Glorieta Cabeza de Juárez
Datos
La Glorieta Cabeza de Juárez es una de las 49 glorietas más conocidas de la Ciudad de México y está ubicada en los límites de las colonias Cabeza de Juárez y Ejército de Oriente. Siqueiros fue contratado por el gobierno del presidente Luis Echeverría para llevar a cabo el proyecto del monumento a Benito Juárez, aunque no lo concluyó debido a su muerte en 1974, de modo que el gobierno abandonó el proyecto por un tiempo. Finalmente, la Cabeza de Juárez fue inaugurada el 21 de marzo de 1976, y la idea original terminó siendo modificada negativamente por sus discípulos.
Avenidas y Calles[editar | editar código]
- Av. Gelatao
- Calle Enrique Contell
Arquitectura[editar | editar código]
Obra civil: Arquitectos Lorenzo Carrasco y Miguel Ramírez Bautista
Escultura: Luis Arenal
Pintura: David Alfaro Siqueiros (no realizada)
La obra, de “integración plástica”, la contrató Siqueiros con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), con el respaldo del presidente Luis Echeverría Álvarez.[1]
Historia[editar | editar código]
Siglo XX[editar | editar código]
Fue construida en los años setenta del siglo XX, puesto que en 1972, centenario de la muerte del Benemérito de las Américas, fue declarado el Año de Juárez. Las autoridades del país planearon eventos y obras conmemorativas relevantes. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes tenía dos predios enormes al oriente de la ciudad ocupados por la Central Radiotransmisora Miguel Alemán, donde había autorizado erigir colonias populares, reservándose el derecho de construir espacios culturales. Se propuso edificar allí una concha acústica, para lo cual el secretario Eugenio Méndez Docurro sugirió a Siqueiros para que realizara pinturas murales que refirió a Echeverría.
Siqueiros, enterado del proyecto, propuso un cambio: elaborar una estatua a don Benito Juárez. Planteó realizar un busto monumental, como inicio de un bulevar del arte que uniría las avenidas Ignacio Zaragoza y Ermita Iztapalapa, en los predios de la SCT. El presidente dio su anuencia. Para Siqueiros, era la oportunidad de una obra popular, de acuerdo con su ideología. En el taller del escultor Federico Canessi, quien había trabajado para él con su cuñado Luis Arenal, hizo una maqueta del monumento. Arenal hizo el busto en yeso de Benito Juárez, según una pintura de Siqueiros realizada hacia 1956. La maqueta la presentaron a la SCT, cuyos técnicos opinaron que se hundiría en el terreno fangoso sin unos pilotes, lo que encarecería el proyecto.
Siqueiros consultó a Lorenzo Carrasco. Este último comentó el problema: un monumento de ocho por dieciséis metros que sostendría una cabeza de cinco metros de alto, erigido frente al Peñón del Marqués en un terreno fangoso, de tres toneladas de resistencia por metro cuadrado. Al día siguiente, Miguel Ramírez Bautista resolvió que una estructura de fierro con mantos de concreto armado de ocho centímetros y la cabeza de lámina flotarían en aquel terreno. Esa tarde los contratarom. Era octubre de 1972.[1]
Carrasco me presentó a Siqueiros, ¡de quien era el proyecto!, y al que acompañaba el escultor Luis Arenal. Explicamos cómo sería la estructura. Fue aprobada nuestra propuesta. Todos se fueron, me quedé solo y medí la maqueta.
Los terrenos de la SCT eran enormes; sus planos indicaban que eran dos lotes de 1,447 hectáreas. El sábado 28 de octubre de 1972, Siqueiros, las autoridades de la SCT y los demás iniciaron la obra con los planos que Miguel Ramírez Bautista hizo en una semana. Miguel Ramírez Bautista cuenta que la última vez que vio a Siqueiros le informó del adelanto:
—Maestro, la fabricación de la cabeza metálica está terminada, pero nosotros todavía no concluimos el basamento. La cabeza se está oxidando, creo que hay que protegerla cubriéndola.
—¡Déjala que se oxide! Con el óxido la pintaré y le daré el acabado. ¿No ves que don Benito Juárez tenía apariencia oxidada?
Me preguntó si tenía el proyecto del bulevar del arte y le respondí que todavía no. Había hecho un trazo que presenté a Carrasco, quien lo criticó con una pregunta: “¿No podías hacer más glorietas?”. Había utilizado un recurso del pasado y no rutas vehiculares modernas, elevadas.[1]
Siqueiros estaba enfermo por aquellos años. La obra se suspendió y ya no hubo recursos para continuar. El maestro murió el 6 de enero de 1974. El proyecto se abandonó. Se robaron las puertas, los muebles sanitarios, la electricidad y ¡hasta el alambre! En 1975, hacia el final de la presidencia de Echeverría, el ingeniero Méndez Docurro convocó a una reunión para terminar el monumento y se pensaba en algunos pintores. En la reunión hizo una semblanza de la grandeza de Siqueiros y lamentó su muerte y el abandono del monumento. Pidió la palabra Luis Arenal y dijo que los discípulos y ayudantes de Siqueiros eran quienes podían terminarlo. Luego habló el arquitecto De Arcángelis, de la SCT, y lamentó que no hubiera un proyecto de la pintura. Entonces Arenal sacó un papel amarillo –creí que era un fólder con rayas– y lo mostró:
—¡Sí hay un proyecto! ¡Es este!
De Arcángelis vio aquellas rayas –asquerosas, como yo las veía, y diferentes al número de oro que Siqueiros diseñó– y exclamó:
—Esas rayas, ¿son el proyecto de la pintura mural?
—¡Para usted serán rayas! ¡Para nosotros son el proyecto pictórico del monumento![1]