Colonia Ex-Ejido de San Francisco Culhuacán
La Colonia Ex-Ejido de San Francisco Culhuacán se encuentra al oriente de la Alcaldía Coyoacán. Esta colonia se encuentra en uno de los barrios de Culhuacán desaparecidos en 1580: el Barrio de la Transfiguración Tlaateco. Su nombre se debe a que a principios de siglo XX, los terrenos de la Hacienda San Antonio Coapa fueron convertidos en ejidos, cuya parte era administrado por el vecino Barrio de San Francisco. Actualmente es una zona habitacional, cuyas calles están nombradas como un ejidos antiguos.
Antecedentes[editar | editar código]
Prehispánica[editar | editar código]
Los chichimecas culhuaque llegaron a establecerse en área de lo que hoy es el pueblo de San Francisco Culhuacán, “unidos pero no mezclados con el sobreviviente asentamiento teotihuacano, hasta que este fue sometido por los chichimeca culhuaque”. Con la unión de ambos grupos se fundó en año 715 el tlahtocáyotl (señorío) en Culhuacán, teniendo por primer gobernante a Tepilitzin Nauyotzin y como pueblos subordinados a Xuchimilco, Cuitláhuac, Mízquic, Cuyohuacan, Ocuilan y Malninalco.[1]
Durante el siglo IX el linaje de Quetzlacoatl refugiado en señoríos como Culhuacán y Azcapotzalco fundan en el actual estado de Hidalgo la ciudad Tula Xicocotitlan, a partir de una alianza celebrada con grupos chichimecas. Con este suceso, puede verse a Culhuacán desempeñarse como una especie de bisagra, un puente conector de la cultura tolteca entre la ciudad de Teotihuacán y la ciudad de Tula Xicocotitlán. En el año 856 la influencia política y territorial de Culhuacán aumentó fuera de la cuenca de México con el acuerdo político que estableció con los señoríos de Tula y Otompan al integrar una primera Triple Alianza que le otorgó estabilidad política y beneficios comerciales a los tres señoríos participantes.[1]
Alva Ixtlixochitl señala que los chichimecas de Xolotl, encabezados por el príncipe Nopalitzin, acudieron a Culhuacán en fechas cercanas a la muerte de su padre Xolotl, con el propósito de solicitar algún tipo de reconocimiento para su progenitor como señor y monarca de las tierras que ocupaba en el Valle de México. Ante la negativa, Nopalitzin regresó a Culhuacán con el objetivo de someter al señorío, logrando matar a su tecutli durante la primera mitad del siglo XIII, y tomar por esposa a Azcatlxochitl, hija de príncipe tolteca Pochotol, habitante de Culhuacán y descendiente de Topilitzin, último rey de Tula Xicocotitlán, teniendo tres hijos. En este suceso, se puede ver la importancia de Culhuacán para la época, como bastión tolteca, como el sitio con el cual los grupos que arribaron al valle de México buscaron emparentar para legitimar sus pretensiones señoriales. Siendo a través de la influencia culhuacana que los chichimecas aprenden el náhuatl y lo imponen en su nación, usándose durante el posclásico tardío la denominación de culhua para hacer alusión a la cultura tolteca.[1]
A la llegada de los españoles a la región de los nauhtecutin, visitada por primera vez a fines de 1519, se estima que vivían en Culhuacán alrededor de 4,000 habitantes, teniendo por tlatoque a Totocomoctzin. En los otros tres pueblo vecinos de Culhuacán, gobernaba en Mexicaltzingo Tochihuitzin, en Huitzilopochco Huitzilatzin y en Iztapalapa Cuitláhuac. Los últimos días del gobierno de Moctezuma comprenden el inicio del fin del Imperio Mexica, con el recibimiento y alojo de los españoles en Tenochtitlán, y los acontecimientos que conllevan a la captura de Moctezuma y el levantamiento del pueblo mexica.[1]
Los aliados de los españoles provenientes de Chalco saquearon y sometieron a Culhuacán. Y son referidos por Cortés como quienes más daño infringieron a los nauhtecutin causando su rendición y precipitando a los pueblos lacustres a prestar su colaboración para atacar Tenochtitlán, aportando canoas, gente de guerra y levantado casas para los españoles, pues era época de lluvias y los batallones estaban muy mal provistos.[1]
Al termino de la conquista del Imperio Mexica los españoles comenzaron a repartirse el derecho de tributo y trabajo de los pueblos sometidos. A Culhuacán, Iztapalapa, Mexicaltzingo y Churubusco, les correspondió en un inicio entregar su trabajo y servicios para la creación y manutención de la nueva ciudad española sobre las ruinas de Tenochtitlán. Poco después el trabajo de estos pueblos se distribuyó entre la Corona, la Ciudad de México y encomenderos particulares.[1]
Historia[editar | editar código]
Siglo XIX[editar | editar código]
La ley de desamortización exceptuó de las ventas forzosas los templos públicos donde la institución eclesiástica llevaba acabo misas. De las comunidades indígenas la ley descartó las ventas de los edificios públicos de los pueblos, sus mercados y sus ejidos, que por entonces no hacían referencia al ejido agrícola que el gobierno repartió a un grupo de personas para su explotación durante el siglo XX. Si no que la palabra ejido, para mediados del siglo XIX, continuaba haciendo referencia como en la época colonial a los agostaderos y bosques de uso común afuera de los pueblos, donde estaba prohibido labrar, edificar o apropiárselos, debido a que en estos terrenos los pobladores se beneficiaba de la recolección de madera, de frutos, del pastoreo, entre otras actividades. [1]
En el caso de Culhuacán y otros pueblos de alrededor de la ciudad, las haciendas ya se habían apropiado de sus ejidos durante la época colonial. En Culhuacán las tierras que podían ser de uso público como las del cerro del Huixachtlan ya era identificadas como propiedad de la hacienda de la Estrella, abarcando buena parte de la ladera del cerro inmediata Culhuacán desde la segunda mitad del siglo XVIII. La parte poniente del pueblo de Culhuacán fue la más afectada durante la expansión de las haciendas, pues las haciendas de San Antonio Coapa, Dolores y Retis se apropiaron de las tierras donde se asentaron al menos 8 barrios de Culhuacán que desaparecieron a causa de epidemias, inundaciones, despojo, migraciones y ventas forzosas. Al menos desde mediados del siglo XVIII el pueblo de Culhuacán tenía que pagar para tener acceso a las lagunas, ciénagas, potreros y otros recursos a la redonda propiedad de la hacienda de San Antonio Coapa y sus fincas anexas.[1]
A falta de ejidos en el caso del pueblo de Culhuacán y comunidades vecinas, la ley de desamortización se ejerció con mayor probabilidad sobre las tierras al interior del pueblo, poniendo en venta los terrenos de usufructo familiar. La ley establecía que los terrenos fueran adjudicados a sus ocupantes o arrendatarios actuales pagando arbitrariamente 16.6 veces la renta anual, más un impuesto del 5 por ciento. Las tierras podían ser adquiridas tanto por habitantes de la comunidad que se encontraran trabajando esa tierra o gente extraña a la comunidad que demandara propiedad como inquilino. Si la persona que se encontraba arrendado la tierra no reclamaba para su benefició la compra del bien en determinado tiempo, cualquier persona lo podía hacer, aunque claro esta que la ley Lerdo fue una gran oportunidad para adquirir bienes raíces únicamente para las personas solventes, con algún dinero contante y sonante, con posibilidades de beneficiarse del remate de bienes eclesiásticos y tierras comunales.[1]
Siglo XX[editar | editar código]
1900-1930[editar | editar código]
Tanto la hacienda de la Soledad y San Nicolás Tolentino no fueron consideradas por la Comisión Local Agraria del DF para formar el ejido del pueblo de Culhuacán por encontrarse fraccionadas. La hacienda de la Soledad que contaba con tierras de riego de primera, había sido vendida en su totalidad en secciones entre 1908 y 1915. Y la hacienda de San Nicolás Tolentino, que tenia una extensión de 2, 659 hectáreas había sido parcialmente fraccionada en 1908, cuando la compañía Agrícola San Nicolás S.A adquirió una parte de terreno para “construir fraccionamientos para colonos pobres”, y es que la hacienda poseía “tierras en lo general malas, pues la mayoría son salitrosas.” [1]
El ingeniero Aduana comisionado para levantar la información del pueblo de Culhuacán resolvió que la hacienda de San Antonio Coapa era la finca que sería afectada para dotar de tierra necesaria al pueblo.“La hacienda de San Antonio Coapa posee tierras de labor de primera clase, con una superficie mayor de 1,000 hectáreas y que esta Hacienda no sólo rodea al pueblo, sino que lo divide en dos partes.” La hacienda de San Antonio tenía una extensión de “1467 hectáreas 82 áreas 50 centiares” encontrando avalúos que estimaban el costo del laborío en 2, 097, 407 pesos a los 3 000 000 de pesos.[1]
En septiembre de 1922 el pueblo de Culhuacán comenzó a presionar a las autoridades mandando telegramas al presidente Obregón, denunciando que su dotación de ejidos se ha visto impedida por la concesión de amparos a los falsos fraccionistas que han simulado el parcelamiento de la hacienda de San Antonio Coapa para evitar su afectación. En el telegrama del 19 de enero de 1923 el pueblo de Culhuacán le hace saber al presidente Obregón que:[1]
Ochocientos campesinos muy pobres, Pueblo Culhuacán , D.F. hemos pedido tierras desde hace más de cuatro años. Sabemos Usted no desatiende nunca justas peticiones trabajadores campo, y confiados es su espíritu revolucionario permitímosnos suplicarle muy atenta y comedidamente dígnese disponer que Comisión Nacional Agraria llévele resolución, pues está concluido nuestro expediente. No tenemos posesión provisional, porque Juez Tercero Distrito Miguel Roman, hoy cesante, mandó a suspender tal posesión, contrariando jurisprudencia relativa. Aunque María Escandón, propietaria finca San Antonio Coapa, simuló contrato compra venta terrenos expropiables para burlar aplicación Leyes Agrarias, no ésta probado fraccionamiento legítimo y no hay por esto inconveniente legal para dotación que solicitamos.
Siendo nuestra situación aflictiva y desesperante, pues ni siquiera ocupa ya nuestros servicios la señora Escandón, disgustada por nuestra solicitud de tierras, esperando Usted se sirva ordenar que a la mayor brevedad se nos entregue superficie que convenga. Advertímos que expediente llegó a Comisión Nacional apenas hace dos meses, pero ya terminado. Anticipámosle profundo agradecimiento y hacémosle presentes protestas lealtad y afecto.
Los Comisionados
Firman: Cecilio Chavarria, Domingo Valverde, Albino Rodríguez.[1]
Después de varios amparos interpuestos por los supuestos dueños de los fraccionamientos de la hacienda de San Antonio Coapa, que impedían que los pueblos de Culhuacán, Mexiclatzingo, Churubusco, San Pablo Tepetlapa y la Candelaria fueran dotados de ejidos, la Comisión Local del D. F resolvió no reconocer el fraccionamiento de la hacienda de San Antonio Coapa por ser posterior a la emisión de la ley del 6 enero de 1915, buscando eludir mediante dicha treta el cumplimiento constitucional.32 El 24 de marzo de 1923 la Comisión Nacional Agraria resolvió dotar al pueblo de Culhuacán de 700 hectáreas tomadas de la hacienda de San Antonio Coapa para la conformación de ejidos en el pueblo, “habiendo entrado en posesión definitiva el día 28 de marzo de 1923”.33 Mismo día que el pueblo de Culhuacán en agradecimiento envió un emotivo telegrama al presidente Obregón que decía así:[1]
“Indescriptible alegría reina hoy en este pueblo de Culhuacán con motivo posesión definitiva ejidos que usted tuvo deferencia concedernos. Es usted uno de los pocos grandes Gobernantes que no se han olvidado de las clases menesterosas y por esto su nombre quedará para siempre gravado en nuestras conciencias entre recuerdos de gratitud sincera. Reciba usted los agradecimientos de ochocientos campesinos que le protestan lealtad inalterable”[1]
El telegrama de respuesta de Obregón al pueblo de Culhuacán fue el siguiente:[1]
“Agradezco sinceramente contenido a su atento mensaje ayer y hago votos porque todos hijos ese pueblo obtengan grandes beneficios de ejidos con que ha dotádoseles, mediante esfuerzo perseverante y honrado...”[1]
1930-1950[editar | editar código]
En 1937 la Comisión Nacional Agraria estableció la figura del comisariado ejidal como forma de representación y organización de las comunidades en el artículo 131 bis del código agrario. En cumplimiento de la norma el pueblo de Culhuacán fue dividido en 1938 en 5 núcleos ejidales: Culhuacán, Los Reyes, San Francisco, San Antonio y Tomatlán.39 Cada núcleo ejidal, eligió su respectivo comisariado, diluyendo con ello la pertenencia de cada barrio a un mismo pueblo al comenzar a gestionarse los problemas por separado y ya no bajo la figura representativa inicial del Comité Administrativo Agrario del Pueblo.[1]
La finca de San Antonio Coapa con una superficie redondeada en 1468 hectáreas en un reporte de afectaciones, fue dividida de la siguiente manera: “para Culhuacan 700 hs.; para Churubusco 150 hs.; para San Pablo Tepetlapa 158 hs.; para Mexicaltzingo 70 hs. y para la Candelaria 205 hs”. En general la tierra repartida entre cada miembro de las comunidades fue marcada de a 1 hectárea por familia. En total la suma de las afectaciones sumaron 1, 283 hectáreas en beneficio de los pueblos colindantes de San Antonio Coapa, restándole a la señora María Escandón de Bush 185 hectáreas de su propiedad, que la familia fue vendiendo para su urbanización en años posteriores bajo la firma de Fraccionadora San Antonio Coapa S.A. Para 1943, por trabajos de ampliación que se realizaron sobre calzada de Tlalpan, el casco de la hacienda de San Antonio Coapa fue demolido, desapareciendo la construcción más representativa del laborío que por varios siglos dominó la región.[1]
El reparto de tierras entre los pueblos ubicados alrededor de la ciudad de México abrió una nueva época en la vida de las comunidades, en la que el ejido parecía reivindicar las aspiraciones de los pueblos de poseer tierra otorgándoles la oportunidad de sustentarse económicamente mediante el trabajo de ella. Quedándose atrás el tiempo de la opresión, el despojo y el peonaje en las haciendas. Sin embargo los ejidos de los pueblos cercanos a la ciudad de México pronto serían objeto de la presión urbanizadora, donde las actividades agrícolas serían relegadas por las autoridades para darle prioridad a la construcción de nuevas colonias y a la industria.[1]
Una descripción de la vida en el ejido del pueblo de Culhuacán se encuentra en una tesis elaborada en 1946 por Mario Sánchez Flores, un estudiante de medicina de la UNAM que presentó un escrito titulado Informe general sobre la exploración sanitaria del municipio de Culhuacán, Delegación Iztapalapa, D.F para optar por el título de médico cirujano. El informe de 46 páginas contiene descripciones precisas del pueblo en un periodo que va de diciembre de 1945 a mayo de 1946. El autor realizó un panorama general del pueblo, una verdadera estampa años antes de que la comunidad fuera alcanzada por la ciudad.[1]
De acuerdo al informe sanitario, los habitantes del pueblo de Culhuacán a pesar de su cercanía con la urbe aún vivían en un entorno rural. La mayoría de su gente se dedicaba a labores del campo y a la obtención de leche como forma de economía. Y a pesar de contar la comunidad con tierras de buena calidad, el informe señala que algunos de sus pobladores emigraron a Estados Unidos en calidad de braceros, fenómeno que apunta a problemas de rentabilidad y expectativas con las actividades económicas del pueblo y del país en general.[1]
El ejido como unidad de producción para las familias campesinas del pueblo quedó distribuido de una hectárea por familia desde 1923, sin embargo la infraestructura con la que contaban los campesinos, de acuerdo al informe, seguía siendo nula. A 23 años del reparto agrario las parcelas continúan siendo de temporal, sujetas a la suerte del clima; la presencia de tractores en la región es mínima; los campesinos continúan sembrando principalmente maíz y alfalfa, sin mayor rotatividad de cultivos. Condiciones que apuntan hacia una comunidad que se ha mantenido un tanto estática, produciendo prácticamente para el autoconsumo, ante la cercanía de una ciudad dinámica, centro económico y político de la nación que atrae capital y fuerza de trabajo.[1]
En 1942 la zona oriente del D.F fue decretada zona industrial, representando para los pueblos del sur oriente otra forma de ingreso ante el estancamiento del campo. Sobre todo constituía una buena alternativa para el 30% de habitantes del pueblo que no contaban con ganado vacuno, ya que los “pobladores [de Culhuacán] fueron en su mayoría campesinos aunque también trabajaban en distintas empresas pues no era posible vivir únicamente de la parcela, a menos que tuvieran ganado vacuno al que criaban junto con el producto de la tierra.”[1]
1950[editar | editar código]
La representatividad de los ejidatarios en los pueblos a través de la figura del comisario ejidal resulta controvertida no sólo para la historia de Culhuacán, sino al parecer para todos los lugares donde se llevó a cabo la reforma agraria. La organización de los pueblos en ejidos integró a las comunidades al sistema de clientelismo con que operaba el partido en el poder, significando, en la mayoría de los casos, beneficios e impunidad para todos los representantes de grupos sociales a fines al gobierno. Es el caso de los comisarios ejidales, que fueron los actores más beneficiados con la organización de las comunidades en ejidos, por la facilidad de hacer negocios con su cargo al gestionar la titularidad de las parcelas e incrementarse las posibilidades de hacer negocios con las tierras del pueblo cuando la ciudad tocó a sus puertas.[1]
Para las compañías fraccionadoras que desempeñaron un papel importante en el crecimiento de la ciudad durante la década de los cincuenta, la figura del comisario ejidal representó la puerta de entrada a nuevos negocios. Como ejemplo de la corrupción que existió en los núcleos ejidales del pueblo de Culhuacán, referiré un caso del pueblo de San Francisco Culhuacán, donde en un escrito del presidente de la comisión de vigilancia de los ejidos de San Francisco Culhuacán, encabezada por el Sr. Eusebio de la Rosa, con fecha del 24 de noviembre del 1959, dirigido hacia el jefe de Asuntos Agrarios y Colonización, prof. Roberto Barrios, denunció que el comisario ejidal de dicha comunidad, el señor Inocencia Pasten Nava, permitió la invasión de los ejidos a “una sociedad fraccionadora” de nombre “Sierra Ventana”, encabezada por el C. Mayor del Ejército Nacional, Federico Martínez Hurtado. Informando que dicha invasión no se llevó a cabo por estar al tanto y contar con la ayuda de la policía, remitiendo al ingeniero participe en la invasión ante las autoridades del departamento de D.F en Coyoacán.[1]
1960[editar | editar código]
Ante el crecimiento de la ciudad no es trivial que algunos ejidatarios del pueblo de Culhuacán, sobre todo los que se ubicaban en la parte poniente, en el pueblo de San Antonio y San Francisco, empezaran a rentar sus parcelas para la producción de tabiques, situación que contravenía a lo decretado en el código agrario, donde se estableció que los terrenos ejidales además de ser inalienables debían ser exclusivamente para uso agrícola. Por lo que el 14 de marzo de 1963 el director general de Fomento Agrícola tuvo la orden de “que emita las disposiciones necesarias para que se suspendan las excavaciones para fabricación de tabique en el ejido de San Antonio Culhuacán, así como su producción; además de enviar una comisión al lugar para que practique un corte de caja al comisariado del lugar, a fin de ver en que se han destinado los fondos de los tabiques ya producidos.”[1]
Ante el anquilosamiento de la producción agrícola por falta de iniciativas y estímulos gubernamentales que se encontraban dirigidos a incentivar el desarrollo industrial, los campesinos comenzaron a finales de los años cuarenta a excavar en sus parcelas para la fabricación de hornos en los que cocían el tabique, material de construcción necesario para una ciudad en crecimiento. Para mediados de los años sesenta cuando fueron expropiados bajo este pretexto varias parcelas, los hornos construidos en los ejidos de Culhuacán sumaban alrededor de 418.[1]
La introducción del ejido agrario en Culhuacán significó cambios en cuanto a estructura y organización del pueblo. Las comunidades cambiaron la dependencia hacia las haciendas por la subordinación a la estructura gubernamental que después de efectuarse el reparto agrario en la zona no les prestó mayor atención. El crecimiento de las familias en los pueblos, la falta de rotatividad de cultivos, la falta de infraestructura agrícola en los pueblo de la zona, aunado a las corrupciones internas en los núcleos ejidales, llevó a las comunidades a un estancamiento que precipitó a que dejaran la actividad agrícola y buscaran otras formas de ingreso como la oferta de trabajo de las industrias, en la ciudad y hasta en Estados Unidos.[1]
Para finales de los años cincuenta los ejidos del pueblo de Culhuacán fueron solicitados por el Sindicato de Trabajadores de Secretaría de Obras Públicas, que iniciaron gestiones“para que se construya a su favor la colonia Burocrática en los ejidos de San Francisco Culhuacán.” Las gestiones de dicho sindicato tampoco se concretaron ya que el 13 de agosto de 1965 se expropió, casi en su totalidad las tierras ejidales del pueblo de Culhuacán, operación que quedó sustentada en cinco decretos presidenciales firmados por Gustavo Díaz Ordaz y el regente de la ciudad Ernesto Uruchurtu, con el propósito de crear un núcleo de población formado por habitaciones populares, escuelas, mercados, campos deportivos, edificios públicos, albergues infantiles, un hospital infantil, un asilo para ancianos, calles, parques, jardines y servicios públicos. Lo que generó múltiples reuniones y asambleas ejidales en 1966 y 1967 para que los vecinos decidieran lo que ocurriría con las indemnizaciones y las demandas colectivas de los ejidatarios.[1]
El hospital infantil y el asilo de ancianos nunca se concretó, al igual que la total indemnización de los ejidatarios por las expropiaciones efectuadas. Lo que sí tendría lugar principalmente en lo que fueran los ejidos del pueblo sería la construcción de numerosas unidades habitacionales destinadas a trabajadores afiliados a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de México (STUNAM). Con la creación de fondos especiales para vivienda para trabajadores a principio de los años setentas a través de el INFONAVIT y FOVISSTE , se dio gran impulso a la construcción de conjuntos habitacionales en la ciudad, que representaba una manera práctica de atender la demanda de vivienda de miles de trabajadores que llevaban décadas de servicio a sus empresas, dependencias y otras agrupaciones afines al PRI, concretando una compromiso pendiente con los sindicatos de trabajadores desde hace años.[1]
De 1974 a 1982 se desarrolló “por etapas el conjunto habitacional Culhuacán sobre 2, 732, 280 metros cuadrados dividida en 12 sectores y 35 zonas con 19, 282 viviendas, para una población estimada en 120,000 habitantes; “constituyendo uno de los conjuntos habitacionales más grandes de la ciudad.[1]
Siglo XXI[editar | editar código]
Análisis Urbano Arquitectónico[editar | editar código]
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Arquitectura[editar | editar código]
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Oficinas Gubernamentales[editar | editar código]
Oficinas Privadas y Coorporativos[editar | editar código]
Otros Establecimientos[editar | editar código]
Panteones[editar | editar código]
Penitenciarías y Centros de Readaptación[editar | editar código]
Recorridos de Interés[editar | editar código]
Tiendas de Autoservicio[editar | editar código]
Tiendas, Farmacias y Misceláneas[editar | editar código]
Talleres[editar | editar código]
Unidades Habitacionales[editar | editar código]
Referencias[editar | editar código]
Bibliografía[editar | editar código]
- ↑ 1,00 1,01 1,02 1,03 1,04 1,05 1,06 1,07 1,08 1,09 1,10 1,11 1,12 1,13 1,14 1,15 1,16 1,17 1,18 1,19 1,20 1,21 1,22 1,23 1,24 1,25 1,26 1,27 1,28 1,29 1,30 1,31 Rafael Pérez Reyes, Culhuacán: del entorno lacustre a las unidades habitacionales : un recorrido por los cambios en la fisonomía al sureste de la Ciudad de México. Tesis para obtener el título de Licenciado en Historia. México: UNAM, 2018.