Colonia Chimalistac

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Colonia Chimalistac

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La Colonia Chimalistac está ubicada en la Alcaldía Álvaro Obregón; es una colonia con más de 2,000 años de historia documentada. Desde los restos prehispánicos del “Hombre de Copilco”, que da una visión dentro la vida en la colonia del primer milenio, hasta la novela naturalista de Federico Gamboa, Santa, que muestra la belleza rústica de un Chimalistac porfiriano, la colonia ofrece una historia capitalina a la vez única y ejemplar. Chimalistac significa escudo blanco, que era un emblema del dios Huitzilopochtli.

Historia[editar | editar código]

Colonial[editar | editar código]

Chimalistac recibe su nombre de una población prehispánica llamada Temalistac, que significa "donde se talla la piedra de sacrificios". Incluso se dice que fue aquí donde se labró la Piedra del Sol o Calendario Azteca que se ubica en el Museo Nacional de Antropología.

La zona de tipo colonial traslada al visitante a un lugar mágico, donde sus puentes de piedra volcánica recuerdan que antes había una río transparente. Las leyendas se gestan en torno a este espacio, donde los frailes vencían con sus palabras el murmullo del agua que corría, por ello la construcción de un púlpito a la mitad del puente.^[1]

Chimalistac Primera Época

Entre 1521 y 1523 Hernán Cortés y sus huestes se instalaron en estos lares durante los primeros meses en que sobre las ruinas de Tenochtitlan eran erigidos los primeros edificios coloniales. No es de extrañar que los españoles escogieran este rincón privilegiado que por aquel entonces era alimentado por el río Magdalena y por una serie de manantiales cristalinos, lo que le daba a la zona una exuberancia arborescente portentosa, y el prodigio de una vegetación rica y extravagante.

Por estos mismos motivos, ya a finales del siglo XVI, la orden de los Carmelitas Descalzos se decantaban por este vergel para fundar la escuela de teología y artes dedicada a Santa Ana, y posteriormente, ya en el siglo XVII, la Parroquia de San Sebastián Mártir, la Ermita o Cámara de los Secretos, que fue puntualmente erigida por Fray Andrés de San Miguel, y los puentes de mampostería de piedra volcánica que cruzaban el río Magdalena y que hoy todavía permanecen en lo que es la avenida del río.^[2]

La Colonia Chimalistac siempre ha sido un lugar de enorme riqueza natural. Ha sido considerado un refugio sagrado y bello por los mexicas, después por las órdenes religiosas, igual que por los capitalinos en el siglo XX cansados de la ruidosa metrópolis. Pasó ser la joya del Señorío de Coyoacán – quien recibiría a Hernán Cortes en los verdeantes jardines de Chimalistac- a ser las huertas productivas de los carmelitas. Desde el siglo XVIII la clase prospera de la Ciudad de México ha construido casas de descanso en Chimalistac para recuperarse en sus aires curativos.

Siglo XIX[editar | editar código]

Aunque Chimalistac siempre fue un punto de conexión entre Coyoacán y San Ángel – en particular la Calle de Arenal, que sirvió como vía principal en tiempos precortesianos hasta la época del tren de vapor – su historia es independiente de los dos asentamientos. Como lo narra la historiadora Beatríz Scharrer Tamm, quien vivió su niñez en la colonia, el pueblo de Chimalistac “no fue absorbido ni políticamente, ni económicamente, ni por los españoles, ni por los carmelitas”.

Heredamos esta historia única en los 29 monumentos históricos catalogados por el INAH, que se conservan en buen estado, dentro de los 74.5 hectáreas de Chimalistac. También vivimos la historia de Chimalistac en la Feria de las Flores, un festival sincrético que celebra la belleza natural de la zona en tiempos pasados. Entendemos la importancia de Chimalistac en la época contemporánea, al tener el Monumento Álvaro Obregón, en honor del general y ex presidente que dio nombre a nuestra Delegación, dentro de los límites de la colonia.