Teatro El Nuevo Coliseo
El Teatro El Nuevo Coliseo inaugurado en 1753 fue el primer teatro en México. Este importante centro se ubicaba en la Colonia Centro - Centro Histórico y fue uno de los lugares de convivencia más importantes del siglo XVIII debido a que era ahí donde personas de todas las clases sociales se reunían para poder apreciar el espectáculo. Dicho centro también cambió el futuro del teatro, por esta razón este lugar forma parte de una de las 49 Primeras veces en la Ciudad de México´.
Historia[editar | editar código]
Antecedentes
Siglo XVII
Las representaciones teatrales mexicanas se remontan a los primeros años de la colonia, y bien podemos ver, según los cronistas, que éstas eran puestas en escena en patios y atrios de las iglesias; sin embargo la historia de los recintos teatrales de la Nueva España se remonta a finales del siglo XVI, pues se conoce la ubicación de las primeras dos casas de comedias pertenecientes a Francisco de León. Sin embargo, los teatros propiamente construidos surgen hasta hasta 1641, año en que fue creado el Coliseo, en el patio del Hospital Real Sanct Joseph de los Naturales. Con este teatro el hospital se ayudaba económicamente con la representación de las obras, principalmente a las compuestas por Ignacio Marques y su compañía de comediantes.[1]
Siglo XVIII
El 20 de enero de 1722 durante la noche, después de la representación de la obra Incendio y destrucción de Jerusalén, el hospital fue víctima de un fuerte incendio que destruyó por completo el Coliseo y parte del mismo hospital. Estos fueron reconstruidos con prontitud, aunque los frailes franciscanos, encargados del hospital, notaron que el Coliseo no sólo representaba un peligro para el hospital sino también para la gente asistente a las representaciones, como actores, escenógrafos y espectadores. Estos últimos generaban mucho malestar entre los internos del hospital, y por ello decidieron la construcción del Nuevo Coliseo en un terreno también propiedad del hospital real, pero alejado del edificio principal.[1]
El primer teatro oficial de la Ciudad de México
El Nuevo Coliseo se encontraba en la esquina entre la calle de Acequia y el callejón del Espíritu Santo; fue hecho de madera, pero pronto decaería, por lo cual, debido al peligro que representaba, cambiaron la ubicación del recinto a tan sólo una cuadra de distancia, en la calle de Acequia y la calle del Colegio de las Niñas. A diferencia de los dos recintos anteriores, este último fue hecho de cantería y más a forma de los teatros europeos de la época.
Este nuevo teatro construido bajo las órdenes del virrey Juan Francisco de Güemes y Horcasitas fue estrenado el día 25 de diciembre de 1753, pero años más tarde, en 1826, cambió su nombre por el de Teatro Principal.
Las distancias entre los grupos sociales resultaban claramente visibles por la simbólica distribución arquitectónica de la sala: el Coliseo Nuevo constaba de cuatro pisos. La luneta, sus palcos laterales, así como los palcos del primer y segundo piso eran ocupados por gente distinguida, ricamente ataviada, en tanto que el cuarto piso conocido como cazuela, dividía a los hombres de las mujeres y estaba destinado al pueblo. Pero había otros lugares donde directamente se acomodaba el populacho de pie, atrás de las bancas de la luneta, donde apiñados, entraban cuantos cupieran. El cupo era para un promedio de ochocientas personas sin contar a los mirones que estaban afuera, en las azoteas cercanas. [2]
Los programas se confeccionaban integrando, como plato fuerte, alguna comedia, con entremeses o intermedios compuestos por tonadillas, bailes y sainetes de distinta calidad y grado de decencia y moralidad, y se anunciaban en la prensa.
Siglo XIX
No obstante la rígida organización con la que se estructuraba el teatro, las funciones no fluían con el orden que era de esperarse. En el teatro, que constituía uno de los pocos espacios de convivencia existentes hacia las primeras décadas del siglo XIX, los espectadores platicaban entre sí sin ningún recato, se desplazaban por los pasillos, entraban y salían; los vendedores introducían golosinas, nieves, refrescos y aun fiambres, que anunciaban a voz en cuello. Los actores, por su parte, también platicaban entre sí, comían y saludaban a los amigos que encontraban entre el público; no se sabían su papel y, por el ruido de la sala, tampoco escuchaban al apuntador; en cuanto a las críticas, las repelían con insultos y retos. [2]
La situación que vivía el teatro mexicano, ya entrado el siglo XIX, también experimentó importantes transformaciones que lo llevarían a transitar de un espectáculo plural en el que convivía toda la población, sin negar el lugar que cada quien ocupaba, un teatro popular, a un teatro conforme con el canon ilustrado, un teatro culto, en el que se fueron depurando y puliendo los contenidos, las formas, los participantes, y que sólo quedó al alcance de los bolsillos que pudieran pagar los boletos.
La oferta de teatros se incrementó, pues a mediados de siglo ya se contaba con el Principal, el Nacional, el Nuevo México, el Iturbide (1856), el de Oriente, la Unión y la Fama, pero durante ese tiempo el público de México se repartía entre los teatros citados, así como en los toros y otros espectáculos callejeros.[2]
Siglo XX
El Nuevo Coliseo o Teatro Principal fue el escenario más importante hasta la aparición del Teatro Nacional, sin embargo, éste último fue demolido por instrucción del presidente Porfirio Díaz, así que el Teatro Principal recobró un lugar importante entre los recintos teatrales, de tal manera que, fue el escenario que recibió en México a la famosísima María Conesa, a inicios del siglo XX.
El fin del Teatro Principal
El teatro, que recién había sido modificado para equiparlo con una instalación eléctrica, sufrió un incendio que lo destruyó casi en su totalidad. La nostalgia de este gran teatro y su historia fueron razones para que fuese rescatada la fachada, sin embargo, en 1931 se mandó su demolición para darle lugar a la Biblioteca de la Suprema Corte de Justicia y terminó así la historia del Coliseo.[1]