Panteón Francés de la Piedad
Datos
El Panteón Francés de la Piedad fue fundado en el siglo XIX durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo en la Colonia Buenos Aires que pertenece a la Alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México y alberga más de nueve mil monumentos de diversos estilos arquitectónicos.
Características[editar | editar código]
Historia[editar | editar código]
Durante 1842 la comunidad francesa decidió crear una institución que favoreciera sus intereses, y por eso que crearon “Sociedad Francesa y Suiza de Prévoyance “ pero para 1860 se integraron a los belgas y se le cambió el nombre a “Sociedad de caridad francesa, suiza y belga”. El propósito de esta asociación era la de ayudar y socorrer a inmigrantes que llegaban a México, dándoles alojamiento, trabajo, y atención médica. Todo esto solo por una mínima cantidad. Brindaban con el servicio de un hospital, y no falto mucho para que desearan un cementerio propio, además de sumar el número de franceses muertos en la “triste guerra”. El gran proyecto del Panteón Francés, se lo encargaron al decano Ernest Masson, quien a petición de la asociación encontró un terreno seco sin humedad a poca profundidad al sur de la Ciudad de México, en el Pueblo de la Piedad. La Asociación y autoridades llegaron a un acuerdo y firmaron un convenio por doce años y al término de ese tiempo el Panteón quedaría en manos de las autoridades. Siguiendo y respetando los lineamentos de la ley el Panteón Francés comenzó su construcción tomando como modelo arquitectónico los cementerios del Pére La Chaise, de Paris y el Saint James Park, en Londres.
Desde su apertura el Panteón ha sufrido dos ampliaciones en 1877 y en 1920, ya para 1942 cierra la venta de terrenos y se crea un segundo Panteón Francés en San Joaquín, aún vigente. Pero fue hasta 1873 cuando gobernaba el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada que abrió sus puertas el Panteón Francés para los mexicanos, duplicándose el número de inhumaciones de mexicanos y de otros extranjeros privilegiados. Algunas personas importantes, como él escritor y político José López Portillo y Rojas, el presidente Francisco Ignacio Madero González, también él militar revolucionario Salvador Alvarado quien estaba bajo las ordenes de Venustiano Carranza, la actriz María Feliz , el actor y comediante Roberto Gómez Bolaños y el arquitecto Teodoro González de León por mencionar solo algunos.[1]
En cuanto al patrimonio que resguarda, encontramos esculturas y capillas firmadas por autores como Antonio Rivas Mercado, Octavio Adolfo Ponzanelli y César Navari. Y con respecto a estilos descubrimos neogótico, neoclásico, neorrománico, art nouveau y art déco. Al centro del cementerio se encuentra la capilla del Sagrado Corazón, edificada en 1890.[1] Aunque en un inicio el panteón solo recibía a miembros de la comunidad francesa, belga y suiza, la belleza del lugar y su buena administración despertaron el interés de la alta sociedad capitalina, que además durante el porfiriato vivía fascinaba con todo lo francés. Así fue como llegaron apellidos como Escandón, Landa y Barrón. Años después se sumaron personajes ilustres como Pino Suárez y Francisco I. Madero (antes de ser trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres y al Monumento a la Revolución, respectivamente); Emilio Portes Gil, Manuel Romero Rubio, Ignacio Torres Adalid, Miguel Ángel de Quevedo, Benjamín Hill, Joaquín Clausell y más recientemente, Andrés Henestrosa, entre muchos otros personajes. El Panteón Francés de la Piedad continuó operando hasta 1940, cuando se saturó, por lo que la Sociedad Franco, Suiza y Belga de Beneficencia estableció el Panteón Francés de San Joaquín en 1942. Sin embargo, el lugar sigue funcionando (se trata de un cementerio privado) y las familias que cuentan con capillas a perpetuidad (figura que por cierto ya no existe en la CDMX) aún pueden llevar ahí a sus muertos.[2]
La arquitecta Ethel Herrera Moreno, de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, realizó una investigación sobre este cementerio que derivó en el libro El Panteón Francés de la Piedad como documento histórico: una visión urbano-arquitectónica (publicado en dos tomos), editado por el Instituto.
Análisis sobre el Panteón Francés de la Piedad[editar | editar código]
“El objetivo fue hacer un estudio integral del cementerio, considerando todos sus elementos para tener un mayor conocimiento, reconociendo sus valores históricos, urbanos, arquitectónicos y artísticos, y así poder fundamentar su significado patrimonial para establecer criterios para su protección y conservación”, dijo la autora, quien obtuvo el Premio INAH Francisco de la Maza 2010 a la mejor tesis de doctorado en Conservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico, con esta investigación.
El análisis se hizo a la manera de una “población”, dado el tipo de elementos que lo componen: diseño, trazo, calles, glorietas, fuentes, inmuebles de servicio, infraestructura, vegetación, monumentos funerarios y desarrollo “urbano”, desde su creación hasta nuestros días, porque es un panteón que sigue funcionando normalmente.
De manera paralela se realizó una investigación documental, así como trabajo en campo y en gabinete, que incluyó el levantamiento del plano general del recinto y el inventario de las 187 manzanas que lo conforman con 9,298 monumentos funerarios y poco más de 900 baldíos. Los monumentos varían de acuerdo con su antigüedad, los personajes que reposan en ellos, los autores que los crearon, los materiales con que fueron hechos, estilo arquitectónico, esculturas, simbolismo, epitafios y dimensiones.
En un área de 105 mil metros cuadrados, el Panteón Francés de la Piedad, que se localiza en avenida Cuauhtémoc 408, en la delegación del mismo nombre, se fundó en 1864 y fue el primero establecido después de las Leyes de Reforma. En 1872 el gobierno del Distrito Federal concedió a Juan Etcharen, presidente del Comité de Beneficencia de la Sociedad Francesa en México, continuar con el establecimiento del citado cementerio.
Inicialmente sólo se enterraban allí franceses, suizos y belgas, pero debido a la buena administración que había, las familias de la alta sociedad mexicana comenzaron a llevar a sus muertos a ese lugar. Si bien en su primera etapa se caracterizaba por la sencillez de sus tumbas, posteriormente se erigieron grandes capillas como las de los Escandón, los Landa y los Barrón, que todavía existen. Durante el gobierno de Porfirio Díaz buen número de franceses llegaron a México, por lo que el camposanto se llenó de grandes monumentos pertenecientes a familias tanto francesas como mexicanas de la elite porfirista. En los años treinta del siglo pasado, el Panteón Francés de la Piedad se consideraba el más bello de México y uno de los mejores de América, cuyos monumentos funerarios llamaban la atención por su lujo y buen gusto. El concepto pertenece a la corriente de los cementerios jardín integrados a la naturaleza, con abundante vegetación y sepulturas en tierra, en donde se respira un aire de tranquilidad, remanso y paz.
El sitio continuó hasta 1940, cuando fue clausurado porque se encontraba saturado. Para seguir atendiendo las necesidades de sus asociados, la Sociedad Franco, Suiza y Belga de Beneficencia estableció el Panteón Francés de San Joaquín en 1942. En la década de los noventa, se incorporaron ciudadanos mexicanos a la sociedad, por lo que actualmente se llama Sociedad Franco, Mexicana, Suiza y Belga.
Analizado como un conjunto arquitectónico y urbanístico, Ethel Herrera explicó que se caracteriza por el eclecticismo de sus monumentos de estilos neogótico, neoclásico, neorrománico, art nouveau y art déco. La fachada principal tiene una decoración art nouveau y conserva una cenefa triangular metálica con la leyenda Heureux qui meurt dans le seigneur (Bienaventurados quienes mueren en el Señor). Entre los hitos del cementerio, figuran la capilla del Sagrado Corazón, edificada en 1890, y cuyo autor es el francés E. Desormes. Luce una fachada estilo neogótico, vitrales emplomados del siglo XIX firmados por Felix Gaudin, pinturas de caballete que representan escenas del Nuevo Testamento, realizadas por Vignal, y nichos cubiertos con lápidas de mármol que tienen grabados los nombres de los difuntos.
El número total de monumentos es de 9,298, de los cuales 565 corresponden al siglo XIX; 4,333 fueron construidos entre 1900 y 1940; y 4,364 son posteriores a esta fecha. Hay desde tumbas sencillas con lápidas de mármol, escalonadas o enrejadas, hasta sepulcros con cabecera tipo pedestal rematada con cruces o esculturas de ángeles.
La mayoría de las cruces, esculturas y relieves de los monumentos, poseen gran calidad artística, por la forma y los materiales con que están trabajados; gran parte de ellos fueron realizados por autores reconocidos, como Antonio Rivas Mercado, Octavio Adolfo Ponzanelli, Norville Navari y César Navari, entre un grupo de 170 que fueron identificados por la especialista.
Asimismo, sobresalen las capillas con un espacio interior y a veces una cripta subterránea, las más antiguas con muros de cantería o mármol, y techos de lámina de zinc, madera, concreto, ladrillo o combinados con mármol o cantería. También hay construcciones de tres niveles con espacio para gavetas y nichos. Ahí reposan los restos de gran número de personalidades. Ahí estuvieron Pino Suárez y Francisco I. Madero, antes de ser trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres y al Monumento a la Revolución, respectivamente. También Emilio Portes Gil, Manuel Romero Rubio, Ignacio Torres Adalid, Joaquín Casasús, Emilio Madero, Benjamín Hill, Joaquín Clausell, Jesús Contreras, Casimiro Castro, Ricardo Castro, Guillermo Bonfil Batalla y, más recientemente, Andrés Henestrosa, entre muchos otros personajes de diversos ámbitos.
En general, el lugar se encuentra en buen estado de conservación; sin embargo, hay algunos sepulcros deteriorados por el abandono de las familias o porque ya no hay descendientes, lo que pone en riesgo este patrimonio cultural. “El Panteón Francés tiene un gran valor histórico por su antigüedad y porque forma parte de la historia de la Ciudad de México, de la intervención francesa y de la arquitectura funeraria de los siglos XIX, XX y XXI de nuestro país”.
La especialista añadió que los cementerios tradicionales han ido desapareciendo, en virtud de que la arquitectura funeraria está cambiando por falta de espacio, cambio de ideología y reglamentos, economía e inseguridad. “Ahora se recurre a la incineración y las urnas se depositan en una iglesia o en construcciones verticales que albergan nichos, lo que modifica el concepto de los camposantos históricos. Por ello, es urgente conservar los testimonios que aún quedan de estas necrópolis”.[3]
Esculturas en el Panteón[editar | editar código]
Personajes ilustres[editar | editar código]
Ahí yacen personajes como José López Portillo y Rojas, Paco Malgesto, José Revueltas, Agustín Legorreta, Roberto Gómez Bolaños Chespirito, Manuel Ávila Camacho y Teodoro González de León.