Casco antiguo de la Ex-hacienda de San Juan de Dios de los Morales
Datos
El Casco antiguo de la Ex-hacienda de San Juan de Dios de los Morales esta ubicada en la Colonia Polanco Primera Sección en la Alcaldía Miguel Hidalgo en la Ciudad de México. El restaurante “Hacienda de Los Morales” fue inaugurado en abril de 1967. A finales de los años ochenta del siglo XX se decidió aumentar la capacidad del lugar. La primera obra fue la ampliación del comedor, seguida por un mayor número de salones: Sacristía, Vitrales y Campanil. Otra mejora consistió en construir el kiosco que se encuentra ubicado a un costado del jardín. La actual atmósfera, evocativa de las viejas haciendas mexicanas, fue lograda por la intervención de los arquitectos Javier Carral Escalante y Carlos Obregón Formoso.
Historia[editar | editar código]
Siglo XVI
La historia de Hacienda de los Morales se remonta a mediados del siglo XVI, cuando en parte de estas tierras, se sembraron las primeras moreras para la crianza del gusano de seda, razón por la cual se le dio el nombre a la Hacienda que ha perdurado durante más de cuatro siglos, Los Morales.
Cien años más tarde, en 1647, se inició la construcción de una finca que sus dueños llamarían San Juan de Dios de los Morales. El casco de esta Hacienda, ha sido restaurado en diversas ocasiones, sin alterar su estructura original. La Hacienda de los Morales, continuó como la residencia particular de diversas familias de la sociedad mexicana, hasta mediados del siglo XX. Los grandes pintores José María Velasco, German Gedovius, Daniel Thomas Egerton y Conrad W. Chapman, plasmaron el paisaje que se tuvo de la Ciudad de México desde Hacienda de los Morales en diversas obras.
Luego de consumar el sitio de México-Tenochtitlán, Hernán Cortés establece una estructura de gobierno, distinguiendo a miembros de la aristocracia mexicana, de la que sobresale la joven primogénita de Moctezuma, antepenúltimo señor mexica. Al contraer matrimonio con el español Alonso de Grado, que ostentaba el cargo de “visitador de los indios”, Cortés concede a la novia la encomienda de Tacuba, en cuyos términos sería fundada La Hacienda de Los Morales.
Tres vecinos de Tacuba, auxiliados por un intérprete, vendieron un pedazo de tierra, “a manera de dicho paño”, al español Francisco Gudiel Barbero, según dice la escritura de compraventa respectiva. Se trataba de una extensión de 120 brazas de ancho y 170 de largo, prácticamente seis hectáreas, por el rumbo de Ximilpa. Por concepto de la operación se pagaron veinte pesos de oro en total, una cantidad de metal amonedado que hoy equivale a un centenario.
Los vendedores: Juan, Sancho y Francisco eran “indios principales y gobernadores” aunque sujetos a la voluntad de su encomendadora Doña Isabel de Moctezuma. Aquella operación de compraventa fue, hasta donde se ha podido averiguar, el antecedente más remoto en la formación de la extensa propiedad, que desde 1645 se conoció como “Los Morales”.
Siglo XVII
En 1647 se inició la construcción de la finca, que sus dueños llamarían “San Juan de Dios de Los Morales”. El agua que corría por La Zanja de Los Morales fue un constante motivo de litigio entre los dueños de la hacienda y sus vecinos.
En 1693 Bartolomé de Terreros, entonces dueño de la hacienda, solicita a Don Francisco de Aguilar y Seixas, Arzobispo de la ciudad, permiso para oficiar en la capilla que construye en el casco de la hacienda. Doña Ana María Romo, viuda de Gómez Prado, embellece el recinto.
Siglo XIX
En 1821 durante todo el mes de semptiembre, Agustín de Iturbide y Juan O’Donojú, Virrey de España, aceptaron la invitación extendida por José de Garay, dueño de la hacienda. Disfrutaron de su hospitalidad para desayunar en el casco de Los Morales y discutir los términos para la retirada de las fuerzas españolas del país.
En 1847 los Morales sirve de hospedaje al general Juan Álvarez y a las tropas de resistencia a la invasión norteamericana del general Winfield Scott.
Siglo XX
En 1914 el general revolucionario Francisco Villa utiliza la hacienda como refugio para acampar sus tropas de la División del Norte y alimentar la caballada en los alfalfares de la hacienda. En esta década se ubicó un nuevo fraccionamiento, que abarcaba sólo desde Campos Eliseos hasta Masaryk y de Moliere a Arquímides, que actualmente constituye la zona de Polanco.
Alrededor de 1965, se realizó la primera de una serie de juntas de trabajo, la convocaban el arquitecto Juan Cortina Portilla, Don Pedro Gorozpe y el Sr. Antonio Cuevas Núñez, con el propósito de despertar el interés de una nueva empresa: hacer del casco de la hacienda el mejor restaurante de la ciudad. Para los trabajos de adaptación del inmueble, se acudió a los Arquitectos Landa y a su colega Juan Cortina Del Valle.
El antiguo salón comedor fue adaptado como salón para tomar el aperitivo, el comedor se construyó completamente nuevo. Por razones tanto prácticas como estéticas, a espaldas de la casona se agregaron nuevos corredores, donde se emplearon columnas, arcos y otros elementos de piedra recuperados de una mansión que iba a ser demolida en la colonia Roma, así como ornamentaciones de madera tallada y de hierro forjado, que se adquirieron a varios anticuarios.
La última decisión de importancia fue abrir la entrada al restaurante por la recién trazada calle de Vázquez de Mella, inaugurando así el restaurante el 14 de abril de 1967.
Posteriormente, a finales de los años ochenta, se decidió aumentar la capacidad del restaurante; la primera obra fue la ampliación del comedor, agregando la sala con la gran obra de Germán Gedovius. Rápidamente fue seguida por un mayor número de salones privados. Otra mejora consistió en construir el kiosco, que se encuentra ubicado a un costado del jardín. La apariencia actual evoca al toque de las viejas haciendas mexicanas.
Arquitectura[editar | editar código]
En el siglo XVI un español de nombre Francisco Gudiel Barbero, compró una amplia extensión de tierra en la jurisdicción de Tacuba, la cual vendió en 1541 a Lorenzo de Tejada, oidor de la Audiencia Real. Probablemente el nombre de la hacienda se originó cuando el funcionario Tejada recibió como regalo del virrey cuatro mil moreras, plantas en las que se cría al gusano de seda y que sembró en los terrenos de su propiedad; mientras que el nombre del santo titular procede del siglo XVIII cuando se ordenó pintar la imagen de san Juan de Dios que aún se conserva en el altar de la capilla de la antigua hacienda.
La finca tuvo varios propietarios a lo largo de los siglos entre los que destacaron Baltasar Arechavala, José Garay y en la última etapa los señores Eduardo Cuevas, padre e hijo. Desde sus orígenes la hacienda fue muy productiva, pues además de las moreras se cultivaba trigo, se plantaron magueyales y se estimuló la crianza de ganado lanar. Tenía molinos, caballerizas, huertos, viñedos, olivares y la casa principal. Uno de los ríos que fluía en sus inmediaciones recibía por nombre “de los Morales”, cuyo cauce quedó señalado por la actual avenida Campos Elíseos.
La fragmentación de la hacienda en el siglo XX fue el resultado de la cesión de los bienes a diferentes beneficiarios, según lo estipuló en su testamento el señor Eduardo Cuevas Rubio. Dividida en cinco secciones, Eduardo Cuevas Lascurain heredó de su padre aquélla que incluía el casco de la hacienda y un rectángulo que estuvo en el espacio comprendido entre las actuales avenidas Ejército Nacional, Mariano Escobedo, Presidente Masaryk y el Anillo Periférico. Los intereses de cada beneficiario hicieron que los terrenos fueran fraccionados y vendidos entre 1923 y 1940, generando la formación de nuevas colonias, la instalación de plantas industriales o el establecimiento de instituciones de diferente índole.
En 1965, con la autorización de la familia Cuevas, los arquitectos Juan Cortina Portilla, Pedro Gorozpe y Antonio Cuevas Núñez planearon convertir el casco de la hacienda en un restaurante. Los trabajos de adaptación del inmueble estuvieron bajo la dirección de los arquitectos Landa y de su colega Juan Cortina del Valle. Las cocinas se colocaron junto al edificio del antiguo molino, en cuya planta baja se dispusieron las bodegas, mientras que el nivel superior se acondicionó como salón. En el viejo casco de la hacienda el cambio más notable consistió en reubicar la escalera y acondicionar los sanitarios. Atrás de la casona se agregaron nuevos corredores, columnas, arcos y otros elementos recuperados de una mansión en la colonia Roma que iba a ser demolida; diversas ornamentaciones de madera tallada y de hierro forjado se adquirieron a varios anticuarios. También se decidió que la entrada al restaurante estaría por la actual calle de Vázquez de Mella.