la capital de la República, precedidos por los conservadores, nombraron una Junta de Notables que acordó ofrecer el trono de México a Maximiliano de Habsburgo. Como los invasores empezaron a desplazarse por el centro del país, el Lic. Juárez se dirigió hacia el norte.[39]
Segundo Imperio Mexicano[editar | editar código]
Porfiriato[editar | editar código]
Durante el mandato de Porfirio Díaz, que vivió también en este palacio, se reafirmó como el edificio del poder supremo de la nación y lo actualizó con los mejores lujos y avances de la época como energía eléctrica, teléfono e incluso un elevador eléctrico, sin embargo, por la demandante y compleja actividad del poder público de la creciente nación mexicana, el palacio tuvo muchos cambios para dar paso a la modernidad del país y fueron retiradas de palacio varias dependencias gubernamentales, dejando ya sólo las oficinas de la Presidencia de la República, las Secretarías de Hacienda y de Guerra, el Senado y dos cuarteles. En el año de l884, Díaz decide cambiar su residencia al Castillo de Chapultepec y a partir de esa época, Palacio Nacional se consolida como "El Primer Edificio de la Nación", cuando el mismo Díaz mandó traer la campana que hizo sonar el cura Miguel Hidalgo en la Parroquia de Dolores al iniciar la lucha de independencia y mandó construir especialmente un nicho arriba del balcón central para albergarla. La campana se tañó nuevamente el 15 de septiembre de 1896. Al final de su mandato, Díaz festejó el Centenario de la Independencia Nacional y mandó pintar la fachada de rosado, para entonces el palacio alcanzó el máximo de los esplendores.
Siglo XX[editar | editar código]
Durante los años de la Revolución Mexicana, el palacio fue testigo de los procesos democráticos del país, cuando el 6 de noviembre de 1911, después de nuevos comicios, fue proclamado en el Salón de Embajadores, Francisco I, Madero, como presidente de México, puesto al que fue obligado a renunciar tras el golpe de estado y cuartelazo conocido como la Decena Trágica y la cantera rosada de Palacio Nacional sufrió múltiples desperfectos con la pólvora de fusiles y cañonazos de los golpistas.[40]
La Casa de Moneda en el Palacio Nacional[editar | editar código]
Nuestra Casa de Moneda es un orgullo nacional, ya que fue la primera fundada por el Imperio Español en el continente americano. El motivo por el cual se fundó precisamente en suelo mexicano, fue que La Nueva España era la más próspera de todas las tierras conquistadas.
En tiempos de la Colonia, la fabricación de monedas era privilegio exclusivo del monarca, por lo que el Palacio Real reivindicaba su importancia por haber alojado esta institución bajo su seno. El manejo de los metales y la elaboración in situ de monedas circulantes, no sólo para la metrópoli, sino para el resto de Europa y buena parte de América, India, China y Filipinas, nos permite evaluar el significado de esta institución.
Antecedentes[editar | editar código]
En los primeros años después de concluida la Conquista, prevalecieron las costumbres y procedimientos originales de los habitantes de los pueblos sometidos a la Colonia y el cacao seguía siendo la medida de valor e intercambio comercial para el trueque de productos, servicios y mercancías en México. En estas actividades comerciales se empezaron a utilizar algunas monedas que los conquistadores trajeron consigo y algunas más que enviaron de España, pero los españoles solicitaron a la Corona, la fundación de una Casa de Moneda que pudiera acuñar monedas propias para estas actividades. La solicitud fue atendida hasta el año de 1535, en la que Juana de Castilla, conocida como "Juana la Loca" firmó en Madrid la Real Cédula para regular, establecer e iniciar las labores de la Casa de Moneda de la Nueva España, misma que fue enviada con el primer virrey, don Antonio de Mendoza, llegando a la Ciudad de México el 15 de octubre de 1535.
Su establecimiento original fue el antiguo Palacio de Axayácatl, después de Moctezuma, posteriormente de Cortés y confiscado finalmente por el Consejo de Indias para ubicar ahí las casas del Estado, al llegar el Virrey y la Real Audiencia, (a espaldas de lo que hoy es el Nacional Monte de Piedad). En este lugar, se estima que hicieron las primeras acuñaciones a principios de 1536, conforme a dicha cédula, que indicaba que se hicieran monedas de cuatro, tres, dos y un reales y fracciones de medio y un cuarto de real, bajo los mismos parámetros de peso, ley, cuño y armas de las fabricadas en las casas de moneda españolas. Éstas fueron de plata, pues estaba prohibida en ese momento, la acuñación en oro. Otros metales fueron utilizados bajo el criterio del Virrey. El cobre se utilizó, pero no tuvo muy buena aceptación. Es importante resaltar, que se estipuló que se incluyera como parte del diseño de todas las monedas, una letra M latina máyúscula, como distintivo de la fabricación de las piezas hechas en México. Pocos años después, se le agregó una pequeña le letra "o" , para poder distinguirla de las fabricadas en Madrid, a las cuales se les agregó una pequeña letra "d" o una corona. Este espacio funcionó por 26 años, hasta que se trasladó al edificio del Ayuntamiento en la parte sur de la Plaza Mayor, y se ubicó en lo que hoy es el edificio del Gobierno de la Ciudad de México, por la parte de la calle 20 de Noviembre, antes conocida como "Callejuela", y después llevó el nombre de Pasaje de la Diputación.
Instalación de la Casa de Moneda en Palacio Nacional[editar | editar código]
Finalmente se trasladó una esquina de las antiguas Casas Nuevas de Moctezuma, construidas por Hernán Cortés y compradas a su hijo Martín en enero de 1562 con el fin de ubicar la sede del Palacio Virreinal o Palacio Real y casas de Estado, quedando ahí desde 1569. La mudanza incluyó también las habitaciones del Virrey, su familia, servidumbre, más dependencias gubernamentales, militares, judiciales y civiles de la Nueva España.
La Casa de Moneda quedó instalada entre 1570 y 1571, en un solar baldío dentro del predio del Palacio Nacional, del lado nororiente, en la calle actualmente conocida como Moneda y que en aquellos años se llamaba Arzobispado, ya que el obispo fray Juan de Zumárraga estableció en la acera de enfrente el Palacio del Arzobispado desde 1530. Dicho movimiento permitió gozar de instalaciones más apropiadas, amplias y con la seguridad requerida para su resguardo, ya que se encontraba junto a las Cajas Reales. El edificio era modesto y en un principio trabajaban cerca de treinta obreros, que por falta de espacio, no habitaban en él, sólo el tesorero y el blanqueador. El edificio contaba con una fachada simple y simétrica, probablemente en dos plantas con cerca de 28 piezas de gran tamaño, distribuidas al rededor de un patio central con corredores sostenidos por columnas. Las hornazas se ubicaron en 8 cuartos donde se hacían los trabajos de laminado, afinación, blanqueamiento, corte y troquelado. Otros espacios fueron destinados para los trabajos de contaduría, bodegas y almacenes.
Durante los primeros años de la fundación de la Casa de Moneda en el Palacio Nacional, las monedas redondas que ahí se acuñaron fueron de buen acabado y realizadas a mano, con trabajo de martillo y llegaron a sumar el equivalente a 38 millones de pesos plata y 200 mil pesos en cobre. Estas monedas son conocidas con el nombre de Carlos y Juana, por llevar estos nombres bajo el reinado de Carlos I de España y V de Alemania y de su madre y regenta, Juana de Castilla.
De los años 1556 a 1733, hubo una gran producción de monedas llamadas macuquinas, cuyo nombre de origen árabe significa "de forma irregular", en las que se sacrificó el terminado de las piezas para poder cumplir con las enormes cantidades que la demanda exigía. Se siguieron labrando a martillo y recortando con tijera, aunque se cuidó que mantuvieran el peso y ley respectivos. Sus formas eran caprichosas e irregulares, pero al menos en algunas, cabían completos los diseños y las leyendas. Esta forma arbitraria daba oportunidad a que las monedas fueran raspadas o recortadas en sus orillas, modificando su valor, por lo que se acostumbraba a pesarlas para comprobar que su peso fuera el correcto. Esto dio origen al uso del vocablo "peso", para identificar la moneda de ocho reales o "real de a ocho", que era la moneda con mayor denominación en plata.
En 1565, la Corona Española decretó que los cargos o puestos de la Casa de Moneda se declaraban vendibles en subasta pública. Los puestos de tesorero, grabador, ensayador, fundidor y balanzario quedaban a disposición del mejor postor, siempre y cuando los solicitantes fueran aptos para ello, además se obtendrían de manera vitalicia y podrían ser heredados. Los puestos se cotizaron en muchos miles de pesos y significaba un negocio muy seguro con ganancias crecientes, por lo que las empresas que manejaban la Casa eran privadas. Pero en 1652 la Corona empezó a tener más control en los puestos importantes, como el de Jefe de Fundición y Maestro Ensayador, que debían ser ocupados por funcionarios reales.
Las monedas comenzaron a ser fechadas a principios del siglo XVII y en 1679, se obtuvo el permiso para acuñar monedas de oro con el nombre de "escudos" y con el mismo sistema español de octavos, como se acuñaban las monedas de plata. Las denominaciones fueron, de uno, dos, cuatro y ocho, con un submúltiplo de medio .El valor de cambio entre monedas de oro y plata era de una de oro por 16 pesos de plata.
La Casa de Moneda de México tenía una creciente demanda por el indiscutible valor de sus metales preciosos, especialmente la plata. La producción de monedas los primeros 20 años, que corresponden al reinado de Carlos y Juana, alcanzó el millón de pesos anuales, los siguientes 110 años de 1556 a 1665 en la que gobernaron Felipe II, III y IV, alcanzó un promedio de los tres millones, pero entre los años de 1665 a 1746 este promedio se duplicó. En 1706, el rey Felipe V intentó mejorar la producción y ordenó que implementaran un sistema de diseño francés de máquinas acuñadoras a volante.
La reconstrucción (1728-1734)[editar | editar código]
La llegada a la Corona Española de los monarcas de la Casa de Borbón en la segunda década del siglo XVIII, fue decisiva para el desarrollo de la Nueva España. El rey Felipe V, determinó nuevas políticas administrativas que coincidieron con el notable desarrollo de la minería de metales preciosos en el país, especialmente de oro y plata.
Estas nuevas ordenanzas autorizaban a la Real Hacienda a hacerse cargo de la emisión de monedas, suprimir la venta de puestos superiores, nombrar empleados a sueldo, entre ellos un superintendente que cuidara el buen funcionamiento de los procesos. Decidió que la compra de metales fuera directamente hecha con el erario público y que todos los funcionarios habitaran al interior de la Casa de Moneda, por lo que también hubo que ampliar el edificio. También envió un grupo de directivos nombrados por él mismo, como Nicolás Peinado y Valenzuela como director de la Casa de Moneda, Francisco Monllor como tallador y Alonso García Cortés como apoyo o teniente del director. Como superintendente a José Fernández de Veitia y Linaje, que estuvo frente a la Casa de Moneda hasta 1738. Los cambios fueron paulatinos, ya que tuvieron que liquidarse los contratos celebrados anteriormente con los particulares.
Con las nuevas disposiciones administrativas, quedaron concentradas las distintas actividades en manos de los funcionarios reales y con personal muy especializado en las tareas de acuñación, control, costos y utilidades de operación. La Casa de Moneda fue desde entonces, vigilada con más celo, porque de ella dependían no sólo los ingresos del erario, sino la estabilidad económica de la Corona.
Las obras de ampliación, más que en una remodelación, consistieron en una nueva construcción para dar cabida a la nueva maquinaria y a las habitaciones para los altos funcionarios. Para ello acudieron a Pedro de Arrieta, Maestro Mayor de Arquitectura y de la obra del Palacio Real y de Miguel de Herrera, otro experimentado maestro.
A finales de enero de 1731, el nuevo director Nicolás Peinado presentó un plano para la realización de la obra, que consistía en formar un gran cuadro por el oriente que hiciera esquina con la calle del Parque, hoy Correo Mayor, con el fin de regular los terrenos del Palacio Nacional de una forma más geométrica, para lo que tomaría parte de los terrenos del parque real, (33 varas), y además, se necesitaba comprar algunos solares o propiedades de casas contiguas. Las obras se iniciaron el 16 de abril del mismo año y tardaron cuatro años en dejarlas totalmente concluidas. Durante el primer año, el mismo Nicolás Pintado supervisó la construcción. Las obras de construcción de madera las realizó el maestro Lorenzo Rodríguez, el responsable de los volantes de "metal bronceado" fue Antonio Pareja y José de Aragón y Bernardino de Orduña, realizaron los trabajos de carpintería.
Cuando el Virrey visitó la obra en 1732, no la encontró de su agrado, por lo que se hicieron modificaciones y correcciones técnicas al proyecto, además convocó a un concurso para el diseño de la portada principal. El nuevo proyecto fue aprobado por el director Peinado, aún con su obstinada negativa y el Ingeniero Luis Díez Navarro, ganador del concurso para la portada se hizo cargo de la realización de la obra, contando con el valioso apoyo del experimentado cantero Bernardino de Orduña, que le sumó un aspecto más estético a la obra.
Las mejoras de estos años le permitieron emitir la moneda más bella de México, y sin duda alguna una de las mejores del mundo entero. Esta moneda de circulación mundial fue conocida como "Columnaria", ya que en una de sus caras ostentaba las célebres columnas de Hércules, que según la mitología romana indicaban el fin del mundo conocido a orillas del estrecho de Gibraltar. Las columnas tenían cintas con la leyenda "Plus Ultra", que significa "más alla" y simbolizaba la apertura al Nuevo Mundo. Entre ambas columnas se representaban dos círculos de los dos mundos, unidos por debajo con olas marinas y por encima adornados por una corona real. La leyenda era Utraque Unum, (de dos, uno) haciendo referencia a los dos mundos. La otra cara de la moneda ostentaba el escudo de armas español, las iniciales de los ensayadores, la denominación y el nombre del Rey. Durante los 40 años que circuló esta moneda, se acuñaron un total de 441´644,270.50 pesos, que equivale a un promedio anual de fabricación superior a los once millones de pesos. Esta moneda fue la antecesora directa del peso mexicano y fue considerada la primera moneda universal.
Estas monedas pudieron ser producidas gracias a las remodelaciones y modernizaciones efectuadas, que le permitieron reducir las imperfecciones y grabar de un solo golpe el anverso y el reverso, así como su canto, por los ingenios de los molinos, volantes, hileras, tornillos, cortes y cuños, que la dieron un carácter industrial a la acuñación. Y en esta época, se redujo la calidad del metal de 930.5 a 916.7 milésimas de plata, en las piezas de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.
Las obras se terminaron en noviembre de 1734 y así quedó completamente edificada la manzana que comprende el Palacio Nacional, en las que sus fachadas guardan proporción y simetría. Le correspondió al Virrey Juan Antonio de Vizarrón y a los miembros de la Real Audiencia, asistir a la ceremonia el 16 de diciembre, en la que hicieron la entrega de las llaves de la nueva Casa de Moneda. El dictamen de esa fecha decía que "...había quedado, fuerte, hermosa y magnífica, tal que Monarca alguno no tendrá en sus dominios semejante joya". Lo que podemos decir, es que La Casa de Moneda fue una de las grandes construcciones del siglo XVIII.
La nueva ampliación.[editar | editar código]
Desde 1772 se habían hecho patentes algunas necesidades de iluminación, seguridad y espacio, por lo que fue necesario trabajar en las oficinas, los talleres y las bodegas. Además las habitaciones de los operarios comenzaron a ser insuficientes. Por el año de 1770 se comenzaron los trámites y negociaciones para las obras, pero fue hasta la llegada del virrey don Antonio María de Bucareli, que se iniciaron, el último día del año 1772. La dirección estuvo a cargo del ingeniero militar Miguel Constanzó y del arquitecto Lorenzo Rodríguez, que ya para entonces era Maestro Mayor de la catedral y Real Palacio y constructor asiduo de las Casas por muchos años.
Para esta ampliación se utilizó el resto del terreno del Parque Real de Palacio, que entonces se llamaba Parque de la Moneda. Ese terreno lo había donado el virrey marqués de Croix en 1752 para las obras de la Casa de Moneda y terminaba en lo que hoy es la calle de Correo Mayor. También se utilizaron las instalaciones de la panadería, una parte del Cuartel de Inválidos, caballerizas y algún espacio de la Armería. Las obras comprendieron las nuevas oficinas de ensaye, las de molinos, volantes, rieles y máquinas y las de fundición de cizallas, afinación, blanqueamiento y reconocimiento de la plata, se mejoró la casa del tallador y su oficina. Sobre todo ello, se construyeron tres cañones de bóveda de arista, uno mayor al centro. Las obras de ampliación aumentaron el tamaño de la edificación en un 50%.
Estas obras se continuaron a lo largo de 10 años, en los que los temblores de tierra fueron determinantes para las suspensiones. La primera etapa se terminó el 8 de julio de 1780 bajo la supervisión de Constanzó y la siguiente etapa, supervisada por José Damián Ortíz de Castro concluyeron hasta el 10 de octubre de 1785.
Al concluir las obras de ampliación, llegó a la Nueva España el ilustre tallador Jerónimo Antonio Gil, nombrado por el rey como grabador oficial de la Casa de Moneda de México, con instrucciones de la corona para establecer en la propia Casa de Moneda una escuela de grabado y un museo anexo. Esta escuela de grabado se convirtió poco tiempo después, por Real Orden del 25 de septiembre de 1783, en La Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos (arquitectura, escultura y pintura), primera en América, que desde entonces se encuentra en ese sitio.
En estos años se realizó una transformación en el diseño de las monedas de plata de ocho reales, sustituyendo las columnas de Hércules por el busto del monarca español en turno. Estas piezas fueron conocidas como "peluconas" por la peluca que usaban los reyes. También se redujo un poco la ley de plata de esas monedas en una manera secreta e imperceptible. Se realizaron monedas de este tipo para Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, casi 900 millones de pesos de plata y más de 40 millones en oro, entre 1772 y 1821, años en los que se alcanzó la acuñación más alta del virreinato, con al rededor de 20 millones de pesos anuales.
Los superintendentes de la Casa de Moneda de México tuvieron un margen muy amplio de decisión en las obras de ampliación, pero no sólo en lo concerniente a las obras, sino que también mantuvieron una cierta autonomía en las decisiones, contrario a todas las demás instancias gubernamentales en la Nueva España, desde que se establecieron las Leyes Borbónicas. Según relatos del doctor Covarrubias, mantenían un reglamento propio, que para algunos parecía una cierta descentralización frente a Madrid.
Los últimos años. Siglo XIX[editar | editar código]
Tras la consumación de la Independencia de México y como resultado de los problemas que acarreaba el peligroso transporte de los metales preciosos hasta la Casa de Moneda en la capital, fue necesario ir creando casas de moneda provisionales en varios estados que, pocos años adelante, se transformaron en definitivas. Se conocieron como provinciales o foráneas. Esto terminó con el monopolio de casi 300 años de la ceca capitalina y provocó que su producción y utilidades decayeran en gran forma. El personal disminuyó y tanto el equipo como la maquinaria se fueron haciendo obsoletos. Con la maquinaria del siglo pasado, todavía se acuñaron 19 millones de pesos durante el Imperio de Agustín de Iturbide.
La descentralización provocó además que el lazo de dependencia de las provincias quedara roto, pues ya no estaban forzados a presentar su metal ante la Casa de Moneda de la capital. Adicionalmente, la maquinaria utilizada en la Casa de Moneda, había entrado ya en total retraso con respecto a las utilizadas en los demás países del mundo.
La Casa de Moneda estuvo dirigida entre 1815 y 1844, por Rafael de Lardizábal, Manuel Rionda, Ildefonso Maniau, Bernardo González Angulo, Díaz Moctezuma y José Cacho, a quienes les correspondió el trabajo de recuperación financiera. En 1824 se firmó un contrato para la adquisición de nuevos instrumentos de acuñación, pero la compra no se pudo llevar a cabo. En 1829 se utilizó el recurso de acuñar 600 mil pesos en monedas de cobre, conforme a autorización del Congreso General, que estipulaba fueran en denominaciones de cuartos, octavos y dieciseisavos de real. Estas acuñaciones duraron hasta 1837 y se intentó con ello recuperar el rango administrativo de la ceca capitalina.
Ya establecida la República, se siguió acuñando oro y plata con un cambio de diseño según decreto del 1 de agosto de 1823. Se estableció en el anverso un diseño común para todas las piezas, con el águila del Escudo Nacional, primero de perfil (1823-1824) y luego se utilizó durante muchos años de frente, con la leyenda de "República Mexicana". En el reverso de las de plata, que siempre fueron la acuñación predominante, se incorporó un gorro frigio radiante con la palabra "Libertad". Esto se conoció como el "resplandor" y siguieron exportándose a todo el mercado internacional.
Respecto a las adecuaciones en este siglo, su uso y su arquitectura, el edificio dejó de ser productivo y se fue desocupando para alojar diferentes oficinas administrativas. Incluso, ante la difícil situación económica, se intentó arrendarla a particulares de 1842 a 1846, pero hasta el 23 de abril de 1847 se pudo concretar un contrato con la casa de Felipe García y Compañía, que más tarde cedió su derecho a un ciudadano francés Alejandro Bellangé quien ratificó el contrato.
Al mismo tiempo, se intentaba el traslado de la Casa de Moneda a otro sitio, pero México atravesaba por tiempos muy complicados. En mayo de 1846 el presidente Mariano Paredes había ya firmado un decreto donde se ordenaba el traslado al edificio del Apartado del Oro y la Plata, situado a pocas calles al norte del Palacio, pero se retrasó por motivo de la guerra contra Estados Unidos, que ocupó el Palacio Nacional de septiembre de 1847 a junio de 1848. Durante la ocupación, se estima que se hospedaron al rededor de mil doscientos militares estadounidenses.
Concluida la guerra, en 1850 se reactivaron los planes de la mudanza al edificio que fuera del marqués del Apartado, donde además de la mudanza, se realizaría una renovación total de la maquinaria y equipo de la ceca. Finalmente La Casa de Moneda de México, abandonó el Palacio Nacional, después de pocos años de penuria, pero una larga historia de 280 años de fama, esplendor y abundancia.[41]
Los Frescos de Diego Rivera en los muros del Palacio Nacional[editar | editar código]
Algunas de las más excelsas muestras del genio y creatividad del maestro Diego Rivera han quedado plasmadas en los muros del Palacio Nacional. En 1929, a sus 43 años, en la etapa más productiva de su carrera pictórica y habiendo adquirido una enorme experiencia como muralista en obras públicas, recibió la invitación de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, por medio de su titular Luis Montes de Oca y por encargo del presidente la República, el licenciado Emilio Portes Gil, para realizar el proyecto de decorar los muros del Palacio Nacional.
El proyecto solicitado consistía en plasmar la historia de México en los diversos espacios que ofrecían sus muros, esto sin duda alguna implicaba una enorme responsabilidad para Rivera, por el compromiso que representaba decidir el aspecto gráfico del edificio más emblemático del país, pero la capacidad del maestro, sus convicciones, ideología y espíritu nacionalista, además de sus indiscutibles facultades artísticas, estuvieron en gran manera a la altura de la encomienda.
El nacimiento del Muralismo Mexicano[editar | editar código]
José Vasconcelos Calderón (1882-1959), destacado abogado, escritor y político oaxaqueño, se distinguió por ser un participante muy activo durante los últimos años de la Revolución y en la gestión presidencial de Adolfo de la Huerta fue designado rector de la Universidad Nacional de México. Desde esa plataforma política, pudo empezar a cumplir su idea de llevar a cabo una revolución cultural y educativa en México, que pudiera llegar a cada rincón del país sin importar la lejanía o el estrato social, así que desde ahí se convirtió en el más incansable promotor de la creación de la Secretaría de Educación Pública. Este proyecto se pudo realizar finalmente el 3 de octubre de 1921, siendo el primer titular al frente de la misma.
La idea de cultura y educación de Vasconcelos, comprendía todas las áreas del conocimiento, ampliadas a través de expresiones artísticas visuales. La experiencia adquirida en las universidades de Europa, le hacía querer seguir las pautas marcadas por la vanguardia educativa. De ahí surgió la inquietud de plasmar mensajes culturales en los sitios destinados a la educación, o por qué no, en cualquier lugar público donde se pudiera llevar algún mensaje de cultura y fortalecimiento de la identidad nacional. Para ello, comenzó por buscar artistas especializados en esta tarea, pero no había mucho de donde elegir. Realizó diversos ejercicios con pintores extranjeros sin buenos resultados, hasta que decidió acudir a pintores mexicanos que vivían en París y gozaban ya de cierto prestigio, entre ellos, Ángel Zárraga y Diego Rivera. El primer artista no aceptó la propueta, pero Diego sí lo hizo.
Así se le debe a Vasconcelos el gran impulso que generó entre estos artistas para la conformación de la escuela de Muralismo Mexicano. Autores como Guerrero, Fernández Ledesma, Montenegro y Diego Rivera, muy pronto continuada por José Clemente Orozco, Leal, Jean Charlot, Siqueros y otros, desarrollaron un movimiento cultural en esta capital, que ha dejado huella en la historia pictórica de todo el mundo.
Diego había crecido en México y estudiado en la Academia de San Carlos, donde se benefició de las enseñanzas de su maestro José María Velasco. Más adelante, promovida por el gobierno de Veracruz, le fue otorgada una beca para continuar sus estudios en Madrid, donde aprendió las técnicas de los "modernistas" españoles. Pero emocionado por las corrientes impresionistas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX y motivado por las nuevas tendencias pictóricas de la Vanguardia, se trasladó a París, donde tuvo oportunidad de inundarse del impresionismo de Cézanne, del simbolismo y finalmente su afiliación al cubismo promovida por Picasso y Braque. En ese círculo artístico se encontraba inmerso, cuando fue interrumpido por la invitación de regresar a México a participar en el proyecto de muralismo. De regreso a México para iniciar estos trabajos, tomó un tiempo para viajar a Italia con el objeto de especializarse en las técnicas de los clásicos, desde Giotto hasta Miguel Ángel, para las nuevas tareas que le deparaba su propio destino.
Llegando a México, realizó diversos trabajos entre los cuales se destaca su obra en el Anfiteatro Simón Bolívar y sus pinturas en la Secretaría de Educación Pública, donde su estilo ya alcanzaba la madurez. Al mismo tiempo, su ideología ya era más precisa y su contacto con personajes de orientación marxista y la masonería, comenzaron a definir el estilo de su obra.[42]
Escalera principal "Epopeya del Pueblo mexicano"[editar | editar código]
Diego realizó personalmente la obra, desde la investigación iconográfica, los dibujos preparatorios, la traza sobre los muros y la espléndida selección de colores para la composición. Partió de un enorme espacio donde se ubica la escalinata principal, con una rampa central, un descanso a media altura y dos rampas más a ambos lados, donde el muro frontal termina en la parte superior, con cinco bóvedas de lunetos. El mural de Diego ocupa toda la escalera, desde el rodapié, hasta los arcos de la bóveda, tanto el muro central como los dos laterales.
La composición temática se centralizó al frente con una emblemática águila vista de perfil, al rededor de la cual se despliega la historia de México, desde el Sitio de la Gran Tenochtitlán, hasta los primeros años posrevolucionarios. En el proyecto original el muro derecho representaba el mundo prehispánico, mientras el izquierdo contemplaba el éxito de la Revolución en el campo, la industria y el transporte, como lo apreciamos en los dibujos que de él se conservan. También se puede observar, que estaban proyectadas dos imágenes más bajo la escalinata, pero este proyecto no se llevó a cabo.
Las obras tuvieron que interrumpirse por un tiempo, pero cuando se reiniciaron en 1935, Rivera ya contaba con una cosmovisión diferente y el proyecto se vio modificado. Al retomar la obra, el nuevo presidente de la República era Lázaro Cárdenas del Río, lo que implicaba un nuevo ambiente de izquierda en el medio político nacional, con lo que se sintió confiado para incorporar una crítica al sistema capitalista y a la explotación de los trabajadores, inspirado en el concepto ideológico de Carlos Marx, acerca de la esperanza de un futuro más promisorio para la sociedad.
"Epopeya del Pueblo mexicano"(1929-1935)
Esta obra contiene toda la historia de México. Tiene una superficie total de 275.17 m2. La técnica es Fresco y es una de las más representadas de Diego Rivera porque representa el registro visual del paso del tiempo y la conformación del país, por lo que se ha considerado una de sus mejores obras y un paradigma de nuestra identidad nacional.
Muro Central u occidental (1928-1929)[editar | editar código]
El Sitio de Tenochtitlan[editar | editar código]
La lectura del fresco central debe comenzarse por la parte derecha, donde están dos soldados españoles, uno disparando un cañón contra la hoguera de fray Juan de Zumárraga en el lado izquierdo y el otro, disparando un arcabuz contra la ciudad.
La composición tiene como centro, al águila mexicana, que se inspiró en una piedra que se halló en 1926 en el Palacio Nacional, bajo los cimientos del mismo. En su pico, no ostenta la típica serpiente, sino un Atl-Tlachinolli, agua y fuego, señal de guerra, con serpentinas rojas que simbolizan el fuego y el signo del agua quemada.
Al rededor del águila, se distribuyen todas las demás figuras. Tiene un eje vertical principal que pasa a través de ella hasta la clave del arco central. Por debajo de ella está Hernán Cortés en armadura y casco adornado con plumas, sobre un caballo blanco blandiendo una lanza, entre diversos caballeros en lucha con espadas. Abajo de Cortés, Rivera presenta una de sus metáforas, con esta figura amarilla que representa a un tlaxcalteca empuñando una espada (arma española), como símbolo de su alianza con los conquistadores. En segundo plano, sobre Cortés, están los integrantes del ejército mexica, Cuitláhuac con su escudo e insignias y Cuauhtémoc, que aparece vestido como un águila, portando una honda con el brazo en alto. Entre ellos, de espaldas, un sacerdote indígena ofrece a los dioses un corazón sangrante. Junto a Cuauhtémoc dos hombres convocan a la batalla con un huéhuetl, y un caracol marino.
La Colonia[editar | editar código]
El Mural tiene dos ejes horizontales que organizan los temas y sus personajes. El primero, hacia abajo del águila, ocupa tres arcos y medio para representar el sometimiento de los indios por los españoles. En el segundo se representa la vida de la Nueva España, que pasa a la altura de las ménsulas de las bóvedas, donde se representan los hechos desde la Independencia hasta los tiempos posrevolucionarios.
La lectura de la historia novohispana debe hacerse de izquierda a derecha. A la izquierda, pasando un muro, se simboliza la derrota. Un español viola a una indígena y Pedro de Alvarado hierra con fuego a otra. Los indios se presentan sojuzgados cubiertos por harapos y cargando para ellos el botín. Levantan los nuevos templos y palacios. Aquí aparece otra figura de Hernán Cortés, con sólo un peto de acero y un jubón de corte vigilando las obras, a su derecha está la Malinche vestida con un huipil y abrazando a su hijo Martín. Abajo está el primer arzobispo de México, Fray Juan de Zumárraga, quien quema códices prehispánicos en una hoguera. Enseguida se representa a un virrey y a los miembros de la Audiencia, abajo dos ajusticiados con "sanbenitos" y junto a ellos Pedro Moya de Contreras, primer inquisidor de la Nueva España en 1571. A la derecha del águila están Fray Bernardino de Sahagún, gran investigador de las costumbres indígenas, fray Pedro de Gante, evangelizador y edudador colonial, Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán y fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios ante los comendadores. Se presentan indígenas desnudos, simbolizando su pobreza, abrazando al fraile que los defiende de Cortés. En el último arco, en simetría con el primero, se encuentra un grupo de indígenas con palas y picos destruyendo sus templos.
La Independencia[editar | editar código]
El periodo de la Independencia se representa en la parte superior del nicho o luneto central, donde está Miguel Hidalgo que en una mano sostiene una cadena rota y en la otra lleva el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Al pie del cura Hidalgo, Rivera pintó una vid con sus frutos y una morera con gusanos de seda, que representan las obras sociales que provocó el movimiento.
Abajo de Morelos, aparece un personaje mestizo con un sable en la mano derecha, un mosquete y un libro. Viste una media armadura y en el cuello luce una gola. Esta es otra de las metáforas de Rivera. El personaje puede ser Martín Cortés, el hijo del conquistador, quien supuestamente participó en una conspiración para liberar a la Nueva España del reino español en 1565 y Ribera lo pudo haber tomado como antecedente de la libertad.
A los extremos, en la parte inferior, hay dos grupos de hombres de espaldas, con calzón blanco y sombreros de palma. Simbolizan dos episodios; los de la izquierda representan la colonia, como miserables y los de la derecha como rancheros, con cananas y armas.
Al rededor de Hidalgo están los Insurgentes. Ignacio Allende, Josefa Ortíz de Domínguez, José María Morelos y Pavón que señala a Hidalgo, Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros. Mina lleva una bandera roja y una cruz. También aparece Leona Vicario y su esposo Andrés Quintana Roo, Agustín de Iturbide sosteniendo la bandera del ejército trigarante y Guadalupe Victoria, primer presidente de México en 1824, entre otros.
Por encima de ellos, se ve al general Emiliano Zapata, con un estandarte que anuncia su lema "Tierra y Libertad", junto a un obrero que señala el futuro promisorio de un México mejor para todos. Con él se representan también, Felipe Carrillo Puerto y el general Eufemio Zapata. En el grupo también se encuentran los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, de traje y con la banda presidencial.
La Dictadura de Santa Anna y la Reforma[editar | editar código]
Para ligar dos etapas de la historia, la Colonia y el México Independiente, Rivera utiliza un campesino cargando un hato de rastrojo. Al centro aparece el presidente y dictador Santa Anna, que ejerció el cargo por once veces, con un uniforme militar, banda presidencial y sus múltiples medallas e insignias ganadas en batalla. En la mano izquierda se apoya con un bastón y en la derecha empuña un cirio. Junto a él el obeso obispo Labastida. Arriba, los hombres de la Reforma, José María iglesias, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, "El Nigromante", Benito Juárez al centro del grupo, mostrando la Constitución de l857 y las leyes de Reforma. Juárez señala con el dedo una tiara episcopal; Ezequiel Montes, Francisco Zarco y Ignacio Comonfort y al extremo inferior. Valentín Gómez Farías. A la derecha, Juan Álvarez y Santos Degollado. Al fondo se ve una cúpula con un ojo, símbolo de la masonería y la destrucción de los conventos.
La Restauración de la República, el Porfiriato y la Revolución.[editar | editar código]
En este arco, los retratos son muy numerosos. Está el dictador Porfirio Díaz al centro, empuñando una espada, con un uniforme militar de gala, portando sus famosas condecoraciones, con su esposa Carmen Romero Rubio y el arzobispo Próspero María Alarcón. Junto a Días, Victoriano Huerta, también con un sable y al centro de estos dos personajes, aparece josé Yves Limantour.
En la parte inferior de los personajes nombrados, aparecen unas pancartas con reclamos sociales de esa época. A la izquierda, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada que luchó en la intervención francesa y Maximiliano, y junto el general Sóstenes Rocha.
Aparecen también, Justo Sierra, Gabino Barreda, Guillermo Prieto, el arzobispo Alarcón, Ignacio Mariscal, el general Carlos Pacheco, Manuel Doblado y Manuel Romero Rubio. A la derecha de Huerta, está el general Manuel Mondragón, Weetman Pearson, magnate petrolero inglés, y los iniciadores de la revolución socialista, Enrique y Ricardo Flores Magón, Librado Rivera y Juan Sarabia. Abajo empuñando un rifle, el general Antonio Il Villareal.
Al otro extremo, Francisco I. Madero, con la banda presidencial, y José María Pino Suárez, con su asesino Victoriano Huerta. Al rededor, vemos a José Guadalupe Posada, José Vasconcelos y el general Eulalio Gutiérrez, Práxedes Guerrero, Abraham González, Venustiano Carranza también con su banda presidencial y la constitución de 1917 en la mano. Carmen y Aquiles Serdán, Heriberto Jara y Ricardo Flores Magón. Arriba, Francisco Villa con un sombrero grande, Emiliano Zapata y Otilio Montaño su consejero. Al fondo, el artista plasmó un ambiente contaminado con la industria y las torres de petróleo.
Las Invasiones[editar | editar código]
A los extremos superiores del mural central, Rivera plasmó las dos intervenciones extranjeras de manera simétria, ya que los fusiles señalan hacia fuera.
A la izquierda la invasión francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo, donde se ven los batallones de defensa, vestidos de rancheros. El centro de la composición es el fusilamiento de Maximiliano y los generales Miramón y Mejía. Arriba se ve a Benito Juárez que defendió al país de la invasión y con él, el general Mariano Escobedo quien derrotó a Maximiliano. Por arriba de ellos, el general Ignacio Zaragoza que derrotó al ejército francés en Puebla el 5 de mayo de l862. Por encima de los cerros de Guadalupe y Loreto, vuela un águila coronada que significa la derrota del Imperio.
A la derecha la guerra contra los Estados Unidos (1846-1847). La lucha es en el Castillo de Chapultepec. De cuerpo entero, el general Nicolás Bravo con uniforme militar. Al extremo derecho, con rifles, los civiles vestidos de chinacos y estudiantes del Colegio Militar. Al fondo el Castillo de Chapultepec, sede del Colegio Militar con un águila que significa la derrota de los invasores. En una pata lleva las flechas del emblema estadounidense volando en dirección a México.
Muro norte, el mundo prehispánico (1928-1929)[editar | editar código]
Esta parte del mural simboliza el mundo prehispánico. En el centro, la figura principal, el dios Quetzalcoatl, que coincide con un templo sobre el que se encuentra un sol con cara humana, boca abajo, que significa la tarde, que es la hora más importante en la cultura mexica. El mural tiene otro eje horizontal a la altura del dios, donde se observan las actividades guerreras y culturales de la época. Quetzalcoatl simboliza el mito del dios creador, pero también es Quezalocoatl-Topiltzin, un importante gobernante de la ciudad de Tula, que según las crónicas, era blanco y bardado. Aquí aparece vestido con una túnica con el signo del caracol segmentado transversalmente. Lo adorna un tocado de plumas de quetzal y en la mano derecha ostenta un cetro. Está rodeado de personas de su Consejo que lo escuchan atentamente. El gobernante Quetzalcóatl, enseñó a los habitantes de Tula los oficios y las artes, la siembra del maíz, maguey, la música y la danza, la cerámica, los hilados, tejidos y tinturas. También la mezcla de colores y el dibujo de símbolos, que era su manera de escritura, como lo hacían los tlacuilos. Arriba de Quetzalcoatl Rivera dibujó un templo y a la izquierda un volcán en erupción, de donde emerge un monstruo con plumas. Del otro lado, vuela una serpiente, que simboliza al dios derrotado por Tezcatlipoca, después de lo cual, emigra al Oriente.
En la parte izquierda de este mismo muro, Rivera representó en un eje vertical, unos tamemes o mensajeros que llevan fardos envueltos en tejidos de palma hacia otro templo. En el templo hay dos guardianes, uno vestido como caballero águila, que supervisan la entrega de los tributos pagados al pueblo mexica, por parte de los pueblos dominados. Abajo de ellos hay un personaje que incita a la población y a la izquierda se ve una escena donde combaten guerreros águila con u caballero coyote. Rivera quiso representar con esto, el conflicto entre pueblos que existía en Mesoamérica, que finalmente propiciaron el descontento. Razón por la cual, los conquistadores tuvieron facilidades para encontrar aliados y vencer al Imperio Mexica.
Muro sur, México de hoy y el futuro (1935)[editar | editar código]
Suspendidos los trabajos del mural por un tiempo, se retomaron en 1935, cuando tomó el poder del ejecutivo, don Lázaro Cárdenas del Río. Esto le ofreció a Rivera un panorama más libre para sus nueva ideología, por lo que el proyecto inicial de los murales tuvo una modificación en la temática. Rivera pensaba poner en este muro, los frutos de la Revolución triunfante, pero con los acontecimientos e influencias mundiales, el artista quiso plasmar en este sitio, una crítica al sistema capitalista e imperialista y la lucha de las clases proletarias contra los opresores, ofreciendo la ruta marxista como alternativa de solución para la desigualdad social.
El mural se divide en varias escenas que se separan por unas tuberías que simbolizan al mundo industrial, pon donde lo que circula, es dinero, el de los pobres, viaja hacia las manos de los ricos.
Las figuras más grandes se en la base. Son trabajadores del campo y mujeres con rebozos, campesinos sometidos y vigilados con armas por un hombre vestido de charro en el emblema de la cruz de los Caballeros de Colón, y que da dinero a los sicarios.
Abajo a centro, se observa a Cristina Kahlo y sus dos hijos que muestran el conocimiento, la alfabetización la lectura, como la única forma de superarse y defender sus derechos. Arriba de ellos, aparece la esposa del autor, Frida Kahlo. A su izquierda, aparece un hombre arrodillado de espaldas, que parece un campesino hincado ante una imagen religiosa, junto a mujeres que dan limosna a la imagen de la Virgen de Guadalupe, que viajarán por las cañerías y también llegarán a los ricos. Más hacia la izquierda, se observan unos obreros de fundición y arriba de ellos, una mujer, aparentemente prostituta, aparece besando a un sacerdote, mientras sus piernas abiertas descansan sobre la Catedral Metropolitana, que en su puerta aparece una imagen de la Virgen de Guadalupe.
También se forma un eje vertical a la derecha, indicado también por la cañería, donde se observa una escena de represión de trabajadores, son soldados con máscaras anti-gases y unos escudos con una cruz que se convierte en una cruz gamada. Sobre ellos un lema de huelga. En la orilla un campesino y un obrero ahorcados, colgando del cuello con letreros que dicen. "por rebelde" y sedicioso agrarista" y "por rebelde latrofaccioso comunista".
Los ricos entre las cañerías, forman grupos donde algunos beben champaña y alguno sostiene una bolsa de oro. También se representa a los medios de comunicación y periodistas. Arriba de ellos se ve un militar y un obispo, y al centro, en lo que parece la silla presidencial está Plutarco Elías Calles y a su izquierda, los especuladores de la Bolsa de Valores. En otro grupo se ve un grupo de consejeros falsos con leyendas de "Socialismo Mexicano" y "Por mi raza, hablará el espíritu", frente a público que parece tonto. Un obrero sostiene El Capital, de Marx.
En la parte superior se representa una bandera roja al fondo, con la hoz y el martillo, frente a los obreros, campesinos y militares, como la lucha de clases en México. Dos de ellos se toman de las manos y miran hacia Carlos Marx, que aparece sosteniendo El Manifiesto de Partido Comunista, mientras señala a la izquierda como metáfora hacia el futuro comunista. Hasta el tope, aparecen fábricas, silos y un nuevo sol, en oposición al que pintó en el muro de enfrente.[43]
Los murales del corredor[editar | editar código]
Como plan original, Rivera diseñó un proyecto que contemplaba 31 tableros al fresco para adornar los muros del segundo piso del Patio Mayor del Palacio Nacional, pero lamentablemente sólo se terminaron once, que trabajó de 1941 a 1951, que unas tratan del mundo mesoamericano y algunas otras de la vida colonial en la Nueva España. En esta época, el artista ya se mostraba radicalmente marxista y en estos tableros muestra su gran amor y admiración por las culturas prehispánicas. Este trabajo también tuvo varias interrupciones y los tableros presentan algunas diferencias en su tamaño, formato y orientación, porque el artista los realizó en desorden. Bajo los paneles, Rivera diseñó unos recuadros pintados en grisalla, a manera base para cada uno, que complementan algunas escenas de los paneles, que se planearon casi todas con la misma composición, al frente los personajes principales, un segundo plano con escenas y el tercer plano con paisajes.
"Lo que dio México al mundo" (1942)[editar | editar código]
En la parte superior de este panel, Rivera pintó a un hombre usando maxtlatl o taparabos, con una coa en la mano, frente a un sembradío de maíz. En la parte inferior se observan los productos. En el siguiente panel está otro personaje masculino que lleva una escuadra, símbolo masón, licencia que tomó Rivera y en la parte inferior, los logros culturales.
"El mercado o tianguis de Tlatelolco" (La Gran Tenochtitlan) (1945)[editar | editar código]
La investigación de Rivera para desarrollar esta magnífica obra, se basó en Las Cartas de Relación de Hernán Cortés y en las crónicas de Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, para complementar sus conocimientos acerca de la cultura mexica. En este mural, el personaje central es un Cihuacoatl, o jefe del mercado, que se encargaba de vigilar la justicia y el orden de las transacciones económicas. Se sentaba sobre un petate en una especie de nicho o casilleta. Viste una tilma blanca y usa una diadema y un abanico de plumas.
En los primeros planos, se representan vendedores y compradores de diversos productos. A la izquierda, un grupo vende frutas y flores, una compradora con el rostro pintado, una niña con un perrito de juguete, un hombre y un niño que llevan una carga al estilo mecapal, que es una cinta que se ciñe a la frente para levantar la carga. enseguida la compra y venta de verduras. Se observan artículos típicos de los mercados, como huacales, guajolotes y unos comerciantes que usan granos o cañones de plumas, llenos de oro, como moneda de cambio. Después podemos apreciar a mujeres que venden tequesquite, usado para la preparación del maíz. A la derecha, podemos observar los vendedores de hierbas y un curandero que examina a un niño. Más adelante observamos a una prostituta "la que da alegría", que lleva un huipil muy hermoso y sandalias, que levanta la falda para mostrar sus muslos tatuados, adornada con collares de piedra. Al rededor de ella, algunos hombres le ofrecen algunas cosas. También se ubica un personaje de espaldas que ofrece un brazo humano, que en realidad no era una costumbre mexica comer carne humana fuera de las prácticas rituales. Al final aparecen los ceramistas y al extremo derecho los vendedores de carne de animales, aves y peces.
En segundo plano, de izquierda a derecha tenemos, hombres que cargan rollos de petates y del lado derecho, los artesanos con trabajos de alfarería, joyería y otros oficios. Al fondo, se aprecia la gran ciudad de Tenochtitlan, sus templos y lagos, los barrios al rededor de la zona sagrada y al término, los volcanes que rodean el valle del Anáhuac, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl siempre coronados con nieve.
"Pintores y tintoreros" (Cultura tarasca) (1941)[editar | editar código]
En primer plano hay dos tlacuilos o dibujantes mexicas, trabajando sobre un lienzo mezclando colores, asesorados por una anciana mujer y visiblemente la sabia en el tema, que les dirige el trabajo. Sobre ellos hay un personaje con gorro cónico, que tiene el cuerpo pintado y tiene un códice en las manos. Su mujer lo acompaña con un niño en brazos que es entretenido con un juguete o sonaja de palma. A la izquierda un grupo de personas prepara las pinturas y arriba otras cuelgan las telas ya entintadas sobre cuerdas para su secado. en el segundo plano, una mujer muele en un metate los granos de pigmentos o color y en una olla mezcla otros colores. Más allá en los campos cercanos, se ven personas cosechando algodón y otros productos colorantes, otros están talando árboles en e bosque para recoger sus resinas. Al fondo, las canoas sobre el lago y al final los volcanes.
"Arte plumario y orfebrería" (Cultura zapoteca) (1942)[editar | editar código]
Al frente se ven dos artesanos especialistas en el arte plumario o amantecas. Otros elaboran insignias, penachos, escudos o mosaicos de plumas. De pie al centro, se encuentra una persona que muestra un dibujo. En segundo plano unos caballeros notables, portan vestiduras elegantes ricamente decoradas y penachos extraordinarios. Enseguida, hay grandes redes para atrapar las aves que guardan en las jaulas. También hay cazadores con flechas. A la derecha, en primer plano se muestra un grupo de trabajadores de orfebrería que buscan pepitas de oro en el río. Después un árbol al fondo como paisaje zapoteca.
"Fiestas y ceremonias" (Cultura totonaca) (1950)[editar | editar código]
El tema de este tablero se basa en la Pirámide de los Nichos, símbolo de la cultura en el centro ceremonial totonaca de El Tajín, Veracruz. En el mural se encuentran dos grupos de persona en primer plano, a la derecha los señores con jugos de piedra en la cintura y al frene una palma. Ellos portan grandes adornos en la cabeza a modo de penachos. Las mujeres ofrecen frutas (entre ellas una piña, que no existía en esa época en México) y un venado. Ellas van vestidas con quexquemetl. Un niño lleva una papaya. En la parte central hay un grupo de nobles totonacas frente a un grupo de pochtecas o comerciantes. El jefe porta ricas vestimentas y una máscara, mientras los demás usan unas sencillas mantas o tilmas, pero traen cargando al dios Hitzilopochtli, con su color representativo, el azul.
En segundo plano se encuentra a la izquierda un juego de pelota, a su derecha, los Voladores de Papantla ejecutando su danza bajo una pirámide, enseguida la magnífica pirámide de Los Nichos.
Como tercer plano el artista ambientó la ciudad con algunos templos y casas dispersas, y al fondo, los cerros aledaños.
"El hule" (1950)[editar | editar código]
Este tablero se encuentra ubicado entre dos puertas del corredor principal y es muy estrecho. Simboliza el árbol del hule, donde se ve a un hombre subido en él para cortar la corteza, de donde emana su sabia o resina interior que recoge en un vasín. Otro hombre trae un arco y unas flechas.
"El maíz (1950)[editar | editar código]
El maíz ocupa un lugar especial en la obra de Rivera. Su cultivo en las chinampas junto con todas las demás hortalizas. En primer plano se encuentra un hombre con un taparrabos trabajando la tierra de una planta de maíz con una coa. A la izquierda aparece una mujer de rodillas con el pecho desnudo, que inclinada sobre el metate, muele la masa de nixtamal, junto con otra que hace tortillas en un comal de barro, mientras que otras mueres detrás de ellas preparan otros alimentos derivados del maíz, como atole y tamales. En segundo plano se aprecian otros hombres trabajando el campo y recolectando las mazorcas. A su izquierda aparece una imagen que representa al diosa del maíz, Tlaxolteotl.
En tercer plano se aprecia el lago trazado con las chinampas de siembra y se pierde hasta las orillas del mismo, donde se levantan los montes que rodean la ciudad. Al fondo, el Ajusco y el Popocatépetl.
"El cacao" (1950)[editar | editar código]
Este tablero se encuentra ubicado en una esquina el corredor, también entre dos puertas. En esta pintura se representa el árbol de cacao con sus grandes frutos. Un hombre sostiene un a pértiga o vara para jalarlos, mientras una mujer los acomoda en una canasta. En segundo plano se representan semillas de cacao secándose al medio ambiente, mientras arriba un grupo de personas realizan la preparación de lo que será el chocolate.
"El amate y el maguey" (1951)[editar | editar código]
Este tablero se encuentra en un lugar muy caprichoso. Rodea la ménsula de un arco, por lo que su forma es como la de una herradura con la curva hacia abajo, que se cierne al rededor de ella. A la derecha vemos dos hombres, uno que quita la corteza de un árbol de amate con pedernal, mientras otro la arranca en tiras. Bajo ellos, una niña sentada, las reúne en sus brazos. Abajo de ella, hacia la curva de la herradura, se ve un río donde un par de perros ixcuintli beben agua. En este mismo río, que tiene algunas piedras en su parte baja, otra niña acostada, remoja las cortezas de amate. Esta figura, ya forma parte del lado izquierdo del panel. El lado izquierdo, de abajo hacia arriba, enseguida de la niña, se nos representa la fabricación del papel. Una mujer golpea la corteza con una piedra para aplanarla, mientras que otras hacen hilados con un malacate. En el segundo plano encontramos el cultivo del maguey. Un hombre castra el maguey, mientras otros vierten el aguamiel para preparar el pulque. Otro hombre prepara el alambique para refinar el mezcal, (que tal vez no existía en esa época).
"El régimen de las encomiendas" (Llegada de Hernán Cortés a Veracruz) (Diciembre de 1951)[editar | editar código]
Este tablero muestra un panorama general del régimen de la encomienda en la Colonia. Cortés aparece recogiendo el dinero que le entregan los encomenderos, mientras un escribano, al centro de los dos personajes, lo deja asentado en el libro de cuentas. La imagen que aquí se representa de Hernán Cortés, muestra a una persona enferma y deformada. Rivera lo pinta de esa manera, ya que en sus investigaciones descubre que padecía sífilis, por lo que lo muestra con las piernas torcidas, las rodillas deformadas, lampiño, con la piel muy blanca y ceniza y con bubas. A la derecha del encomendero, aparece una indígena cargando en su rebozo a un niño de ojos azules y cabello rizado, producto del mestizaje. Atrás de ella, un indio pobre y con la pierna herida, carga unos bultos con un mecapal enseguida, se representa una mula con odres de vino, un burro, cabras, borregos, que son los animales que trajeron de Europa. También un perro español que muestra los dientes a otro perro ixcuintli, A la izquierda del primer plano hay dos españoles herrando una indígena que tienen sometida en el piso y con las manos atadas. Se puede apreciar justo por encima del español de la izquierda, un esclavo negro.
En segundo plano se representa la fundación de las ciudades. Se simboliza con una cruz de madera. Ahí aparece nuevamente Cortés, visiblemente deforme y con una espada para la ceremonia de fundación. A sus pies, un natural le ofrece oro, otro es ya un convertido, mientras un clérigo imparte la bendición. A espaldas de Cortés aparece la Malinche. Abajo de Cortés, aparecen tres personajes a caballo, que son dos militares con armaduras y al centro, un oficial real. Enseguida a la derecha un soldados españoles con sombrero van arreando ganado vacuno con varas o cayados.
En el tercer plano se aprecia el trabajo de los indios esclavos de los encomenderos, arando, cargando troncos, sacando piedras, excavando la tiera, algunos de ellos son azotados con látigos, mientras un clérigo los azuza con una cruz. Más atrás se aprecian algunos cuerpos de indios ahorcados, colgados de los árboles, seguramente por rebeldes. Al final, se ven las costas de Veracruz y algunas embarcaciones cerca de las playas.
Conclusiones sobre la obra de Rivera[editar | editar código]
Diego Rivera comenzó los trabajos en el Palacio Nacional en el año de 1928 y los terminó en 1953. En estos años, se puede estudiar el desarrollo de su técnica pictórica. En los primeros murales, no utiliza perspectivas ni puntos de fuga, así que las figuras se mantienen intencionalmente en primer plano, pero en las del corredor, que fueron pintados en las últimas etapas, la perspectiva aparece y maneja diversos planos que terminan hacia el fondo en paisajes.
Del mismo modo se aprecia su cambio de ideología al correr de estos años. Cuando aceptó el compromiso, mantenía una posición más ecuánime respecto a la historia del país, aún y cuando la Revolución lo incitaba a representar ideas de justicia social. Pero al final de esta etapa, Rivera era decididamente marxista y su posición de extrema izquierda era radical y evidente. Así que su ideología cambió y su lenguaje plástico se modificó. A diferencia del mundo idílico que refleja en los tableros de las culturas prehispánicas, Rivera se muestra más duramente contra la Conquista y la salvaje explotación de los indios por los conquistadores.
El magnífico trabajo que Diego Rivera dejó plasmado en los muros del Palacio Nacional, representan un patrimonio artístico que se enmarca en el edificio que ha visto pasar la historia de México como memoria de nuestro pueblo. Diego nos dejó aquí, una gran muestra de creatividad, perseverancia, técnica y disciplina profesional, como resultado de una muestra artística inigualable del siglo XX.[44]
Eventos[editar | editar código]
Desfile Militar 16 de Septiembre
Referencias[editar | editar código]
- ↑ León Portilla, Miguel. "Prólogo" en El Palacio Nacional de México, María Guadalupe Goenaga Cassy. México: Chapa Ediciones, 2007. Libro impreso.
- ↑ Mouriño Terrazo Juan Camilo. "EL PALACIO NACIONAL, SEDE DEL PODER EJECUTIVO DE LA REPUBLICA MEXICANA", páginas 371-421 en El Palacio Nacional de México, María Guadalupe Goenaga Cassy. México: Chapa Ediciones, 2007. Libro impreso. Consultado el 28 de mayo de 2020.
- ↑ Gonzáles Gamio, Ángeles. "La Ciudad de México-Tenochtitlan", Tiempos del Palacio. historia.palacionacional.info. Gobierno de la República. Página web consultada el 20 de abril de 2020.
- ↑ Cortés, Hernán. "Segunda Carta-relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera, 30 de octubre de 1520" en Cartas de Relación, Colección Sepan Cuántos. Editorial Porrúa, S.A. México 1963. Pág. 25. Libro impreso consultado el 20 de abril de 2020.
- ↑ Cortés, Hernán. "Segunda Carta-relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera, 30 de octubre de 1520" en Cartas de Relación, Colección Sepan Cuántos. Editorial Porrúa, S.A. México 1963. Pág. 51. Libro impreso consultado el 21 de abril de 2020.
- ↑ Cortés, Hernán. "Segunda Carta-relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera, 30 de octubre de 1520" en Cartas de Relación, Colección Sepan Cuántos. Editorial Porrúa, S.A. México 1963. Pág. 50. Libro impreso consultado el 21 de abril de 2020.
- ↑ Gonzáles Gamio, Ángeles. "La Ciudad de México-Tenochtitlan", Tiempos del Palacio. historia.palacionacional.info. Gobierno de la República. Página web consultada el 20 de abril de 2020.
- ↑ Gonzáles Gamio, Ángeles. "Espacio sagrado y espacio profano", Tiempos del Palacio. historia.palacionacional.info. Gobierno de la República. Página web consultada el 20 de abril de 2020.
- ↑ Díaz del Castillo, Bernal. Capítulo XCI "De la Manera y persona del gran Montezuma, y de cuán grande señor era". en, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España Tomo I. Páginas 270. Pedro Robredo , México. Editorial Porrúa, S.A. 1955. Libro impreso por Unión Gráfica, S.A. Consultado el día 16 de abril de 2020.
- ↑ Velasco Alonso, Roberto. "El Palacio de Moctezuma" en El Palacio Nacional de México, María Guadalupe Goenaga Cassy. México: Chapa Ediciones, 2007. Libro impreso.
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- ↑ El término picota se refiere a una columna ornamentada, sobre la que se exponía a los reos, o parte de sus cuerpos, generalmente la cabeza, de los ajusticiados por las autoridades civiles. Ref: De Quirós, Constancio Bernaldo,"La picota. Crímenes y castigos en el país castellano en los tiempos medios y figuras delincuentes". Ediciones Turner. Madrid. 1975
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