Categoría:Colonia Pedregal de Santo Domingo

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Colonia Pedregal de Santo Domingo

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La Colonia Pedregal de Santo Domingo se ubica al poniente de la Alcaldía Coyoacán. Colinda al norte con la Colonia Romero de Terreros, al sur con la Colonia Pedregal de Carrasco, al oriente con la Colonia Ajusco y al poniente con la Colonia Copilco El Alto y Ciudad Universitaria. El desarrollo urbano de esta colonia comienza en 1971 y, desde sus inicios, se ha caracterizado por el trabajo que han puesto los habitantes para crear su colonia, desde sus casas hasta la traza de calles.

Historia

Prehispánica

Colonia Pedregal de Santo Domingo, Calle 2.JPG

Los orígenes más remotos de esta zona de Coyoacán se remontan a cuando floreció la cultura de Cuicuilco que se acabó con la erupción del Xitle. La lava cubrió un área aproximada de 40 km cuadrados, así se formaron así los pedregales de Coyoacán.[1]

Parque en Av. Delfín Madrigal

Esta zona fue ocupada por los tepanecas, quienes se instalaron durante el siglo XIII en la franja de tierra que quedaba entre el pedregal, formado por la lava del Xitle, y la orilla del lago de Xochimilco, entre los otomíes al norte y los xochimilcas al sur. Las primeras ocupaciones tepanecas se dieron en Tacuba, Azcapotzalco, Tacubaya, Tlalnepantla y Tenayuca. Después, se extendieron al norte, sometiendo a los otomíes y tomando su centro administrativo, Xaltocan. Años más tarde, los tepanecas fueron sometidos por los acolhuaque, aliados con los mexicas, y a la muerte de su dirigente Maxtla, quien dirigió la “desgastante Guerra Tepaneca” en 1433, Coyohuacan quedó como un señorío tepaneca tributario de Tenochtitlán. Esa fue la posición políticosocial de Coyohuacan al momento de la conquista española.[2]

Colonial

Desde 1759 a través de la Cédula Real del 21 de agosto, estas tierras eran propiedades comunales donde los habitantes de Los Reyes iban de excursión o de caza de algunos animales pequeños como conejos, también visitaban algunos petroglifos de origen prehispánico.[3]

Siglo XX

Centro de Artes y Oficios

Su fundación como asentamiento colindante con pueblos originarios se dio en la década de los setenta; en los primeros días de septiembre de 1971 comenzó la invasión masiva al territorio, considerada la más grande que se documenta en América Latina. En tres días todo el espacio del terreno comunal que antiguamente había pertenecido al pueblo de Los Reyes, se había ocupado por improvisadas construcciones que sirvieron de resguardo de miles de familias que clamaban un espacio para habitar.[3] Los propietarios originales del predio de Santo Domingo eran los comuneros. El grupo de comuneros estaba constituido por 1 048 personas. A ellos se les reconoció el derecho sobre esa propiedad, y como resultado de la regularización, se les otorgó una indemnización de 65 millones de pesos y dos terrenos de 250 m2 a cada uno. Los antecedentes legales de la propiedad de la tierra no pudieron ser documentados exhaustivamente. El antecedente más cercano es que en noviembre de 1948 los comuneros tramitaron la reconfirmación de sus derechos sobre estas tierras ante el Departamento Agrario. Dicho trámite se hizo efectivo con la Resolución Presidencial publicada en el Diario Oficial el 17 de noviembre de 1971.[4]

Altar

Durante la noche del 3 al 4 de septiembre de 1971, circuló un llamado por los linderos del sur de la Ciudad de México: "¡Hay tierra!" En menos de veinticuatro horas, de cuatro a cinco familias, unas veinte mil personas en total, cayeron como paracaidistas en el área apenas habitada que hoy se conoce como Colonia Santo Domingo. Constituye la mayor invasión individual de tierras en la historia de América Latina.[5]

El presidente de México, Luis Enrique Echeverría Álvarez, se convirtió en el instigador involuntario de la invasión cuando, el 1 de septiembre de 1971, declaró su intención de respetar el derecho de todos los mexicanos a tener una vivienda digna, hizo hincapié en la necesidad de legalizar de facto la tenencia de las tierras públicas y resaltó la obligación del gobierno federal de apoyar a aquellos que vivían en las peores condiciones.[5]

Mural en casa del Pedregal de Santo Domingo

A principios de la década de los setenta, los campamentos de paracaidistas y los barrios marginados de la Ciudad de México formaban parte del "proceso de urbanización más rápido y dramático de la historia humana". El éxito a corto plazo de áreas autoconstruidas como la Colonia Santo Domingo durante ese periodo, y a partir de éste, se ha basado en el trabajo masivo de los miembros de las comunidades, con las autoridades oficiales y en la inversión de especuladores capitalistas. De hecho, no es que el gobierno tolerara las viviendas de "autoayuda" en la Ciudad de México a principios de los setenta, sino que las reconocía y promovía como la única opción en una época de crisis. Y la autoconstrucción ofrecía una forma extraordinaria de reducir el costo de la producción de su fuerza de trabajo.[5]

El poblamiento de la zona avanzó al ritmo en que se preparaban algunos tramos de calles y se instalaban los primeros postes de madera para los cables de luz, tomándola directamente de los transformadores de la colonia Ajusco o de otras colonias circunvecinas. Eran los líderes que se encargaban de asignar a los recién llegados un terreno. Fueron ellos mismos los que fijaron con sogas o “mecates” los terrenos de 200 m2 cada uno, aproximadamente. Las primeras calles se abrieron por donde los montículos lo permitían y fueron la base del trazado inicial. No se contaba con plano ni con levantamiento topográfico o foto aérea. Pero esta primera vialidad tenía como propósito permitir el tránsito de los vehículos, como los camiones cisterna o “pipas”, que abastecían los recipientes de agua a los primeros colonos pobladores.[4]

Después de delimitar sus lotes con estacas y construir moradas provisionales, la prioridad de los recién llegados fue asegurarse de constar con un abastecimiento regular de agua. Las mujeres tenían que caminar enormes distancias con cubetas y baldes, y una que otra vez las pipas de agua entraban en la zona; pero finalmente los vecinos consiguieron mano de obra y los fondos necesarios para meter tubería y colocar grifos comunitarios. Al principio se usaban velas y estufas de queroseno para alumbrar y cocinar, y poco después se apropiaba de la electricidad de las líneas de las colonias de los alrededores. Desde el comienzo de la ocupación, en 1971, hasta 1992, las aguas negras se encauzaban hacia las grietas de las rocas volcánicas. Para ser habitable, cada lote debía tener, por lo menos, una grieta grande; de lo contrario, los residentes tendrían que mantener una costosa fosa séptica.[5]

Cuando se inició el poblamiento no era posible que los vehículos transitaran por el asentamiento. Había depresiones muy profundas y montículos de roca resbalosa que hacían penoso el tránsito de los peatones e imposible el tránsito vehicular. Esto era válido para las pipas de agua, único medio entonces para satisfacer esa necesidad vital; o para los camiones que transportaban los materiales para la construcción. En el periodo que siguió a la invasión, el transporte de los materiales de construcción, de los muebles y de los efectos personales se efectuaba sobre las espaldas de los colonos. Y cuando no era posible, por ejemplo para el transporte de polines de madera, se tenía que recurrir a las muías, caballos o burros.[4]

En un primer momento se trazaron avenidas principales. De ellas se desprenden otras de vialidad secundaria para enlazar las manzanas entre sí. En algunas zonas la vialidad sigue siendo anárquica, pues hay calles cuya circulación se corta porque existe una construcción que la interrumpe. Como resultado de este proceso, se logró acondicionar una gran cantidad de andadores y calles, algunas de ellas cerradas. Dicho trazo hace difícil la vigilancia, pues en muchas ocasiones los andadores no son rectos y su ancho no llega a los dos metros. Esta situación contribuye a crear un ambiente de inseguridad, sobre todo por las noches en la parte del centro de la colonia como le llaman, y que corresponde a la parte sur de la misma.[4]

Las escuelas “informales” empezaron siendo al aire libre, un lugar donde los niños se sentaban en las piedras, con los más rudimentarios útiles escolares. Lo esencial era el maestro y el pizarrón. El maestro podía ser el hijo de algún colono con estudios secundarios. Poco a poco, con la colaboración de los padres de familia, como sucede con sus propias viviendas, ellos mismos construyeron la escuela y se completaron y mejoraron las instalaciones. Más adelante se tramitó el apoyo de las autoridades correspondientes.[4]

El esfuerzo de los colonos por mejorar la colonia nunca se interrumpió. La diferencia fue que con Fideurbe el gobierno encontró finalmente los mecanismos e instrumentos para iniciar el proceso de normalización. El trabajo de Fideurbe se desarrolló entre 1974 y 1976. En este último año, que coincide con el fin del sexenio del presidente Echeverría, el fideicomiso desapareció y su funciones fueron trasladadas a la Comisión para el Desarrollo Urbano del Distrito Federal (Codeur). Esta institución continuó la labor de regularización de la tenencia de la tierra iniciada por Fideurbe. Gracias al trabajo desarrollado por estos organismos y a la continuidad de la labor de los colonos, se sentaron las bases para la consolidación del asentamiento.[4]

Siglo XXI

Análisis Urbano Arquitectónico


Lugares Emblemáticos

Arquitectura

Bares, Centros Nocturnos, Cantinas y Pulquerías

Iglesias, Templos, Parroquias, Capillas, Conventos

Fuentes

Monumentos Históricos

Museos

Parques

Restaurantes, Cafeterías y Fondas

Teatros

Familias Fundadoras

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Oficinas Gubernamentales

Oficinas Privadas y Coorporativos

Otros Establecimientos

Panteones

Penitenciarías y Centros de Readaptación

Recorridos de Interés

Tiendas de Autoservicio

Tiendas, Farmacias y Misceláneas

Talleres

Unidades Habitacionales

Referencias

Bibliografía

  1. Tomado de: http://ciudadanosdesantaursula.blogspot.com/2010/03/santa-ursula-coapa-un-altepetl.html.
  2. María Teresa Romero Tovar, Sentido de comunidad política en Los Reyes, Coyoacán. Tesis para optar por el grado de Doctora en Antropología, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2015.
  3. 3,0 3,1 Tomado de:https://savinarte.com/2019/01/17/el-pedregal-de-santo-domingo-la-invasion-de-territorio-mas-grande-de-america-latina/.
  4. 4,0 4,1 4,2 4,3 4,4 4,5 VEGA, Ana Lourdes. La regularización de la tenencia de la tierra en Santo Domingo de los Reyes (Distrito Federal), en El acceso de los pobres al suelo urbano. México: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 1996. Disponible online: <http://books.openedition.org/cemca/943>.
  5. 5,0 5,1 5,2 5,3 Matthew C. Gutmann, "La invasión de Santo Domingo" en Ser hombre de verdad en la Ciudad de México. México: Colegio de México.
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