Plaza de Santo Domingo
Datos
La Plaza de Santo Domingo, se encuentra ubicada en la Colonia Centro - Centro Histórico, dentro de la Alcaldía Cuauhtémoc, un lugar en el que cada uno de los puntos cardinales de la plaza tiene cosas que contar. En el norte se encuentra el Templo de Santo Domingo, cuya arquitectura barroca representa la transición del siglo XVII AL XVIII, construido por Pedro de Arrieta. Era parte del convento de Santo Domingo, y lugar donde en 1861, se encontraron 13 cuerpo incorruptos, entre los que se encontraba el de fray Servando Teresa de Mier. En el oriente se encuentra el Antiguo Palacio de la Inquisición, que en la primera mitad del siglo XX albergó la Escuela de Medicina. También en la acera oriente, pero hacia el sur, se encuentra el edificio de la vieja aduana, , ocupado posteriormente por la Secretaria de Educación Pública. Cruzando la plaza se encuentra el portal de los evangelistas, construcción que estaba dedicada al comercio y era el lugar donde los escribanos se sentaban a tomar las declaraciones de los comerciantes que acudían a la aduana. Con el paso del tiempo se convirtió en el lugar adonde la gente que no sabia leer ni escribir podía acudir para que le leyeran las cartas que recibía y ahí mismo redactaran su respuesta. La estatua de la Corregidora data de la época del porfiriato.[1]
Historia[editar | editar código]
La Plaza de Santo Domingo es la segunda en importancia dentro del centro Histórico. A sus cuatro costados conserva importantes construcciones de la Época Colonial.
En una atmósfera como la creada por un Convento de Frailes y una institución represora nació la plaza de Santo Domingo en la capital de lo que entonces era la Nueva España. Su privilegiada ubicación y conformación urbana propiciarían que tanto las autoridades civiles y religiosas como la sociedad se apropiaran de ella para llevar a cabo actividades de distinta índole y significación , desde juegos de cañas hasta autos de fe . Entre sus calles y vecinos, y por supuesto sus leyendas, esta plaza ha sobrevivido por siglos y atestiguad o el devenir histórico d e México y sus cambios a través del tiempo.
Época Colonial
Siglo XVI
El origen de la Plaza Santo Dominto se remonta a la llegada de la Orden de Predicadores a la Nueva España, en el año de 1526. Su primer albergue fue el convento de San Francisco, en el cual permanecieron tres meses, y después se mudaron a una casa que les donó la familia Guerrero, en la esquina de las actuales calles de República de Brasil y República de Venezuela; es decir, que la casa se ubicaba en el sitio donde, más tarde, levantaría su edificio el Santo Tribunal de la Inquisición, hoy sede del Museo de Medicina y Protomedicato de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Con ello, identificamos una primera casa dentro del perímetro de lo que, poco tiempo después, se convertiría en una plaza.
Los Predicadores vivieron tres años en la casa que les donó la familia Guerrero. Al seleccionar el sitio donde podrían levantar su convento, pensaron en los solares de enfrente.
La plaza de Santo Domingo, la más bella y mejor conservada de México, es una creación de los frailes dominicos, para dar vista y esplendor a su iglesia, así como para significarla. Por lo mismo, colocaron al centro una cruz de madera, conocida como la “Cruz de Medina”, la cual fue sustituida por un pozo en el mismo siglo XVI por la necesidad de abastecer de agua a los vecinos.
En cuanto a las construcciones que la limitaban, hasta el año de 1527 sólo se tiene noticia cierta de la citada casa de la familia Guerrero. Para entonces, los dominicos ya la habían modificado: en su interior construyeron una pequeña iglesia, adaptaron habitaciones para los frailes y abrieron celdas para los reos, pues los Predicadores fungieron como inquisidores de la Nueva España de 1526 a 1571. Una vez que los dominicos adquirieron los solares, comenzaron la construcción de su convento. Lo primero que levantaron fue el claustro, concluido en el año de 1529, y siguieron utilizando la iglesia que tenían en la casa de los Guerrero hasta el año de 1532, cuando se concluyó la primera de las tres iglesias que los Predicadores erigieron en su solar. La merced de agua les fue concedida por el Cabildo de la Ciudad en 1542. El primer templo que construyeron los frailes fuera de la casa estaba orientado de oriente a poniente; tenía una sola nave y era tan pobre que su presbiterio consistía en “un rincón cubierto de paja”, mientras que la techumbre de su nave era de madera. En esa situación prevaleció varios años, pues fue hasta el 12 de mayo de 1552 cuando el rey expidió la Real Cédula, dirigida al virrey don Luis de Velasco, por la cual ordenaba que de la hacienda real se edificara la iglesia de Santo Domingo; por eso el título de la casa de los dominicos fue el de Convento Real.
La otra institución que otorgó identidad a la plaza de Santo Domingo durante la época virreinal fue el Santo Tribunal de la Inquisición, que se fundó en la Nueva España, por Cédula Real de Felipe II, el 16 de agosto de 1570. El 12 de septiembre de 1571 llegaron a la Nueva España Pedro Moya de Contreras, como inquisidor, y Pedro de los Ríos, como secretario. La ceremonia de recepción fue organizada por el Cabildo de la Ciudad y se llevó a cabo el 4 de noviembre del mismo año en la Catedral de México.
Su primera habitación fue el convento de Santo Domingo, pero pocos días después se mudaron a las casas que antes habían ocupado los Predicadores, en la esquina de las actuales calles de República de Brasil y República de Venezuela. El inquisidor, de inmediato, adaptó la Sala de Audiencia, la Sala de Juzgados, la Cámara del Secreto, una capilla provisional y aposentos para dos inquisidores, para el alcaide de la cárcel y para el portero. Se improvisaron también algunas celdas, que ocuparía como primer prisionero el pirata francés Pedro Sanfroy, por resultar sospechoso de luteranismo.
De acuerdo con las Actas de Cabildo, pese a la importancia del Tribunal y de sus funciones, apenas el 15 de mayo de 1598 los inquisidores se dirigieron al virrey para solicitar “que se meta el agua al edificio para provecho y salud de los presos y enfermos”. La petición fue aprobada, y para el 6 de julio de ese mismo año el Cabildo mandó proveer la piedra necesaria “para el encañado de la Inquisición” (Actas de Cabildo de la Ciudad de México, 6 de julio de 1598). Con esas obras, realizadas en un edificio ya construido previamente, la plaza no sufrió alteraciones en su traza urbana, pero la institución más temida del mundo en aquel momento muy pronto le imprimió su sello propio con las celebraciones de los famosos autos de fe, que invariablemente comenzaban en el convento de Santo Domingo y su plaza. Durante el siglo XVI se celebraron cuatro autos de fe importantes en la Ciudad de México: 1574, 1575, 1590 y 1596; este último fue conocido como “auto grande”. Fue también el Santo Tribunal quien implantó la costumbre de realizar la procesión de la Cruz Verde un día antes de la celebración de esos terribles actos.
Al principio, la plaza no tenía más que tierra apisonada, pero en 1585 se mandó empedrar y aderezar el puente que había en ella. Las obras fueron realizadas por los arquitectos Alonso Valdés y Alonso Gómez de Cervantes, quienes las finalizaron en 1588 según las Actas de Cabildo de la Ciudad de México, 31 de marzo de 1588. Entre las casas importantes que se construyeron en la plaza se encontraban las del Mayorazgo Pacheco y Bocanegra, que fue fundado por Cédula Real, expedida en Madrid el 8 de noviembre de 1562.
Las primeras casas que se erigieron en ese lugar fueron: la de los Guerrero (en la esquina de las actuales calles de Brasil y Venezuela), la del Mayorazgo de Pacheco y Bocanegra (en la esquina de las calles que hoy llevan el nombre de Brasil y Cuba) y la de Gonzalo de Salazar (sobre la actual calle de Cuba). Sin embargo, el prestigio que pronto alcanzó la plaza motivó a muchas personas a avecindarse en sus alrededores.
Las primeras actividades comerciales de la plaza y sus alrededores fueron de “artesanos de todas clases” que ocupaban la calle de Santo Domingo.[2]
Así nació la plaza de Santo Domingo. Su estructura urbana ha sobrevivido por siglos y, sin exageración alguna, ha sido testigo de la historia de México desde el siglo xvi, aunque sus vecinos, sus actividades y su forma de vida hayan cambiado a lo largo del tiempo.
Partes de la Plaza[editar | editar código]
Al norte de la plaza se encuentra el Templo de Santo Domingo, del cual toma su nombre la Plaza. Del convento aún se conservan algunos vestigios en las construcciones que dan a la calle de Leandro Valle. Al nororiente se localiza el antiguo palacio de la Inquisición, en donde los dominicos administraban las actividades del Santo Oficio. Al Interior de dicho inmueble se encuentra una sección de lo que fuera la cárcel de la Perpetua. Durante el siglo XIX y hasta el XX, este edificio albergó a la Escuela de Medicina luego se convirtió en la sede del Museo de la Medicina Mexicana inaugurado en 1980.
Al costado dsureste de la plaza, se ubica la antigua Aduana, que está integrada al onjunto de edificios de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Al poniente se localiza una pequeña capilla y el portal de los evangelistas, lugar en donde los escribanos asesoraban a quienes no sabían leer ni escribir y les redactaban desde cartas de amor hasta informes de trabajo.
Al centro de la Plaza, lugar sobre el cual se construye la leyenda del águila parada sobre un nopal que dio inicio a la fundación de la ciudad prehispánica, se ubica una fuente con la escultura de Josefa Ortiz de Domínguez, quien tuvo una participación destacada durante el proceso de independencia.
La Plaza se cierra hacia el lado sur con algunas construcciones antiguas, entre las que destaca una casona palaciega y una escuela pública con una obra del famosos pintor michoacano Alfredo Zalce. [3]
Monumentos[editar | editar código]
Estatua de la Corregidora Josefa Ortiz de Dominguez
Arte en la Plaza[editar | editar código]
Leyendas[editar | editar código]
Las primeras leyendas estuvieron relacionadas con los propios frailes dominicos y tuvieron tendencias moralizantes, casi siempre para favorecer el culto a la Virgen del Rosario. Algunas fueron relatadas por fray Juan de la Cruz y Moya en su Historia de la Santa y Apostólica Provincia de Santiago de Predicadores de México. El cronista cuenta que en el año de 1539, dos mujeres indígenas estuvieron a punto de ser víctimas de violación: una, doncella, fue agredida por sus dos pretendientes; la otra, viuda, por un cofrade del Rosario. Ambas se salvaron gracias a su devoción por el rosario que llevaban consigo, lo que movió a la Virgen a brindarles su protección. La doncella, agradecida a favor de tan singular como el que había hecho su soberana protectora, la dio cordialísimas gracias y deseando emplearse en su servicio todos los días de su vida y quitarse de las ocasiones que ofrece el mundo, se entró en una de las casas de recogimiento que en aquel tiempo había en México para las indias nobles.[2]
Otra leyenda, seguramente de finales del siglo xvi o principios del xvii, está relacionada con fray Agustín Dávila Padilla, autor de la Historia de la Provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores. Según relata don Artemio del Valle Arizpe, el fraile cronista era muy apuesto, por lo que una “dama principal, hermosa, rica y elegante” se enamoró de él, de manera que, un Viernes Santo, se presentó en su celda disfrazada de hermano dominico con la intención de seducirlo. “Y enseguida se abre el hábito y se muestra desnuda, ¡desnuda, Señor! Desnudez dorada y pagana que se aterciopela a la luz con espléndida opulencia de albaricoque maduro.” Ante la insistencia de aquella señora, el fraile acabó por arrancarse de la cintura el rosario que la ceñía y “empieza a azotar las carnes palpitantes de aquella incontenible mujer, que ni así se calma; antes bien, se enciende más abrasadora y terrible su sensualidad”. Sin embargo, se produjo el milagro. Como pudo, fray Agustín salió de su celda y aquella dama principal, al ver marcada en su pecho lacerado la cruz del rosario del fraile, “arrepentida, llena de congoja, envuelta en su humilde sayal de penitente”, decidió profesar en el convento de la Concepción, “a sembrar allí, con lágrimas, frutos de penitencia”.[2]
Bibliografía[editar | editar código]
Referencias[editar | editar código]
- ↑ Rosas, Alejandro. Rincones de la Ciudad de México Centro Històrico. Ciudad de Mexico: Ambar Diseño, S.C., 2006.
- ↑ 2,0 2,1 2,2 Tomado de: Martha Fernánez. La Plaza de Santo Domingo en el siglo XVI: https://www.revistaciencia.amc.edu.mx/images/revista/67_1/PDF/SantoDomingo.pdf
- ↑ Javier Villalobos Jaramillo. Los 100 Sitios y Monumentos más importantes del Centro Histórico de la Ciudad de México. En coordinación con la Delegación Cuauhtémoc y el Gobierno de la Ciudad de México.